Fragmento extraído de: (Giegerich, W. (2010). The Soul always thinks. Collected English papers, Vol. IV. New Orleans: Spring Journal Books. p. 412 y ss, Trad. Ale Bica.
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¿Qué es lo que finalmente está en juego con el cambio de “padres” a “esposa”, así como con el cambio hacia la construcción eminentemente moderna de la consciencia? ¿En qué consiste psicológicamente la tarea de la adaptación?
Para el Jung más joven la adaptación es central para explicar la neurosis. Su idea era que la neurosis, los afectos patológicos, o todo tipo de otros problemas psicológicos surgen “cuando la libido se usa para mantener fantasías e ilusiones en lugar de adaptarse a las condiciones reales de la vida” (CW 4 § 303). “Los afectos siempre ocurren cuando hay un fallo de la adaptación” (CW 6 § 808) (12). Estoy de acuerdo, la adaptación es psicológicamente vital. Sin embargo, en el contexto de una verdadera psicología, una psicología con alma, es decir, una psicología en tanto disciplina de la interioridad, tenemos que apartarnos del entendimiento usual de adaptación, (que también predominaba en Jung) que la ve en términos de la dicotomía sujeto-objeto, es decir, como refiriéndose a la adaptación del sujeto a una realidad objetiva o externa, a una realidad social. Cualquier pensamiento en términos de la dicotomía sujeto-objeto es ipso facto no psicológico porque ha abandonado el punto de vista del alma, que se define por la interioridad, por el sellar herméticamente la vasija. La psicología no tiene ningún interés en la interrelación, sino sólamente, en la auto-relación del alma. Cuando uno fracasa en adaptarse al propio entorno social o natural esto es psicológicamente irrelevante, aunque por supuesto puede causar serios problemas reales y grandes sufrimientos, los cuales, sin embargo, no son psicológicos. La neurosis y los problemas psicológicos se deben exclusivamente a la mala adaptación del alma a sí misma, específicamente a la discrepancia (disociación) entre su auto-entendimiento, auto-interpretación, auto-estilización, a su actitud mental, por un lado, y la constitución lógica o al estado en que de hecho está, por el otro lado.
Esto por supuesto no debiera confundirse con la idea compensatoria del joven Jung, de un segundo tipo de adaptación, “la necesidad de adaptarse al mundo interior de la psique” (CW 8 § 66), porque esta idea permanece dentro de la misma oposición sujeto-objeto y simplemente reemplaza un objeto ahí fuera por un objeto aquí dentro. Meramente invierte la orientación del sujeto de la extraversión a la introversión. El punto de vista de este tipo de pensamiento es el ego, no el alma.
En tanto que concepto psicológico, la adaptación es un ajuste a la propia constitución lógica alterada, a una nueva situación del alma, a la propia nueva verdad, a la que uno ha sido empujado por el propio desarrollo psíquico. Necesita ser primariamente comprendida en términos de tiempo, cambios de tiempo (en lugar de los términos de los conceptos espaciales “exterior” e “interior”). Tempora mutantur nos et mutamur in illis. En un macro nivel, el tiempo biológico nos transporta, por ejemplo, de la infancia a la pubertad y desde allí a la adultez biológica y más tarde a la vejez, así como el tiempo histórico nos transporta a nuevas épocas. Por supuesto, también hay numerosos cambios menores más “locales”. En tanto que los cambios de tiempo son el resultado del auto-movimiento del alma, nos vemos empujados a una nueva verdad del alma. El alma no nos pregunta si queremos este cambio. No tenemos voz en el asunto. El cambio viene a nosotros vocatus atque non vocatus y sin tomar en cuenta si somos conscientes o no de ello y si comprendemos o no de que trata. La adaptación, ahora, es el proceso en el cual la propia nueva verdad -la verdad de la propia nueva situación (biológica, social, o histórica o mental)- que ya es real, se vuelve ella misma explícitamente verdad (es decir, que aquello que es, además de ya ser verdad de hecho, también se libere decididamente en su verdad, reconocido y honrado como verdadero, apropiado subjetivamente como la propia verdad imperante, (13) la verdad como la cual uno vive). “Verificación” (en un sentido muy diferente del que se conoce en la teoría de la ciencia). Y la adaptación es necesaria porque los cambios de tiempo siempre van por delante nuestro y nosotros, siempre llegamos “después del hecho”, sólo lentamente nos vamos dando cuenta de ello. No somos libres de elegir las situaciones en las que nos encontramos. Al revés, ellas nos imponen la tarea de responderles psicológicamente -de un modo u otro. “El significado de mi existencia es que la vida me plantee una cuestión. … y debo aportar mi respuesta …”, dijo Jung (Recuerdos, sueños, pensamientos, p. 318). La pregunta siempre viene primero. El hombre como ser que responde.
Los animales no tienen esta necesidad de adaptación psicológica o “verificación”. Para ellos, la vida no plantea ninguna pregunta y no tienen que proporcionar su propia respuesta. Existen como su respuesta por naturaleza siempre ya acabada. Cuando por ejemplo, alcanzan la madurez sexual, ésta, su nueva realidad, es inevitable y de una vez, también su verdad vivida. En cambio, cuando los humanos pasan a través de la pubertad de modo que el que ahora son seres sexuales se haya vuelto de hecho su verdad real, de acuerdo con lo que acabo de decir, esto no es suficiente. Los humanos, en tanto que primariamente son (existen como) mente o alma y no meramente seres físicos, tienen la necesidad de dar un paso psicológico, mental, adicional, que haga verdadero lo que de hecho ya es su verdad real. Hay (y es necesario que haya) una duplicación. El hecho tienen que ser suplementado por una repetición en el nivel mental o del alma. Los humanos tienen que hacer verdaderamente propio lo que les ha ocurrido (y lo que como hecho todavía les es psicológicamente externo). Tienen que interiorizarlo activamente, abrazarlo, y asumirlo como su propia responsabilidad. Tienen que realizar una vez más interiormente sobre sí mismos el golpe que les fue dado desde el exterior o la injusticia que se les hizo, a fin de integrar el hecho en el alma y humanizarlo, es decir, transformar el mero hecho en la forma o en el estado de la verdad. (14) Y porque esta es su más propia necesidad también puede ser evitada o rehusada, o recibir sólo un falso cumplimiento por parte de ellos (lo cual también es una posible respuesta “creativa” a la pregunta que la vida inevitablemente les plantea), los humanos tienen el potencial de volverse neuróticos, los animales no. (15) Por el contrario, el hecho de que tal rechazo o negación lo conduzca a uno a la enfermedad psíquica (en lugar de conducirle meramente a consecuencias externas, factuales, malas para uno mismo) muestra que a diferencia de la adaptación social, la adaptación psicológica -la humanización o “verificación” de del hecho bruto- es verdaderamente la propia necesidad interior en tanto ser humano, un ser que es alma.
El nacimiento biológico, psíquico y psicológico -y el nacimiento de la psicología/alma
El cambio que acabamos de hacer en nuestro entendimiento, de una adaptación, de un sentido social a uno psicológico necesita realizarse con respecto a nuestra comprensión del matrimonio. Desde una perspectiva social externa pareciera como que el cambio hacia el matrimonio, para centrarse en él a modo de ejemplo, en lo siguiente, fuera un movimiento horizontal hacia una “asociación” entre dos adultos como pares y así una forma especial de relación sujeto-objeto, es decir, una donde el “objeto” es otro sujeto. Pero la imagen de la pareja casada, que como resultadodel movimiento hacia el matrimonio, tiene en sí su propia validez psicológica (“la sicigia”), sin embargo oscurece la dirección psicológica del movimiento mismo. Lógicamente, el cambio hacia el matrimonio es un movimiento de descenso, una caída, un desaparecer, y debe verse a la luz de la tarea psicológica fundamental a lo largo de toda una vida del nacimiento del hombre.
Para nuestro pensamiento predominantemente naturalista pareciera como si el nacimiento fuera un único acontecimiento al comienzo de la vida y como si con haber nacido en el sentido literal, el tema del nacimiento estuviera acabado de una vez por todas. Pensamos que siempre tenemos nuestro nacimiento irrevocablemente detrás nuestro. Pero este es sólo el nacimiento biológico, nuestro nacimiento como animales. Pero tanto psíquicamente como psicológicamente un bebé todavía es nonato. Tener padres significa que todavía se encuentra contenido en un origen a priori, primordial. Los padres son el útero psicológico del niño, así como el vientre de la madre es el útero biológico del embrión. A través del nacimiento literal, el niño se ha vuelto biológicamente independiente, biológicamente un sujeto. Ahora también necesita llegar psíquicamente en el mundo.
Un bebé, en tanto que ser humano, desde el comienzo no es primariamente un ser biológico, sino que es ya psique antes que nada. Es el concepto existente, aunque sólo la forma más temprana de este concepto, concepto ansichseiend (‘implícito’). Es de suma importancia darse cuenta que un bebé es (existe como) concepto. Llega (biológicamente) al mundo envuelto en el concepto universal abstracto que es, y este concepto al principio tiene (en el caso de un bebé) la forma de ser el concepto de “madre”. El bebé no tiene este concepto. Es el concepto de “madre”.
El contenido de este concepto es más que la mera palabra “madre” y que las nociones de nutrición y protección. Está preñado, rico, conteniendo en forma totalmente envuelta y latente de todo tipo de ideas y valores, tales como “lo más importante (para mí); (mi) supremo valor anímico, de hecho absoluto” y “(mi) ser visto y verdaderamente preocuparte y (mi) ser de absoluta importancia para ella, [lo cual se muestra tanto en su ternura amorosa conmigo, como en su enfado conmigo].” En el curso de la maduración del niño muchos o todos los aspectos del concepto que originalmente aún estaban latentes irán naciendo a partir de él, especialmente las nociones de “yo” y “mundo”, “padre”, quizá también “Dios”.
Al ser como el concepto de madre aún completamente abstracto y latente, completamente no desarrollado e indiferenciado, el bebé todavía está “en el cielo”, arriba en las nubes, en la potencialidad, no está abajo sobre la tierra. A fin de llegar psíquicamente (¡aún no psicológicamente!) al mundo, necesita encontrar un “referente” real para este concepto abstracto. “Ser este concepto” significa aquí precisamente no tener un concepto claro de él. No se tiene conocimiento de él, ni de lo que implica. El concepto aún no ha salido a lo abierto. El bebé está en este concepto como su propio ser, totalmente envuelto en él; el concepto no está en su mente (una idea intelectual como un instrumento para comprender la realidad). El concepto sólo existe como la ciega necesidad por la cual el niño existe. El bebé necesita amarrar este concepto suyo aquí en la tierra, en la realidad temporal y material, de modo que el concepto no permanezca abstracto, sino que pueda volverse concepto concreto. En un acto de entrega incondicional, para bien o para mal, necesita adoptar y atracar en una persona externa como su madre. Esto también explica por qué, como dijo Jung, la madre es una “portadora accidental” de la gran experiencia de “madre”. Ella tiene que llevar e incorporar para el bebé el concepto por el cual éste existe. Es por esto que no usaría la palabra “díada” para la relación bebé-madre, porque desde el lado del niño esto es realmente psicológicamente una auto-relación y no una relación interpersonal (como la que se ve desde fuera).
Ya mencioné que cuando un bebé recién nacido no tiene la oportunidad de encontrar su concepto de “madre” cumplido en la realidad, es decir, cuando no puede encontrar un referente real para el concepto por el cual él es, donde no hay nadie al cual pueda amarrar psíquicamente aquí en la tierra, el bebé no entra realmente psíquicamente en el mundo (palabra clave “hospitalismo”) y en casos extremos incluso puede ‘deshacer de nuevo su nacimiento literal’ muriendo efectivamente. El proceso de toda una vida de llegar a nacer se detiene o al menos se ve impedido en una de sus fases más tempranas. Esta necesidad absoluta de encontrar cumplido el concepto-como-el-cual-es, es la primera inmediatez del fenómeno psicológico de adaptación, proto-adaptación. (Habiendo nacido biológicamente y estando ahora en el mundo real, siendo un ser de propio derecho fuera del cuerpo de la madre) es el intento de alinear su realidad con el concepto (la constitución lógica de su ser-en-el-mundo como un ser indefenso) que ya es. Lo he llamado proto-adaptación porque no es realmente un libre proceso psicológico del sujeto, sino que ocurre automáticamente, y porque sería difícil decir que es un logro del bebé, sino más bien la necesidad brutal de encontrar el correspondiente objetivo real al concepto que él es.
En muchas sociedades arcaicas, donde aún tenían un conocimiento intuitivo sobre el nacimiento del hombre como un ser humano y no lo confundían con el nacimiento biológico, les era posible, por lo tanto, abandonar bebés recién nacidos, por ejemplo, si eran deformes. En tal contexto cultural el bebé recién nacido era meramente un trozo de naturaleza que podía por lo tanto, también en ciertas condiciones, ser simplemente devuelto a la naturaleza. Aún no era un ser humano. Sólo era traído al mundo como un ser humano, y por lo tanto nacido psíquicamente, mediante un acto cultural especial por parte de los padres, a saber, por medio de la aceptación formal por parte de los padres del bebé como su hijo (por ejemplo, dándole un nombre o levantándolo) y por ello ofreciéndose al bebé como personas en la realidad empírica en las cuales éste pudiera amarrar y a su vez pudiera adoptar como sus padres. Lo humano no está dado por naturaleza. Tiene su origen en la cultura. Y no es inherente al individuo abstracto, solitario, ni la posesión de cada individuo mismo, sino que es una realidad social.
Pero, como he indicado, esto sólo equivale al nacimiento psíquico del niño o a su entrada en el mundo. El nacimiento psíquico aún no es plena y específicamente humano, porque el bebé humano mutatis mutandis comparte esto con algunas especies animales, las así llamadas “especies precoces”. Konrad Lorenz estudió este fenómeno llamándolo “impronta”. Por ejemplo, descubrió que un pequeño patito aprende a seguir lo primero que se le aparece, al objeto en movimiento que ve dentro de los primeros días después de haber salido del cascarón. Normalmente, este objeto sería la madre del pájaro; pero Lorenz pudo mostrar que él mismo podría servir como un sustituto adecuado de la madre, lo cual empero, le obligó a tener que imitar constantemente el sonido de graznido de la madre en respuesta a los sonidos interrogatorios del patito. Lorenz encontró que un patito recién nacido podía incluso ser engañado para que adoptara un animal de otra especie como “madre” y modelo, o incluso una bola roja rodando.
La cuestión aquí para nosotros es que ya en el nivel de la vida animal los bebés de ciertas especies vienen biológicamente al mundo como (la forma preliminar de) un concepto abstracto-universal de “madre” y necesitan encontrar un referente real a fin de nacer también psíquicamente. Es claro que estos procesos lógicos, tanto en los animales, y en un nivel fundamentalmente superior en los bebés humanos ocurren en el nivel de una lógica aún “implícita”, una lógica aún completamente inmersa en el instinto y el en comportamiento biológicos, en el caso del patito aún sumergida en un proceso de estímulo-respuesta bastante mecánico, pero sin embargo en el nivel de una verdadera lógica (implícita). Es la psique -el concepto- lo que aquí se está agitando, una psique, empero, que aún no ha llegado a sí misma a fin de volverse alma.
Al haber encontrado un referente a su concepto y al haberse amarrado a la persona que resulta ser el “portador accidental” de este concepto, el bebé ha logrado su nacimiento psíquico. Se ha vuelto el concepto concreto. Por el contrario, psicológicamente el niño permanece nonato -si ‘nacimiento’ significa salir a lo abierto desde algún útero, capullo o cáscara protectora, envolvente. Es cierto, el niño ha nacido, pero el concepto por el cual es permanece envuelto, implícito. Sólo podemos hablar del nacimiento psicológico del hombre una vez que el concepto existente, en tanto que concepto, también haya nacido. El bebé, aunque nacido psíquicamente y aunque se haya vuelto concepto concreto, aún está muy lejos del nacimiento psicológico. De hecho, el cambio psíquico hacia el mundo ocurre precisamente (y sólo puede ocurrir) a través de atracar psicológicamente en alguna gente real como padres, quienes lógicamente permanecen entre uno y del mundo, y a través de ello incrustándose sin reservas en la envoltura de protección psicológica (y posiblemente del amor) proporcionada por ellos. Por muy paradójico que pueda parecer, el acto del nacimiento psíquico procede precisamente del implacable compromiso del bebé con el estado de nonatez psicológica.
Por contraste, abandonar padre y madre a fin de adherirse a la esposa no sólo significa romper la envoltura protectora proporcionada por la existencia de los padres, sino también amarrar en alguna otra persona, extraña en el mundo exterior. (16) Como tal es la primera inmediatez (y no más aún) del nacimiento psicológico. Mientras los padres son el propio a priori y mientras la propia conexión con ellos es, por lo tanto, lógicamente consagrada por la necesidad y por la absolutez, la conexión con la “esposa” es lógicamente, fundamentalmente a posteriori, contingente y artificial; tiene que establecerse; y requiere la continua labor de una aproximación. Los padres no se pueden elegir. Se encuentran siempre como ya dados a uno. Aunque empíricamente son los “portadores accidentales” del concepto de madre y padre por el cual el niño existe, lógicamente es inherente en el concepto de padres y en el proceso de amarre que sean adoptados como el propio a priori absoluto, los propios padres verdaderos e inevitables. El acto lógico de amarrar y de adoptar es totalmente inconsciente, inadvertido. Y por supuesto, tiene que ser inadvertido, porque de lo contrario el amarrar (y por lo tanto el nacimiento psíquico) no sería real. Sólo es real si es absoluto, sin reservas; sólo si el niño tiene el concepto por el cual es, su propio concepto, totalmente en los padres reales ahí afuera o en la relación con ellos. (17)
Pero otra persona se vuelve marido o esposa a través de la propia elección (lógicamente (18)) arbitraria. Es inherente al concepto de esposa que sea tomadapor esposa. Al casarse, uno establece una casa por el propio hacer y así se vuelve, y da testimonio de ser, un sujeto. Debido a que la nueva familia está hecha por uno y es en este sentido es una familia “artificial” (no sólo “accidental”) carece de la dicha de sernos dada a priori, del don de la absoluta primordialidad. Al adherirse a su esposa en lugar de a sus padres, un hombre por lo tanto, no sólo atraca en una persona contingente, sino que también (y este es el aspecto psicológicamente importante (19)) abraza la contingencia como tal. De este modo, psicológicamente ha abandonado el reino dichoso de una necesidad e incondicionalidad a priori -la existencia en el cielo- y ha descendido a tierra, a esta tierra; se ha entregado a lo temporal y a lo empírico, a la aposteriori-dad; ha entrado en el mundo real, en contraste con la esfera de la idealidad abstracta.
Los sentimientos de amor, de estar contenido en una relación (“Yo – Tú”), de sentirse comprendido y querido son sólo el significado egoico del matrimonio. Psicológicamente se trata de salir de la interioridad, inocencia, trascendencia del alma y en su lugar plantarse (psicológicamente) y arraigar en el mundo, invirtiendo el propio valor anímico en alguien real, diferente, ahí afuera. La cuestión es embrollarse irrevocablemente con la existencia empírica. La otra persona como tal, no es lo esencial. En el fondo, es decir, lógicamente, él o ella esesencial sólo porque uno se ha plantado psicológicamente en la realidad empírica en su materialidad; es intercambiable, y es real sólo hasta el punto en que él o ella significa realmente este tú específico y de hecho se ha vuelto sin reservas esencial para uno. Uno ha tomado realmentea esta otra persona como esposa o marido y por lo tanto uno se ha comprometido.
Debido a la necesidad inherente en el significado psicológico del matrimonio, de abrazar la contingencia per se, es esencial que uno siempre se casa, por así decirlo, por “debajo de uno mismo” (no en un sentido social literal, sino psicológico). Ambas personas tienen que casarse hacia abajo (lo cual por supuesto sólo es posible en el contradictorio mundo del alma). Al hablar sólo desde el punto de vista masculino, la persona elegida no tiene que estar inflada con proyecciones de ánima; para el hombre ella no tiene que ser el objeto de su mirar hacia arriba: su diosa, su princesa, la esposa reservada para él desde la eternidad, la encarnación de la misteriosa inmortal, “Ella-que-debe-ser-obedecida” (Rider Haggard). Por el contrario, a la esposa y al marido se les aplica la misma idea que expresó Jung sobre la madre humana: son frágiles seres humanos que merecen nuestro amor, indulgencia, comprensión y perdón, y este, el real ser humano en ellos, es lo que debe ser visto y abrazado. La cónyuge humano debe ser “liberado del terrible peso” que en el enamoramiento inevitablemente se carga sobre los hombros de él o ella, una proyección y un engaño que sin duda es parte necesaria del motor artificioso, ingenioso, que inicialmente conduce a la libido más allá de los padres hacia la otra persona (así como opuestamente había inducido al bebé recién nacido aún preexistente psicológicamente a amarrar psíquicamente en el mundo real por medio de conceptos inflados de perfección, poder, inteligencia y belleza de los padres reales como si fueran personajes casi divinos), pero, una proyección engañosa que debe verse y abandonarse una vez que haya hecho su trabajo.