El Otro coronavirus

Voy a efectuar con reparos una disgresión sobre este tema de candente actualidad que tiene al planeta entero confinado y pendiente de o sufriendo sus consecuencias. Y digo con reparos porque sé que, como asunto de rabiosa actualidad asistimos, en este era del “exceso de información”, a un aluvión de opiniones y sesudos análisis, en su mayoría irrelevantes.

Respecto al coronavirus en sus aspectos médicos nada puedo decir, más allá de expresar mi empatía hacia los que lo padecen y mi admiración hacia el personal que está en la primera línea de fuego. Ahora bien, como psicólogo que no pierde de vista la extraña e íntima conexión que a veces se da entre una serie de eventos -Jung, lo llamó fenómenos de sincronicidad-, voy a considerar para mi análisis, que este fenómeno presenta una naturaleza de este tipo. Si fuera cierto deberíamos aplicar el enfoque coherente con ello, intentar dilucidar que significado nos presenta, qué hemos de aprender de ello. El “virus de la corona” alude entonces a una “enfermedad” no biológica sino psíquica que tiene como eje, la corona, esto es, el principio y símbolo de la autoridad. Este enfoque nos permite asimismo remontar un poco el vuelo y verlo no como la simple emergencia azarosa de un virus que nos ataca, tampoco necesitamos contemplarlo como el fruto de alguna conspiración paranoica de algún grupo de malvados. Es la culminación de, o un paso crucial más en, un proceso que lleva ya tiempo estando en la palestra pública, me refiero a la deriva autoritaria de los gobiernos, emergencia de los nacionalismos cerriles y transnochados, y la revelación cotidiana de los escándalos y corrupciones  de aquellas personas e instituciones -en nuestro país nada menos que el que ha detentado la corona durante toda la democracia- que detentan el poder (y alguna forma de autoridad, que siempre van unidos).

Los líderes políticos de casi todos los países  se asemejan cada vez más, en su ejercicio de poder y estilo de liderazgo, a títeres desalmados que en base a populismos y viviendo en una realidad paralela, sólo sirven los dictados de los ciegos poderes económicos detrás del trono, a su vez los líderes económicos corporativos, asimismo son esclavos de una ideología (máximo beneficio, con el mínimo esfuerzo) que antepone su lógica impersonal y destructiva a cualquier otra consideración. La estrategia del control poblacional, auxiliada y empoderada por la tecnología, con el fin de mejorar la capacidad de dominio parece estar en una escalada galopante frente a la cual queda empequeñecida la idea del Gran Hermano (1). Pronto todos etiquetados, controlados en los aspectos más nimios del comportamiento personal y colectivo y lo que es peor, contando con el beneplácito y el acuerdo de una mayoría social a la se ha conseguido inocular, por medio principalmente, de los mass media (la fabricación del consenso de Chomsky), una identificación con las justificaciones de tales medidas que promueven y difunden global e incesantemente, en sus programas los mensajes y slogans, ad hoc (2). En definitiva, se trata de un ejercicio del poder y la autoridad corrupto, cuyas estrategias de seducción que ya no imposición, han logrado la sumisión de grandes capas de la población, que a pesar de haber visto como están menguando su nivel de vida y descomponiéndose la cualidad democrática de las instituciones,  aplaude dichas maniobras ilusamente convencidas de que están diseñadas para nuestra seguridad y confort.

El virus de la corona supone una intoxicación mundial que puede acabar con nuestra especie, o reducirla a unos pocos privilegiados    (o condenados según se mire). Y frente a esta intoxicación no hay servicios sanitarios disponibles, ni medidas de contención alguna, más bien al revés, el coronavirus, además de una emergencia sanitaria,  está siendo utilizado como un campo de experimentación sin precedentes, un ensayo global cuyo impacto puede ser el de multiplicar exponencialmente el efecto tóxico en la salud mental de la especie humana del otro virus, del cual casi nadie habla y por ello mucho más temible y peligroso (3).

El virus de la corona alude a la posibilidad (4) de que un ejercicio de la autoridad y el poder que enmascarado en formas democráticas y civilizadas (políticamente correctas)  haya extirpado de raíz nuestra conexión innata con el sentido de la justicia y la proporción por un lado y haya mermado y lo continúa haciendo nuestra capacidad de pensamiento crítico y de acción comprometida. Como compensación disfrutamos como nunca de drogas de consumo masivo tales como Netflix, los espectáculos televisivos y las redes sociales. En definitiva estamos ante una crisis global, médica y, en el fondo, psicológica de tal modo que como afirma Yuval Noah, “La humanidad ahora se enfrenta a una crisis global.  Quizás la mayor crisis de nuestra generación.  Las decisiones que las personas y los gobiernos tomen en las próximas semanas probablemente darán forma al mundo en los próximos años” (5).

Un mundo que hoy por hoy, convertido en una especia de teatro de lo real, aquello tan evidente para los que no se olvidan de que, e insisto,  la realidad se fabrica en las máquinas de un consenso que convence a los ingenuos de la más dulce y tenebrosa de las mentiras. Tanto sea en la política como en la economía la tragicomedia de un mundo dividido entre poderosos y débiles, entre ricos y pobres, entre los que emborrachan de sus triunfos y los que se pierden en la amargura del fracaso, no es más que la estructura necesaria para que la imagen especular de nuestro propio rostro se refleje en su contrario. Laberinto de espejos, ha sido llamado, un laberinto en el que contemplamos horrorizados como el Otro y lo Otro no hacen más que devolvernos nuestro verdadero rostro. Ser feliz es la meta, disfrazar el miedo es la estrategia, un mundo de máscaras con el que dibujar un escenario de fuegos fatuos. Y mientras, todos nos dirigimos hacia la misma meta a pasos agigantados aunque otra de las mentiras con las cuales vivimos es la de creer que tenemos tiempo. Inmersos en una nauseabunda adicción a la pasividad,  conectados a la drogas ilegales (la de los carteles) o legales la de las series televisivas y redes sociales -entre muchas otras- mientras alimentamos sueños de grandeza, nuestros cerebros empapados de fantasías seductoras o aterradoras nos obliga a contemplar como transcurren las turbulencias del río de la vida, acomodados en el sofá de la orilla. Y anhelamos, anhelamos, que nuestros deseos se cumplan, que nos vaya mejor que al vecino o al amigo, o que algún día se nos reconozca nuestra grandeza.

El Otro del otro coronavirus

Desarrollo la línea argumentativa acerca del  virus de la corona, enfocando mi atención ahora hacia “adentro” (6). En el análisis previo identificaba a los detentadores de autoridad y poder como elementos significativos en aquellas conductas y actitudes que propagan la “enfermedad”, la mantienen o la regeneran ante la pasividad de los que no son agentes activos de esta autoridad  sino más bien sus receptores pasivos, esto es, la inmensa mayoría del cuerpo social. Esto, a mi juicio, puede llevar a conclusiones precipitadas que alientan aquello de que los ”malos” o más suavemente los “enfermos” son determinado conjunto social versus los otros, los que no son “malos” ni están “enfermos”. Una polaridad tan utilizada y estimulada por los planteos maquiavélicos que siempre necesitan de un Otro, respecto al cual distanciarse, oponerse y diferenciarse construyendo así una identidad excluyente, para poder juzgar, señalar, criticar, condenar, etc. a los otros. Botón de muestra el sinfín de teorías conspiranoicas que nos rodean en cada asunto o problema social y económico, los nacionalismos, las ideologías políticas, los credos religiosos que se instituyen fundamentalmente en la escisión yo/tú,  nosotros/ los otros.

El tema básico es la existencia en este “adentro” de cada uno de nosotros de una instancia psíquica usualmente denominada “el ego”. Término latino incorporado en muchas escuelas psicológicas, para designar al “yo”. Concepto que presenta dos significados básicos, el gramatical como pronombre personal de uso universal, y el psicológico (7) que a efectos de lo que quiero enfocar en este trabajo lo considero como el detentador del “principio de autoridad”, el ego es la “corona” en los fenómenos del acontecer psíquico. Desde los albores de la modernidad, emerge una concepción del ego como aquella instancia en cada uno que es portadora de la identidad, la individualidad y el mencionado principio de autoridad, esto es el ego se cree autor y ejecutor de todas aquellas decisiones que comprometen al sujeto y lo hacen responsable ante si mismo y los demás, es más, el ego se considera asimismo como el único habitante del país del “alma”. Lo demás es visto como aspectos de si mismo, parte, funciones, rasgos, esto es como auto-descripciones de si mismo. Desde una perspectiva funcional y social parece ser que no podemos funcionar sin “ego” dado que es lo que nos permite engranar un conjunto social en el que los individuos son portadores de derechos y obligaciones, por un lado y de reconocimiento identitario por otro (8). Es el principio autócrata en nuestra estructura psíquica. Y es autócrata puesto que funciona en base a la idea de que excluye la objetividad e importancia del resto de instancias psíquicas. La poesía viene en nuestra ayuda aquí, “contenemos multitudes”, afirma el poeta, los psicólogos aluden a ello con el concepto de que la psique no es un todo sólido e indiviso que muchos identificarán con el ego, sino más bien el ego es un componente tan autónomo y objetivo como lo son muchos otros componentes de nuestra vida psíquica compuesta de fragmentos que actúan cada uno de ellos como factores independientes y autónomos, como el mismo ego se considera a si mismo.

Parto de la idea de que el ego contemporáneo es esencialmente patológico puesto que está constituido por una estructura de consciencia radicalmente contradictoria, escindida, basada en la coexistencia de dos factores opuestos: una época marcada por el nihilismo cuya ausencia de valores impregna su mismo núcleo y una adictiva identificación con el poder y el control que busca compensar la insignificancia a la que se ve arrojado en un universo que hoy sabemos infinitamente grande en todos los aspectos y dimensiones.

De hecho, muchos en psicología consideramos que el factor común que subyace a todos los síntomas psicopatológicos, los trastornos y crisis de relación vienen directa o indirectamente motivados por la existencia de un conflicto entre el ego y su Otro u Otros que a falta de ser reconocidos y acogidos en la vida consciente de la persona, se presentan en forma patológica (síntomas neuróticos, adicciones, depresiones, ansiedades, etc.). El ego se comporta como un autócrata tirano que expulsa, reprime, ignora todos aquellos aspectos de la vida psicológica que no encajan en su auto-concepto y/o en la propia agenda nihilista. Esto es abuso de poder, esto es el mismo fenómeno y dinámica que señalábamos en el anterior escrito respecto a los lideres y detentadores de poder político, económico, etc. que ahora vemos que son portadores del reflejo de nuestra propia sombra.

De hecho una persona que acude a terapia afectada por síntomas, crisis y trastornos,  es una persona que está padeciendo un estado de enfrentamiento consigo mismo, pero dicho “consigo mismo” alude precisamente a aquellos “habitantes” del “alma” que son condenados por el poder autárquico del ego a estar escindidos, y por tanto, a no ser reconocidos, vividos y expresados conscientemente. 

Como decía más arriba, de este virus de la corona estamos todos infectados, aquí no hay confinamiento posible, más que llevar a cabo una lucha para “derrocar al tirano” o “vencer al virus” desde “dentro” esto es, abrirse a la posibilidad, para muchos quizás temible, de asumir que los  enemigos no son los otros (otras personas, otros países, otras razas, otros credos, etc.) sino nuestra propia e íntima dificultad en acoger la otredad que nos habita y constituye. El ego de cada uno actúa como un virus que intoxica la psique, el cuerpo social,  lo envenena y destruye mediante su capacidad de auto-réplica incesante, una de cuyas expresiones la constituyen los incesantes mensajes y discursos sociales que ensalza y estimulan al ego individual y/o al de un grupo social, partido, nación, etc. en detrimento del conjunto viviente de la totalidad de seres que asimismo aspiran a ser reconocidos y acogidos.

Notas

1)  Ni en China ni en otros Estados asiáticos como Corea del Sur, Hong Kong, Singapur, Taiwán o Japón existe una conciencia crítica ante la vigilancia digital o el big data. La digitalización directamente los embriaga. Eso obedece también a un motivo cultural. En Asia impera el colectivismo. No hay un individualismo acentuado. No es lo mismo el individualismo que el egoísmo, que por supuesto también está muy propagado en Asia.”  Byung-Chul Han es un filósofo y ensayista surcoreano que imparte clases en la Universidad de las Artes de Berlín. Obtenido de: https://www.lavaca.org/notas/byung-chul-han-sobre-coronavirus-la-emergen… en 25-3-2020.

(2) Estados asiáticos como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa. También confían más en el Estado. Y no solo en China, sino también en Corea o en Japón la vida cotidiana está organizada mucho más estrictamente que en Europa. Sobre todo, para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital.” Byung-Chul Han . Ob. cit.

(3)  “Muchas medidas de emergencia a corto plazo se convertirán en un elemento vital.  Esa es la naturaleza de las emergencias.  Avanzan rápidamente los procesos históricos. Las decisiones que en tiempos normales podrían llevar años de deliberación se aprueban en cuestión de horas.  Las tecnologías inmaduras e incluso peligrosas se ponen en servicio porque los riesgos de no hacer nada son mayores.  Países enteros sirven como conejillos de indias en experimentos sociales a gran escala.” Yuval Noah Harari . El mundo después del coronavirus . Publicado en Financial Times, 20 de marzo de 2020.

(4) “Como en los tiempos de la guerra fría, la sociedad organizada inmunológicamente se caracteriza por vivir rodeada de fronteras y de vallas, que impiden la circulación acelerada de mercancías y de capital. La globalización suprime todos estos umbrales inmunitarios para dar vía libre al capital. Incluso la promiscuidad y la permisividad generalizadas, que hoy se propagan por todos los ámbitos vitales, eliminan la negatividad del desconocido o del enemigo. Los peligros no acechan hoy desde la negatividad del enemigo, sino desde el exceso de positividad, que se expresa como exceso de rendimiento, exceso de producción y exceso de comunicación.» Byung-Chul Han . Ob. cit.

(5) Yuval Noah Harari. Ob. cit.

6) Un adentro que no se refiere al cuerpo y sus proceso bioquímicos, sino más bien al “adentro” psicológico, este adentro respecto al cual no hay un afuera. Es decir, no podemos salirnos de la psique hacia ningún afuera porque siempre estamos, percibiendo e interpretando lo percibido desde adentro de la psique. A esto le llamamos “interioridad absoluta”  que define el campo y la perspectiva desde la que opera la psicología y  que sitúa a esta disciplina en un estatus epistemológico especial que no puede asentarse en la escisión sujeto/objeto propia del resto de ciencias y propia asimismo del sentido común. En este sentido las ciencias son producciones psicológicas, esto es producidas por la psique que percibimos desde la psique misma. Para la psicología no hay afuera. Este es la tesis central de la obra de W. Giegerich, a quien mucho le debe el presente escrito.

(7) Concepto que es complejo y tiene una historia que se adentra en la filosofía, la religión, la metafísica, la antropología , etc. que aquí obviamos. En psicología se define como “la unidad dinámica que constituye el individuo consciente de su propia identidad y de su relación con el medio; es, pues, el punto de referencia de todos los fenómenos físicos, psíquicos y sexuales.” Obtenido de: https://es.wikipedia.org/wiki/Yo en 26-3-2020.

(8)  Y digo parece porque las presiones contemporáneas parecen apuntar hacia una dirección en la que la individualidad junto con sus atributos esenciales (libertad de decisión, derechos humanos, etc.) está siendo cuestionada, por ej. el modelo chino de mentalidad colectiva en la que el individualidad apenas cuenta que ahora se nos presenta como el modelo a seguir por ser más eficiente en las luchas contra las pandemias. La presión de las corporaciones que pisotean cada más descaradamente y sin escrúpulos los derechos sociales, etc. Tratan a sus empleados como simplemente recursos humanos, esto es, no hay individualidad, somos, objetos, mejor, material desechable.

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