Director: Tony Goldwyn (2010).
Guión: Pamela Gray
Es una historia edificante como pocas, basada en un hecho real, que nos muestra la sublime fuerza que el amor humano puede alcanzar. El amor de verdad, sin derivas románticas ni concesiones sentimentales, un amor sin exigencias egoístas, ni ajustes de cuentas, este amor que se sitúa más allá de la hoy hegemónica mentalidad del inversor, tanto doy tanto tanto he de recibir.
En este caso el amor se da entre dos hermanos, Betty (HILARY SWANK) y Kenny (SAM ROCKWELL) que han sido maltratados por la vida y por aquello de que no hay mal que por bien no venga, uno acaba descubriendo que es precisamente el maltrato de los padres el responsable del nacimiento de un vínculo amoroso intenso y sólido entre ambos. A prueba de fuego y fracasos, a prueba del tiempo y de la claudicación.
El amor es hacer recaer el centro de gravedad en el objeto amado, el amor solo puede sustentarse en la confianza y en una predisposición a la lucha, todo ello lo demuestra a la perfección Betty cuando entiende, frente a la injusta acusación de asesinato y la posterior condena a cárcel perpetua que sufre Kenny, que ha de consagrar su vida a torcer el destino y liberar a su hermano de las garras de la rigidez de mentes, de la ceguera institucional y del fundamentalismo de los hacedores de justicia.
Una narrativa sobria dirección, excelentemente interpretada por Hilary y Sam, que nos permite revivir una vez más la bíblica historia del triunfo de David sobre Goliat y con ello vislumbrar una tenue luz en un mundo lleno de sombras mediáticas que nos convencen de que no hay lugar para el milagro, ni posibilidades de oponerse a las globales y colosales fuerzas manipuladoras que condenan a la impotencia y con ello niegan la posibilidad de amar de verdad.