Bitcoin, Utopía y Alma

El dinero existe como “autorealización de una idea.
Makoto Nishibe

Octubre ­2022

Introducción

En este trabajo desarrollo un análisis psicológico de un movimiento cultural específico que está presente en uno de los grandes temas de nuestro tiempo, donde se desarrolla la verdadera acción: la Economía, su fundamental herramienta, el dinero y las instituciones culturales que están en el centro de gravedad de nuestra estilo de vida que hoy se encuentra en la intersección de la Economía y la Tecnología. Abordo este análisis desde la perspectiva de una de las principales teleologías del Alma, la emancipación, movimiento anímico dialéctico que explica las grandes transformaciones históricas en nuestro civilización y las formas lógicas de la consciencia. Para ello, elaboro un análisis de un artículo reciente publicado en el ámbito de la tecnología.

Dinero, soberanía y emancipación

El papel moneda eventualmente regresa a su valor intrínseco: cero.
Voltaire

La tesis de este estudio se basa en revelar la significación clave del pensamiento del dinero y sus transformaciones históricas a través de la vasta red de intercambios e instituciones que llamamos “el mercado” (el lugar de encuentro entre la oferta y la demanda), un “lugar” donde los bienes y servicios se compran y venden como mercancías.

¿Qué es el dinero, para empezar? Ésta es la pregunta más fundamental. Algunos pueden decir que “el dinero es cualquier cosa que se utiliza como dinero” o “el dinero es dinero porque se utiliza como dinero”, lo cual es una tautología. El dinero, que es por definición un medio para medir y comparar el valor de diferentes cosas, ha tenido y tiene diversas funciones más allá de las inmediatas y pragmáticas. Por ejemplo, en tiempos pasados la religión decía a sus seguidores que las donaciones expulsarían las impurezas del diablo. A lo largo de la historia de la humanidad, casi cualquier cosa ha sido utilizada como material para el dinero: plumas, conchas, tela, barras de hierro, esclavos, trigo y trozos de papel.

La razón por la que los científicos sociales no han podido llegar a una solución simple y convincente sobre la historia sobre el origen del dinero es que no hay motivos para creer que pudiera existir tal solución. El dinero no fue inventado nunca, como tampoco lo fue la música, las matemáticas o las joyas. De acuerdo a Graeber, “lo que llamamos ‘dinero’ no es una ‘cosa’ en absoluto, es una forma de comparar cosas matemáticamente, como proporciones: de decir que uno de X es equivalente a seis de y como tal es probablemente tan antiguo como el pensamiento humano” (1). Un pensamiento, podríamos añadir como psicólogos, que constituye un concepto existente en su proceso histórico de transformaciones alquímicas. Desde su enfoque psicológico, Giegerich defiende la idea de que el dinero es la nueva forma lógica de Dios,

el dinero está presente en todas partes y es todopoderoso, puesto que casi todo se puede “vender” y como todo lo demás, incluso las personas, son venales… En realidad, saca a la luz la verdad” de lo que el autor piensa como Schein, un ser ilusorio, ‘el antiguo medio de intercambio en los mercados de los bienes y mercancías se han convertido ahora en una mercancía en si misma en el “mercado del dinero”. El dinero se ha reflejado completamente en sí mismo…(2)

Históricamente, el intercambio humano siempre ha sido y es la expresión más convincente de su humanidad. En La Genealogía de la Moral, Nietzsche observa que,
[e]l sentimiento de obligación personal tiene su origen en la relación personal más antigua y primitiva que existe, en la relación entre vendedor y comprador, acreedor y deudor… Fijar precios, medir valores, pensar equivalencias, intercambiar cosas… Vender y comprar, junto con sus atributos psicológicos, son incluso más antiguos que los comienzos de cualquier forma de organización y agrupación social; de la forma más rudimentaria de derechos legales personales, el sentimiento incipiente de intercambio, contrato, culpa, ley, deber y compensación fue en cambio transferido por primera vez a las estructuras sociales más crudas y tempranas.(3)

Más allá del trueque primordial, del intercambio directo entre dos, la emergencia histórica del intercambio entre humanos mediado por el dinero no es meramente un instinto biológico, o práctico, o de una necesidad de supervivencia, sino como la expresión del impulso fundamental del alma a desarrollarse y expresarse en la cultura y la vida a través del compartir (sharedness). El compartir es la cualidad esencial para la constitución de significados y, yo añadiría, para toda la experiencia humana que sigue ineludiblemente la misma lógica: no hay cultura ni historia sin intercambio. El intercambio psicológicamente incluye no sólo la compra y venta de mercancías por medio de trueque o dinero con un fin más o menos pragmático pero también “reciprocidad en comunidad”.

En otras palabras y de acuerdo a NIshibe, “ayuda mutua”(4) . La necesidad de intercambio es intrínseca a la vida del alma, la búsqueda de cualquier beneficio, ya sea biológico, personal o tribal, es empíricamente obvia, pero psicológicamente no es esencial. No hay intercambio a menos que exista una herramienta que lo haga posible, este es el concepto de mercado, el “lugar” donde se realiza el intercambio, este es el dinero, una manifestación del alma que une en un acto objetivo de consentimiento, el recíproco reconocimiento del compartir. La invención del dinero representó una superación, una evaporación de la lógica del trueque, comparable al acto ritualizado de matar (5) en contraste con las actividades de la adquisición de alimentos para la supervivencia. El concepto existente dinero está vinculado esencialmente al pensamiento del compartir cuyas transformaciones conducen a su emergencia y más tarde al mercado y la economía que hoy mueve al mundo. En la economía no vemos una máquina sofisticada como los economistas quieren, sino más bien una manifestación de la vida lógica del alma, una estructura de consciencia que se articula y se mueve como concepto existente y su historia de transformaciones (sublaciones).

Tradicionalmente ha habido dos tipos de “dinero”, uno basado en un bien tangible como el oro y uno basado en una promesa, como el euro. En el Fausto de Goethe (1808), éste visita al Sacro Emperador Romano. El Emperador se está hundiendo bajoel peso de las deudas interminables que ha acumulado para pagar los placeres extravagantes de su corte. Fausto y su ayudante, Mefistófeles, lo convencen de que puede pagar a sus acreedores, mediante la creación de papel moneda. Se presenta como un acto de pura prestidigitación. “Tienes mucho oro en algún lugar debajo de sus tierras”, señala Faust. “Solo has de emitir billetes prometiendo a tus acreedores se los entregarás más tarde. Como nadie sabe cuánto oro hay realmente, no hay límite a lo que puedes prometer”.

Cox señala que fue sólo con la creación del Banco de Inglaterra que se puede hablar de papel moneda auténtico, ya que sus billetes no eran en ningún sentido bonos. Tenían sus raíces, como todos los demás, en las deudas de guerra del rey. El hecho de que el dinero ya no fuera una deuda contraída con el rey, pero una deuda contraída por el rey, lo hizo muy diferente de lo que había sido antes. El aspecto clave del dinero, en la modernidad, es que el dinero y el valor son por definición escasos, caro y de difícil acceso. En otra distinción, cuando el intercambio no es mediada por el dinero sino por una promesa, abre una nueva dimensión del éste: la relación entre el deudor y el acreedor, como dice Cox:

[l]a palabra “acreedor” se basa en la palabra latina “credo”, que significa “yo creo”. El acreedor necesita creer en lo que el deudor está dispuesto a pagar y, por lo tanto, el deudor necesita la confianza del acreedor… Las dos partes tienen una relación mutuamente vinculante (6).

El autor está convencido de que a relación deudor/acreedor es la base de la colaboración humana y una razón clave por la que la raza humana ha avanzado tanto.

Ya sea que estemos de acuerdo o no, esta opinión es lo suficientemente interesante como para hacernos considerar la lógica del alma de este tipo de experiencia, cuyo impulso fundamental está representado por la noción de deuda. En las eras mitológicas y religiosas, la deuda se acuña en cuanto a la pertenencia a los dioses, “en todos los idiomas indoeuropeos, las palabras para “deuda” son sinónimos de las palabras para “pecado” o “culpa”, ilustrando los vínculos entre la religión, el pago y la mediación de los reinos de lo sagrado y lo profano por medio del “dinero”.
Graeber señala que,

[la] diferencia entre una deuda y una obligación es que una deuda puede cuantificarse con precisión. Para ello se necesita dinero. No sólo es el dinero lo que hace posible la deuda: el dinero y la deuda aparecen en escena exactamente al mismo tiempo… Algunas de las primeras obras de filosofía moral, a su vez, son reflexiones sobre lo que significa imaginar la moralidad como deuda, es decir, en términos de dinero.(7)

Etimológicamente existe una conexión entre dinero (en alemán Geld), indemnización o sacrificio (antiguo Geild en inglés), impuesto (Gild gótico) y, por supuesto, culpa (8). Se cree que en aquellos tiempos era el rey quien asumió la tutela de esta deuda primordial, mientras que hoy es el Estado su continuador por medio de los impuestos, que son la medida de nuestra deuda con la sociedad. La tesis de que la deuda es el origen de la invención positivista del dinero ha sido discutida por algunos autores, pero psicológicamente mantengo la idea de que la noción y la experiencia de la deuda ha tenido y tiene un significado relevante que emana de la vida lógica del alma y tiene un profundo impacto en la estructura psíquica de la humanidad. La noción de deuda está profundamente incardinada en la cultura occidental por la tradición religiosa judeo­cristiana, que ta desde su comienzo primordial está presente, la deuda: el pecado original cometido por Adán y Eva, y desde entonces, el cristianismo se ha visto obligado a pedir e implorar la redención de nuestros deudas en sus oraciones (9).

En nuestra historia contemporánea es pertinente mencionar un acontecimiento político y económico que inició una nueva era en la lógica del intercambio. La decisión de Richard Nixon en 1971 de desvincular el tipo de cambio del dólar de los metales preciosos, eliminar el patrón oro internacional e introducir el sistema de regímenes monetarios flotantes que ha dominado la economía mundial desde entonces significó que todas las monedas nacionales eran en adelante, como les gusta decir a los economistas neoclásicos, “monedas fiduciarias”. Dinero respaldado únicamente por la confianza pública. Esto marcó el comienzo de otra fase, otro paso en la superación del concepto de dinero: el dinero virtual.

La historia de los orígenes del capitalismo es la historia de cómo una economía de crédito se convirtió en una economía de intereses; de la transformación gradual de las redes comunitarias por la intrusión del poder del Estado cuyo argumento central es que cualquier intento de separación entre la política monetaria y la política social es, en última instancia, errónea.

“Los gobiernos utilizan los impuestos para crear dinero, y pueden hacerlo porque se han convertido en los guardianes de la deuda que todos los ciudadanos tienen entre sí [con la sociedad y con el Estado ­ mi comentario]. Esta deuda es la esencia de la sociedad misma.”(10)

Según Cox,

[E]sta es una idea asombrosa. Dependemos completamente de los bancos comerciales.
Alguien tiene que pedir prestado cada dólar que tenemos en circulación, en efectivo o en crédito. Si los bancos crean suficiente dinero sintético, prosperamos; si no, nos morimos de hambre. Carecemos por completo de un sistema monetario permanente. Cuando uno comprende completamente el panorama, el absurdo trágico de nuestra situación desesperanzada resulta casi increíble. Pero así es. (11)

En nuestra situación actual, la deuda de los consumidores es el elemento vital de nuestra economía. Todas las naciones-estado modernas se construyen sobre la base del gasto deficitario. La deuda se ha convertido en el tema central de la agenda política internacional. Los banqueros pueden producir dinero emitiendo créditos contables por un valor superior al que tienen en efectivo y en reserva. Esto se considera la esencia misma de la banca moderna. Hoy en día, la deuda se ha convertido en el equivalente de la bomba atómica en el ámbito de la vida política, económica y social. La deuda privada y pública han generado una gigantesca burbuja cuya explosión podría destruir todo el sistema financiero y nuestras vidas con él. Esto nos lleva al sistema financiero actual y al sistema de políticas monetarias que van juntas y que, según Cox, podrían describirse sucintamente de la siguiente manera:

el Tesoro crea el bono y la Reserva Federal crea el dólar y los intercambian. El Tesoro ahora puede gastar su dólar a través del gobierno; esto se hace a través del sistema bancario. El sistema bancario de reserva fraccionaria requiere que sólo tengan que conservar una fracción del papel moneda. Y así la siguiente capa de bancos puede multiplicar la cantidad de crédito y el proceso puede repetirse. Finalmente, el crédito aparece en las cuentas de préstamo­ depósito del público en general. Y eso es la oferta monetaria… Cuando obtienes un préstamo para un coche o una casa, ni tú ni el banco tenían el dinero. En cambio, el banco simplemente escribió los números en la computadora y puedes verlos en tu pantalla… Pero, ¿qué es lo que le da valor a todos estos números? La respuesta eres tú. (12)

Por supuesto, como psicólogos, nuestra respuesta debe tener en cuenta el alma y su Opus Magum, que nos permiten pensar que el valor del dinero no se basa únicamente en cálculos y búsqueda egoísta de lucro, sino también en toda la estructura sintáctica y sus internas contradicciones que informan la vida anímica lógica en la modernidad. El concepto de deuda ha sido y todavía sigue siendo sostenido y aplicado por el Estado a través de reglas, leyes, normas y reglamentos. por medio de las fuentes jerárquicas de autoridad de las burocracias (13). La deuda que históricamente se transformo (subió) asimisma desde la fe divina a la “confianza social”, hoy puede implosionar la economía. y la estructura social que nos sustenta y constituye la lógica de la organización civil de la vida, porque la confianza social se está corrompiendo, evaporando como lo evidencian, y lo desarrollo más a fondo adelante, los síntomas sociales y culturales que nos rodean.

Giegerich señala que “hoy en día el dinero se ha emancipado de la naturaleza, de los deseos humanos y decisiones y está en camino de volverse absoluto… se ha vuelto auto-orientado a servirse a si mismo, auto-contenido, un fin en sí mismo… que exige más, más y cada vez más, por sí mismo, por ningún otro propósito que multiplicarse a sí mismo”. El peligro aquí es que entendemos esta lógica del alma en el sentido que  es imparable y debe continuar, pero creo que la noción de deuda que he analizado debe ser tenida en cuenta dado su importante crecimiento hacia el infinito (14) sólo conduce a la posibilidad de su aniquilación radical. Visto psicológicamente, el proceso de superación (sublación) de las ideas que sustentan las formas de la crisis de la sociedad actual y las organizaciones en las que se produce este fenómeno, y las mismas formas de incesante innovación tecnológica, parece expresar una superación continua cuya dirección y alcance son aún incomprensibles pero que nos invitan a reflexionar bajo la lógica de la emancipación del alma.

La utopía revisitada

La característica esencial, pero formalmente esencial, de la mente es la Libertad.
G. W. Hegel.

La utopía se ha referido al deseo, al deseo de un mundo y/o sociedad mejor y como tal
se ha incrustado en el núcleo de la experiencia humana y está implícito en los programas políticos y alternativas constructivas para una sociedad justa, equitativa y sostenible que proporcione la condiciones para una especie de paraíso terrenal. Thomas More acuñó la palabra como título de su Utopía de 1516 en un juego de palabras que eu topos significa o ningún lugar y/o buen lugar. Giegerich sostiene que “la ideología es la entrega contrafáctica de deseos subjetivos como realidad objetiva. Es una hipóstasis estructuralmente metafísica que postula como realmente objetiva lo que en verdad se echa mucho menos. Es la fundamentación y objetivación de funciones subjetivas. Mistificación, fetichismo (15). En consecuencia, la utopía se entiende ampliamente como una quimera, panacea, ejemplo de ilusión, sociedad perfecta imaginada o lugar construido que no existe y que no puede existir.

Los siglos XIX y XX fueron por excelencia la época de la revolución social, política y utopías culturales. Socialismo, comunismo, anarquismo, liberalismo, un conjunto de programas utópicos y promesas redentoras que surgieron de profundos cismas en la sociedad y la vida cultural, cuyas consecuencias fueron altamente contradictorias. Eran “planes utópicos, para proporcionar un nuevo objetivo último de la vida” (16).

Mi postura es que las utopías políticas han sido el primer ejemplo del surgimiento de una nueva estado de conciencia que se aleja de la antigua interioridad propia el hombre no-nacido, pero como una primera inmediatez todavía que está muy lastrada por el viejo estilo de conciencia. Entre las diversas ideologías dominantes en la modernidad, me centraré en el anarquismo, porque su concepto raíz implica una negación, un an­-arché, íntimamente relacionado, en mi opinión, con la negatividad de la vida del alma. El concepto raíz del pensamiento anarquista implica la idea de que un ser humano pierde su esencia cuando su capacidad de decisión (como marca fundacional de su autosoberanía) es captada por cualquier instancia externa a él. El delegar, o exteriorizar esta dimensión es propio de la antigua forma de adentridad, que se sustentaba en un concepto de verticalidad cuya dinámica era de sumisión a los poderes numinosos. Esta forma de adentridad que aún no se ha destilado y evaporado, desde la modernidad está desplazada a las instituciones sociales llamadas el Estado y la Corporación.
Desde los albores de la modernidad, se cree que ambas instituciones son esenciales para la vida humana, el progreso humano y el desarrollo social, sostengo que siguen una lógica que preserva un estado colectivo de conciencia que surge del anhelo de interioridad del alma neurótica de la modernidad. Ambas instituciones fueron erigidas como una forma de resistencia neurótica contra la “muerte de Dios” y el colapso del Eje vertical que sostenía la era premoderna. Giegerich señala que “el sentido de verticalidad ha desaparecido por completo; el pensamiento moderno es decididamente horizontal” (17), pero sostengo en este artículo que una especie de verticalidad todavía está presente en la forma del Estado moderno y la Corporación.

Esta instituciones cavaron sus cimientos en una disociación irreductible o contradicción entre el orden y el caos (Estado), y entre la prosperidad y la pobreza o el crecimiento y la decadencia (Corporación) junto con otros cismas y contradicciones irreductibles entre la moral de los opuestos. En mi opinión, esto no sólo concierne a los estados totalitarios sino también a los contemporáneos estados democráticos. A pesar de las apariencias que se desprenden de sus predicados (derechos humanos, libertad de expresión, etc.), la Corporación como una criatura psicópata y el Estado, según Bakan, como el Leviatán hobbesiano, se sustentan esencialmente en una estructura piramidal, vertical con estructuras lógicas jerárquicas que constituyen organizaciones burocráticas que supuestamente están legitimadas por el contrato social (18) cuyo trabajo de facto es crear una coerción lógica sustentada por la división de la realidad social en opuestos irreductibles, a través de la lucha compulsiva contra un Otro externo demasiado terrible (el Estado monopoliza el uso de la fuerza contra cualquier Otro que le cuestiona (19). La debilidad de nuestra democracia actual es el ejercicio de una autoridad vertical sofisticadamente disfrazada en doctrinas del Estado de Bienestar, los derechos humanos y la práctica ritualística de ejercicios periódicos de elección de gobiernos. Este disfraz encubre una violencia estructural que es una expresión de la conciencia contemporánea aún enraizada en la disociación de una interioridad psicológica lógicamente obsoleta, que alimenta una confianza social ciega a su propia ausencia de verdad, la firma del homo absconditus actual.

ŽiŽek afirma que,

una de las principales formas de resistencia del analizante es su insistencia en que su desliz lingüístico sintomático fue un mero lapsus linguae sin ninguna significación, análogo al que se da en el dominio de la economía, en el que el procedimiento ideológico por excelencia es reducir la crisis a un suceso externo, en última instancia contingente, sin tomar en cuenta la lógica inherente del sistema que engendra la crisis.(20)

Esta ocurrencia contingente externa se suele atribuir al Otro exterior antagonista. Su vertical articulación resiste a su transformación (sublación) en la horizontalidad de la emancipación de la lógica de la consciencia actual. Una resistencia al colapso del eje vertical del Absoluto. La adentridad que éste pone en escena es similar a cualquier síntoma neurótico, basado en la ausencia de verdad. Giegerich señala que “la ideología es una versión menos real y poderosa, más vaporizada del Absoluto neurótico… su carácter sintáctico (estructural) no debe ser notado, la ideología como ‘falsa conciencia’ (Marx).”(21).

El autor dice: “[e]l tipo de interioridad que [en el período moderno] se anhela, si fuera de hecho, si se realizara, sería intolerable para el sujeto moderno… se sentiría como un encarcelamiento, como una pesadilla, de la que es testigo la experiencia del siglo XX en los Estados totalitarios y su relación lógica con las sectas fundamentalistas, nos ha dado un ejemplo” (22). Este ejemplo también lo ofrecen no sólo los estados totalitarios. A principios del siglo XIX, Proudhon, uno de los teóricos más influyentes del anarquismo afirmó que,

[S]er gobernado es ser vigilado, inspeccionado, espiado, dirigido, regulado, numerado, regulado, enrolado, adoctrinado, predicado, controlado, controlado, evaluado, valorado, censurado, comandado por criaturas que no tienen ni el derecho ni la sabiduría ni la virtud para hacerlo. Ser gobernado es estar en cada operación, en cada transacción anotado, registrado, contado, gravado, sellado, medido, numerado, tasado…, castigado. Es bajo pretexto de utilidad pública y en nombre del interés general, ser puesto bajo contribución, ser taladrado, esquilmado, explotado, monopolizado…(22).

Una afirmación profética que anticipa el modo de vigilancia del capitalismo en la modernidad medial. Su lema: «No admitimos el gobierno del hombre por el hombre, como tampoco la explotación del hombre por el hombre” (24) es, en mi opinión, la primera inmediatez del pensamiento de la emancipación. expresada en la dimension horizontal en el medio político y social. Psicológicamente, el pensamiento de la anarquía es una expresión del concepto lógico de emancipación, en su proceso histórico de alcanzar la verdad de su propia noción. Históricamente tiene su expresión en la negación de la noción de autoridad (sumisión) en su estructuración vertical. Se ha logrado en la eje del Absoluto (metafísica y religión) y actualmente en el proceso de desarrollo de la corrupción, disolución y putrefacción de las estructuras autoritarias seculares, sociales y civiles. congregadas en torno al Estado y la Corporación que se manifiestan en el nivel empírico en crisis sociales, y a nivel lógico, en la disolución del sujeto en su realidad concreta y su identidad positivista (incluyendo el concepto positivista de Estado­-nación, la disolución de su soberanía forzada por el carácter transnacional de la crisis ecológica y del reto de la amenaza nuclear, etc.). Todo el énfasis en la autonomía y la autodeterminación humana en la modernidad es manipulado con un impulso igualmente intenso a obedecer al Estado a sus expensas. La anarquía no puede existir empíricamente mientras se la imagine desde su exterioridad como un fenómeno social y Estado político que se debe alcanzar mediante la lucha, un esfuerzo de voluntad, un programa que se debe llevar a cabo. Lo entendemos como el proceso de emancipación en su recorrido histórico de despliegue de sus contradicciones y las diversas etapas y superaciones que corresponden a cada una de éstas en acercándose al cumplimiento de su verdad. El pensamiento de la anarquía implica una teleología, la lógica obsolescencia de cualquier autoridad positiva que no sea la verdad anímica del Hombre por sí mismo.
Nuestra posición como psicólogos nos invita a pensar en el telos inmanente del fenómeno del alma sin tener que aplaudirla ni condenarla. La cuestión de si esta utopía lógica que analizo en el presente trabajo se convertirá en una utopía positiva y empírica en el futuro cercano o lejano no nos concierne. Como psicólogos, sólo tenemos que admitir que, en palabras de Giegerich,

“[e]mancipación en el sentido de ‘individuación’, liberarse de las ilusiones, enfrentarse a uno mismo objetivamente, es hoy una tarea del individuo… Pero es también una tarea histórica, proceso que ya ha tenido lugar para que nos encontremos en la situación cumplida de la emancipación (emancipación) como un hecho. Es una condición mundial, la condición de “El hombre nacido psicológicamente ” (25).
.
En última instancia, la delegación, la subrogación, la cesión del momento de reflexión de
la toma de decisiones es un acto lógica y necesariamente ligado a la imperante huida del pensamiento (Heidegger) que caracteriza al hombre contemporáneo. Nuestra contradicción es: nacemos como individuos libres, soberanos, autónomos y conscientes y al mismo tiempo vivimos en una sumisión neurótica ejemplificada por formas externas de autoridades “libremente elegidas”, que nos controlan y exigen obediencia absoluta, “…en concierto con las demandas de un mercado, esfera política y estructura de poder que dependen del aislamiento humano y la previsibilidad para poder operar.”(26).
Aunque más arriba he afirmado que el Estado y la Corporación son análogos en su
estructura psicológica, hoy el Estado y su legión de políticos-funcionarios que, directa o
indirectamente, consciente o inconscientemente, terminan siendo meros empleados­-títeres de las todopoderosoas corporaciones. En otras palabras, la única institución que reina es esta última, que nos lleva de nuevo a la idea de Giegerich antes mencionada: el dinero es Dios, por lo tanto los cambios que ocurren en la esfera del dinero parecen apuntar al núcleo mismo de la vida contemporánea, una cuestión que desarrollo más adelante.

La utopía y la anarquía son conceptos negativos que obligan a la conciencia humana a existir en el heideggeriano sin nombre (nameless) en la “cercanía del Ser” que es, en palabras de Vieiria,

la designación Heidegger de la utopía, la promesa de un nuevo nombre que, en lugar de replicar las antiguas estructuras semánticas de poder del mundo, mantendría su compromiso existencial ­utópico con un nombre sin dominio, conservando un mínimo de anonimato… una fluidez de complejos semántico­-ontológicos y su disposición a disolverse tan pronto como hayan sido traídos a la existencia en el nuevo mundo moldeado por el impulso utópico (27).

Bitcoin, consciencia descentralizada en red

Desde el principio, la creación del mundo digital que como tal está destinado a hacer realidad de que el mundo natural ha quedado lógicamente obsoleto, y con él la superación de la noción positivista de identidad cuyo concepto moderno se ha incrustado en la lógica de la jerarquía sostenida en la confianza social. La confianza social, que hoy en día está cada vez más cuestionada, ha sido posible gracias a la tecnología, el surgimiento de un sistema digital que supera (subla) en sí mismo la confianza y la jerarquía que hasta ahora era y es una parte inherente de la identidad sustancial de las personas y las instituciones.

Este sistema digital se revela como depositario de esa confianza, expresando así el trabajo del Opus Magnum del alma, a través de la interacción e interpenetración de la economía y la tecnociencia que actúa como un gran disolvente universal que diluye identidades y barreras, y funciona como un gran torrente que dirige implacablemente el esfuerzo humano hacia una dirección desconocida. Un nuevo movimiento en la cultura y en la estructura psíquica del ser humano que está obligando a dejar atrás la vieja y obsoleta lógica que aún permanece.

El primer intento serio de moneda digital nació en un papel firmado por Satoshi Nakamoto en 2008 (28). La idea que subyace al proyecto es crear una red descentralizada y alternativa.
sistema de circulación de dinero, para intercambios fuera del control del corriente
sistema económico­-financiero. Inició una revolución al implementar un sistema financiero descentralizado y anónimo que permite a las personas operar independientemente de los gobiernos y bancos centrales. Antonopoulos sostiene que

la principal invención de Nakamoto fue hacer que todos las propiedades de Bitcoin, incluida la moneda, las transacciones, los pagos y el modelo de seguridad, deriven de su mecanismo descentralizado para un consenso emergente. Un consenso que no es fabricado o impuesto explícitamente –por la toma de decisiones de alguna autoridad central–, ni por ninguna acción inherente complejidad o confianza en un solo nodo. En cambio, es un artefacto de la asincrónica interacción de una red resistente de miles de nodos independientes y sencillos, que todos siguen unas reglas algorítmicas sencillas para llevar a cabo una gran variedad de procesos financieros” (28).

Leemos en un manifiesto criptográfico, “estos avances alterarán por completo la naturaleza de la regulación gubernamental, la capacidad de gravar y controlar las interacciones económicas, la capacidad de mantener la información en secreto e incluso alterarán la naturaleza de la confianza y la reputación” (29).

El concepto de anarquía presenta vínculos etimológicos interesantes con la negatividad de la vida lógica del alma, an­-arche, una negación determinada de cualquier principio o imposición de autoridad o poder positivo más allá del cual emana cualquier externalidad. Bitcoin, cuya anarquía se refleja e incrusta en sus estructuras lógicas, se ha materializado debido a tres desarrollos tecnológicos: tecnologías de cifrado, datos digitales en redes anónimas, e instrumentos descentralizados peer to peer (P2P) que se basan en código criptográfico.

En el documento fundacional de Nakamoto, “Bitcoin P2P e­-cash paper”, leemos: “He estado trabajando en un nuevo sistema de efectivo electrónico que sea totalmente peer to peer, sin un tercero de confianza” (30), abriendo un nuevo horizonte que se genera horizontalmente a través de las finanzas sin permiso aplicaciones, que en conjunto apoyan una economía sin permisos. La idea clave aquí es “no el término “tercero de confianza” inscrito en la estructura lógica binaria de Bitcoin implica la absoluta negación de cualquier autoridad externa, institución bancaria o gobierno. Hay una determinada negación de tener confianza vinculada a cualquier tercero empírico, Forrester y Salomon explican que,

  • dar a cada uno una porción del pastel regalando el software para crear más Bitcoins. Esto es minería de Bitcoin.
  • No tiene una autoridad central, o fundador, que controle la moneda.
  • Hacer que funcione como efectivo con transacciones irreversibles.
  • Mantener un sistema honesto y transparente. Todos tienen un registro de todos los bitcoins, o lo que se conoce comoel libro de contabilidad (31).

El libro mayor es una manifestación del Logos del Alma encarnado como código de software, es la emancipación en su continuo movimiento de volver a casa, a sí misma, liberada de la identificación. con cualquier positividad (individual o institucional). Vigna señala que “los registros públicos utilizados por las criptomonedas pueden sacar a la luz el funcionamiento interno de un sistema económico-­político que antes estaba oculto dentro de instituciones centralizadas e impenetrables”. Postulo que nosotros estamos ante un fenómeno que no es meramente una transformación técnico­-práctica, sino una transformación del alma en un movimiento que supera un estado previo de conciencia en relación con la articulación de una vida social sigue arraigada en la verticalidad de la interioridad de épocas pasadas. La confianza es un valor del alma que permite que la conciencia se abra y se comprometa con lo que sea o con quien lo demande. Confianza se encuentra en la base misma de cada acto de valor. El hombre pre-moderno confiaba en lo numinoso y esta experiencia articuló su ser-­en-­el-­mundo, tanto como el hombre moderno confía en el discurso de democracia y prosperidad que surge de la relación entre la Corporación y el Estado.

Bitcoin niega los tres conceptos y usos actuales del dinero:

  •  Como reserva de valor garantizada por el Estado.
  •  Como unidad contable llevada por las sociedades y
  •  Como un sistema de pago controlado por gobiernos y bancos.

Refuta las tres determinaciones del control externo y las integra en un planteamiento horizontal.
estructura, una red de código distribuido que inherentemente crea y confiere una soberanía al control del usuario anónimo. Bitcoin es un símbolo de una nueva era de aplicaciones informáticas cuya filosofía está animada por el concepto central de descentralización. Estas aplicaciones
componen un ecosistema de servicios que se desarrollan con enorme potencia y pasión.
telos para preservar la libertad de movimiento y la disolución de las identidades individuales en experiencia grupal, anónimamente liberada de cadenas de identidad. Estas aplicaciones llevan en su sistema lógico: una forma de emancipación de las facultades creativas humanas y de creación de redes de solidaridad más allá de las restricciones identitarias y de la lógica obsoleta de la contención en lo vertical y sus formas autoritarias de sumisión. Considero que el código de Bitcoin es una gran herramienta contemporánea, una obra de arte, en el sentido de considerar el arte como una expresión del alma que revela una verdad del locus histórico en el que nace la tecnología. Su belleza no es sensible ni sigue cánones estéticos ortodoxos, pero el “genio” de su autor o autores se manifiesta en el impacto psicológico que implica para la lógica en la forma en que la humanidad experimenta su realidad social. La “leyenda” que gira en torno a su autoría (anonimato, trabajo colectivo) parece encajar, porque sabemos que el nombre, Satoshi Nakamoto, es un seudónimo, y se sospecha que no hay un único autor, sino más bien un grupo que se esconde detrás. El anonimato, ya sea de uno o más autores, refleja el espíritu del Opus Magnum que hoy parece “entregarse” a la disolución de identidades y sustancias en pura sintaxis. Como Giegerich observa: “[l]o que llamamos creatividad es precisamente la capacidad de ser usada por obras quieren ser producidas. Es la capacidad de construir castillos en el aire” (33). Nunca mejor dicho, las funciones algorítmicas y el código de software en la nube. Su belleza reside en la elegancia con la que algunas líneas de lógica binaria cuestionan radicalmente y sin ninguna violencia empírica lo que las grandes ideologías buscaban: una transformación de la lógica de nuestro presente y del sistema financiero y político y el estado neurótico de conciencia que lo sustenta.

Bitcoin representa una nueva dimensión de la negatividad lógica de la emancipación porque no se basa en el ámbito positivista de confiar en una institución, sino que depende de una concepto de confianza lógicamente transparente para que todos lo vean y controlen, dada la naturaleza de código abierto de su código.

El código habla por sí solo

Las verdades del alma necesitan hacerse realidad.
W. Giegerich.

El concepto de DAO: un acrónimo que significa Organización Autónoma Descentralizada (34)
­se deriva de Bitcoin, que podría considerarse su precursor, cuyo punto central es el anonimato, y las relaciones entre pares y comunicaciones que favorezcan la gobernanza horizontal y muchos de ellos, y en muchos casos, la disolución de identidades y del poder externo de las  estructuras del actual sistema. Constituye un acontecimiento (en el sentido heideggeriano) que anuncia una revolución pisco-lógica que somete a nuestra sociedad a una transformación global. Una transformación que implica el colapso de las formas clásicas de comunidad, nación y Estado, y por lo tanto deja a la subjetividad en una “falta de hogar trascendental”, como la describió una vez Lukacs.

Como psicólogos no podemos predecir ningún resultado empírico, sino que necesitamos
concentrar nuestros esfuerzos, como sugiere Giegerich, en imitar el pájaro de Minerva y su vuelo nocturno. Lo que he analizado ya está aquí, en tiempo del pretérito perfecto, se ha hecho visible. y parece seguir una evolución imparable. El alma hoy nos presenta su pensamiento y
vierte su dinamismo en el código binario, la sustancia etérea (logos encarnado) que marca el curso de nuestra existencia y crea una nueva realidad emancipada, internalizada en su verdad,
y llevando a cabo la lógica inherente a la noción del viejo lema negativo anarquista, “Ni Dios, ni Patria, ni Rey.”

La noción de anarquía, que he discutido en este trabajo, está vacía de cualquier connotación positivista, es, sostengo, uno de los conceptos centrales que operan en el corazón del alma y su teleología teleología de la emancipación en el momento histórico actual. La emancipación utópica, así considerada, apunta al nacimiento explícito del alma fuera de sí misma, para el surgimiento de un alma nacida como conciencia enteramente humana en su infinita interioridad.
Esa emancipación no es algo ya hecho. Como dice Giegerich, “requiere el trabajo continuo de un despiece pieza por pieza de cualquier concepto en que el hombre moderno demuestre estar todavía apegado a pesar de todos los esfuerzos de emancipación anteriores” (35).

A la luz de la actual emancipación del alma que actúa a través de la lógica tecnológica como un opus del alma que apunta a la superación e interiorización de las nociones de identidad y
subjetividad en una red de redes descentralizadas y anónimas de interdependencia mutua que tienen la cualidad sintáctica de la reciprocidad horizontal del recibir y dar, una reciprocidad que deja de lado al sujeto cartesiano: un yo “independiente” situado en una dualidad de oposición al mundo exterior y encerrado en la centralidad obsesiva de su ego. Está surgiendo otro tipo de confianza, concebida no como una virtud moral, sino más bien como la lógica de lo compartido incrustada en las estructuras tecnológicas que determinan nuestra vida.
No hay que combatir la ceguera y la evasividad (avertednes) del ego moderno, sino permitirle que avance, a través de un superación (sublación) que va negando las ideas hasta ahora tan poderosas que sustentan la instituciones sociales actuales que al convertir la propia comunidad humana en deudas, información y números encarnan la constitución neurótica de la época. Al detenerse en lo negativo (ŽiŽek) y exponerse sin descanso a la verdad de que el dinero no es inefable, que pagar las deudas de uno no son la esencia del compartir, así como nadie tiene derecho a calcular verdadero valor y nadie tiene derecho a decirle lo que realmente debe.

No hay ningún llamado a la acción política sustentado en mis argumentos, estoy de acuerdo con Giegerich cuando dice en relación con la bomba nuclear y el miedo colectivo al exterminio: “No estoy hablando de un exterminio físico que nos libera de los problemas, sino más bien de la previo y más sutil en manera nuestra de pensar sobre ellos, en el sentido de que las cosas no deseadas se consideran exclusivamente como problemas que hay que eliminar” (36).

Esto no se trata de una negación y un descarte no dialécticos del concepto de sociedad, sino que, más bien, ha de considerárselo una negación determinada, el otro, de un concepto de utopía, ahora libre del peso de la positividad.

Si las tecnologías en red pudieran permitir a las personas negociar sus propios contratos sociales y satisfacer sus necesidades de manera más directa y responsable permitiría el surgimiento de nuevos tipos de gobernanza autónoma y autoabastecimiento”(37). ŽiŽek también estaría de acuerdo,

[e]l paso a la siguiente etapa “superior” del proceso dialéctico ocurre precisamente cuando, en lugar de continuar buscando una solución, problematizamos el problema mismo, abandonando sus términos; cuando, por ejemplo, en lugar de continuar buscando una “verdadera” Estado, abandonamos la referencia misma al Estado y buscamos una existencia comunitaria más allá del
Estado (38).

La lógica de Bitcoin revela el “apartarse (pushing off) de un estado de conciencia determinado para alcanzar algo que todavía está en el futuro, todavía una proyección irreal a través del alma que está por delante. de sí misma”(40). Y, por último, pero no menos importante, no podemos dejar de tener en cuenta que el presente análisis psicológico del Estado y de la Corporación, está íntimamente relacionado con la noción de la neurosis que infecta el ego contemporáneo. Ambas instituciones que hoy dirigen nuestras vidas son su reflejo, la expresión de una “locura” colectiva, a través de la disociación de su modus operandi, la jerarquización de sus rituales de gobierno, que reflejan la misma falta de adaptación al mundo (crisis ecológica) como la que produce cualquier síntoma neurótico. Y como señala Giegerich, “[n]o hay nada rescatable en la neurosis, sólo el «sueño» de liberarse de ella, sólo hay que tener en cuenta una férrea voluntad utópica de superar su lógica.

Heidegger habla de un concepto negativo de libertad, se trata de centrarse en su esencia que es negativa, donde se refiere fundamentalmente a “la autonomía, la independencia, la ausencia de dependencia, implica la negación de la dependencia de otra cosa” (39).

La tecnología como máquina psicológica está trabajando en la transformación de nuestro ser-­en-el-mundo, su reciente producción, Bitcoin y todo su ecosistema de aplicaciones son un paso en una nueva lógica del concepto de autoridad superado (sublado) en sí mismo, en la transparencia lógica y la objetividad dl horizontal compartir conjuntamente (togetherness) en red.

Notas

(1) Graeber, 2011, p. 151.
(2) Giegerich, 2007, p. 274-5.
(3) Nietzsche and Hollingdale, 1989, p. 154
(4) Nishibe, 2016, p. 9.
(5) See Giegerich, CEP vol. 3, Soul Violence, 2008.
(6) Cox, 2013, p. 7.
(7) Graeber, 2011, p. 62.
(8) Ibid., p. 171.
(9) “[E]l dios cristiano, que como máxima divinidad, necesariamente produjo el máximo sentimiento de un transgresor y, por lo tanto, un deudor, que nos transmite su carga del pecado original… ¿Por qué, por ejemplo, nos referimos a Cristo como el “redentor”?… Es bastante sorprendente pensar que el núcleo mismo del mensaje cristiano deba enmarcarse en el lenguaje de una transacción financiera”. Ibíd., pp. 154­-162.
(10) Ibid, pp.162-163.
(11) Cox, 58-59.
(12) Ibid, pp.57-58.
(13) Max Weber sostuvo que la burocracia racional era de hecho la esencia misma de la vida moderna.
(14) “Después de todo, le debemos todo lo que somos a los demás… El idioma que hablamos e incluso en el que pensamos… el tipo de comida que nos gusta comer…, incluso el estilo en el que llevamos a cabo nuestros gestos de desafío y rebelión contra las convenciones sociales, todo esto lo aprendimos de otras personas… Si tuviéramos que imaginar lo que les debemos como deuda, solo podría ser infinita”. Graber, 2011, 128.
(15) Giegerich, “Jung y Hegel” revisitados, CEP vol. 6, (2013, p. 400).
(16) Giegerich, CEP, vol. 4, (2020, 190).
(17) Ibid, p. 300.
(18) “Se dice que todo esto se remonta a una especie de ‘contrato social’ original en el que todos estuvieron de acuerdo de alguna manera, aunque nadie sabe exactamente cuándo ni por quién, ni por qué deberíamos estar sujetos a las decisiones de ancestros lejanos sobre este único asunto…” (Graeber, 2011, 160).
(19) “Un Estado reivindica el monopolio de decidir quién puede utilizar la fuerza y cuándo, pero se reserva el derecho exclusivo de hacerlo, delegando la legitimidad de cualquier uso de la fuerza y su permisibilidad dentro de sus límites”. (Nozick, 2001, p. 23).
(20) ŽiŽek, 1994.
(21) Giegerich, 2012, p. 334.
(22) Giegerich, 2010, CEP, vol. 4, p. 193.
(23) Proudhon, 1923, pp. 293-294.
(24) McKay, 2008/2012.
(25) Giegerich, 2012, p. 323.
(26) Rushkoff, 2020, p. 13.
(27) Vieira and Marder, 2011, p. 40.
(28) Antonopoulos 2014, p. 177.
(29) May Timothy C. (1988). Consultado en Enero 2022.
(30) 30 https://www.diariobitcoin.com/glosario/bitcoin/. Consultado el 30 de septiembre de 2021.
(31) Forrester y Salomon, 2013, p. 44.
(32) Vigna, 2016, p. 20.
(33) Ibíd., p. 184.
(34) Según Merkle (2016), “… organizaciones descentralizadas, lo que significa que no están gobernadas por una sola persona o entidad. Las reglas y la gobernanza de cada DAO están codificadas en contratos inteligentes en la cadena de bloques y no se pueden cambiar a menos que lo voten los miembros de la DAO”.
(35) Giegerich, 2012, pp. 328-9.
(36) Giegerich, 2007, p. 26.
(37) Bollier and Clippinger, 2014, p. 24.
(38) ŽiŽek, 2012, p. 239.
(39) Heidegger, 1982, p. 15.

Referencias

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