Reflexiones sobre algunos problemas psicológicos de la pareja contemporánea
Ponencia presentada en la IV Conferenica Internacional de ISPDI, celebrada en el Trinity College, Dublín, Irlanda, Agosto de 2018.
«Yo es otro» Arthur Rimbaud
«Tal vez las diferentes culturas, labradas en los diversos tiempos y espacios de este planeta, no se definan tanto por el conjunto de conocimientos y saberes que produjeron, sino por las inquietudes y preguntas que permitieron formular.«
Paula Sibila
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Contenido
1. Introducción
2. Crisis de la pareja contemporánea
3. Individualidad, libertad, autonomía
4. La triangulación de la pareja
5. La no-pareja
Introducción
En mi trabajo sobre la pareja neurótica, presentado en la Conferencia de 2016, intenté llevar a cabo una reflexión de las crisis de la pareja moderna bajo el prisma de una aproximación psicológica, en el marco de PDI, cuyo interés no está en las interrelaciones entre entidades, tema que representa el único foco de atención de la terapia convencional, sino en la relación que el alma tiene consigo misma, su auto-relación. Para ello, me enfoqué en la misma noción de pareja como concepto existente, sujeto y objeto a la vez de un proceso de transformación histórica, así como la lógica que informa su estructura y la dialéctica de sus cambios y conflictos, siguiendo el dictum de Giegerich 1 » el logos o sintaxis como el alma de y en lo Real está en todas partes, una realidad cotidiana».
Presenté la tesis de que los conflictos de pareja podían ser abordados desde una óptica que analiza la noción nuclear de pareja, esto es, el concepto en el que y desde el cual los miembros viven y experimentan sus conflictos. Uno de los temas que analicé es que el sufrimiento de la pareja de nuestra época expresa la lógica del control que constituye la posición central del ego moderno y configura el campo de batalla donde surgen y evolucionan la mayoría de los conflictos en la pareja 2. Todos los problemas relacionados con el control pertenece al lado del sujeto. La vieja noción de control que anteriormente era una función del destino o de los dioses, hoy tras la muerte de Dios avistada por Nietzsche, se ha colapsado en el individuo atómico al que se le exige que tiene que controlar todos los aspectos de la vida bajo un imperativo que refleja el locus histórico de la modernidad y su enfoque tecnológico de la realidad. Al mismo tiempo, se promueve la entrega idealizada de este individuo a la experiencia del amor romántico, tema que pasa a ocupar un lugar privilegiado en la búsqueda de sentido y felicidad que constituyen el norte de la subjetividad de la época moderna.
En el presente trabajo quiero continuar el análisis enfocando los problemas que sufre la pareja contemporánea. Algunos de estos problemas se relacionan con la experiencia de las interacciones dela vida diaria, otros ponen en jaque la misma existencia de la pareja. Este enfoque , asumo, está relacionado con la distinción propuesta por Giegerich entre dos tipos de psicopatología psicológicas, siendo el primer tipo la neurosis y el segundo «aquellas en que aspectos nuevos o excluidos del alma se hacen sentir y e imponen su camino hacia la conciencia» 3. Otra idea relacionada del mismo autor es la que se refiere a la distinción entre neurosis específica y neurosis general o estructural, aquella que afecta a la subjetividad moderna, una idea que desde mi punto de vista sitúa tanto a los problemas cotidianos de la pareja como a las manifestaciones sintomáticas de la neurosis bajo la misma óptica analítica. El enfoque de mi investigación no es nuevo ya que desde el inicio de la Psicología, se ha considerado que la diferencia entre la normalidad y la neurosis es de grado no de cualidad, no hay brecha entre ambas ya que existe una continuidad, una unidad estructural que hace que el comportamiento neurótico y el comportamiento «normal» sean percibidos como «hermanos gemelos», esto es, estructuralmente idénticos, siendo su variación solo evidente como variaciones de intensidad en su expresión empírica.
Respecto a mi primer punto, considero que determinados fenómenos ordinarios y experiencias que ocurren a las parejas que viven en nuestra época en el contexto de su vida cotidiana y que generalmente los tomamos como expresiones de carácter y/o manifestaciones mediocres de la naturaleza humana, meramente cosas psíquicas, expresan y manifiestan la estructura y la lógica psicológica de la escisión neurótica en la que se asienta la conciencia contemporánea 4. Dicho de otro modo, la pareja en sus crisis puede padecer de niveles de sufrimiento comparables a los que suelen producir los síntomas propiamente neuróticos, sin presentar necesariamente síntomas neuróticos ninguno de sus miembros.
Un paciente, Juan, me cuenta lo siguiente. Ayer regresa a casa su pareja, la cual se ha separado temporalmente de él, debido a una crisis por el consumo esporádico de cocaína que él lleva a cabo como un ritual una o dos veces al mes, en las cuales se ausenta de casa y no regresa hasta el día siguiente. Sara, su pareja, como tienen llave de casa ha llegado antes que él y se ha dedicado a hacer tareas domésticas, él llega y nota que su esposa le ha movido de lugar una muestra de colonia que él tenía en su tocador. Siente un arrebato de intensa furia que le viene de la mano de un pensamiento: «me falta al respeto, debería de haberme preguntado antes». Esta vez y debido a la delicada situación que están viviendo, contiene la furia y opta por salir de casa un rato a esperar a que se le pase. Al regresar le pregunta a ella los motivos de tal acción y ella responde tranquilamente que creyó que el frasco de colonia estaba vacío y como estaba limpiando simplemente lo tiró a la basura. Un primer análisis de este insignificante incidente que despertó una gran furia en él, nos llevaría a pensar que esto es obra de un complejo, una carencia afectiva. Este es un breve ejemplo de lo que es experiencia cotidiana y crónicamente irritante en la mayoría de parejas, ¿quién lava los platos, y cuándo, quién cambia los pañales, hace las compras y empuja la aspiradora, quién lleva a casa la compra, quién decide si salir fuera o mejor buscar las delicias nocturnas en la cama convierten la vida cotidiana es un foco permanente de tensión e irritación.
En la consulta, muchas veces las parejas se quejan de intensos enfrentamientos, de los que acaban energéticamente exhaustos y cuando los relatan en la consulta no se acuerdan de que motivo los originó. Con ansiedad o sin ella, con violencia o sin ella, independientemente de la significancia objetiva del tema en cuestión, el desencuentro es radical. Cada miembro de la pareja está convencido de que el problema está en el otro y se engendra una lógica inacabable de tensión y enfrentamientos en escalada, o su opuesto equivalente, un incremento de la distancia y silencios que se adueñan de la vida de relación.
Desde mi punto de vita, considero que la crisis de la pareja contemporánea no obedece a una pobre adaptación a las necesidades o deseos de sus miembros, ni meramente a complejos psíquicos no resueltos, sino una mala adaptación a la lógica interna que constituye la noción actual de la pareja, la cual está siendo negada, sublada, por un proceso de transformación de la consciencia que analizo más abajo.
Crisis de la pareja contemporánea
Partimos pues de esta premisa: la crisis de las relaciones de pareja expresa la dificultad del alma consigo misma que tiene en adaptarse y aceptar plenamente la transformación histórica que ella misma provoca y que tiene un resultado similar al que se da en la formación de síntomas en la persona aquejada de una neurosis. En este caso, la relación de pareja en su totalidad se convierte en si misma en el síntoma contra el que se ha de luchar, análogamente a como en la vida los pacientes luchan contra su síntoma y así entran en círculos viciosos que lo re-alimentan.
Recordando lo que Giegerich 5 afirma «La realidad del alma invade la realidad pragmática en forma de neurosis (que exige la simultaneidad de dos verdades excluyentes que reinan «al mismo tiempo y con respecto a lo mismo [mi trad.]», y recordando lo que ya escribí en mi anterior trabajo, vemos que la noción de la pareja moderna está basada en la contradicción no dialéctica que existe entre las dos nociones nucleares en las que se asienta:
- La idea de que la pareja está constituida por dos individuos, libres, autónomos basada en la elección que constituyen el esqueleto de la subjetividad moderna y
- La idea de unión basada en el deseo y el amor (el amor romántico) que implica una forma de dependencia radical producto de una disociación entre el otro empírico y el otro lógico, el Otro como Absoluto. La pareja romántica busca al Absoluto en el otro empírico de la relación. La pareja deviene el portador involuntario del ansia por un estadio del alma ya efectivamente sublado en la época contemporánea. Este concepto implica una idea de unión que estructuralmente corresponde a la de la unio naturalis , propia de la forma lógica o sintaxis de nuestro habitual modo de consciencia que en PDI denominamos el «niño» 7.
Illouz 8 lo define suscintamente así «el amor romántico contiene las dos revoluciones culturales más importantes del siglo XX: la individualización de los estilos de vida y la intensificación de los proyectos de vida emocional; y la economización de las relaciones sociales, la penetración de los modelos económicos para moldear el yo y sus propias emociones».
Individualidad, libertad y autonomía
Afirma Giegerich 9 que la emergencia histórica del concepto del individuo abstracto, concebido fundamentalmente como un ente aislado y autónomo, es la condición de la posibilidad de la neurosis, «solamente porque el hombre ha devenido lógicamente un ser aislado un individuo aislado y nada más que un producto de la evolución biológica, la modernidad tiene que predicar la intersubjetividad la «comunicación interpersonal» y la relación como sus valores más altos.»
La pareja moderna, cuya noción emerge en paralelo con la proclama individualista ya anuncia lo que Byung-Chul 10 define como la «agonía del Eros», el final del amor precisamente debido a la propia libertad de elección, que junto a la coacción del mandato que recae sobre el individuo de optimizar sus elecciones acaban anulando la experiencia amorosa, «no solo el exceso de oferta de otros conduce a la crisis del amor, sino también la erosión del otro, que tiene lugar en todos los ámbitos de la vida y va unida a un excesivo narcisismo de la propia mismidad…». Asimismo, la exigencia de libertad, este imperativo paradójico del sé libre precipita al sujeto a una compulsiva auto- afirmación que se expresa como una delimitación negativa que se interpone entre él y el otro incapacitándolo para reconocerse en su alteridad. El Otro, sea percibido como objeto sexual o como complemento para o ingrediente de la propia felicidad, pierde la «distancia originaria» que, según Buber, constituye el fundamento del reconocimiento consciente y amoroso.
El concepto de unión en la pareja moderna
La modernidad ha concebido la pareja como dos individuos unidos por la fuerza del deseo o del amor romántico que eligen unir sus vidas bajo una promesa de felicidad y de significado. El psicoanálisis nos enseñó que el deseo actúa como un todopoderoso motor que incesantemente nos empuja hacia objetivos, inalcanzables por definición. A pesar de su concepción individualista y positivista, el deseo psicoanalítico, implica determinadas formas de otredad, sean como fantasía inconsciente, como imagos parentales, o como arquetipos en la psicología junguiana, lo que ya presupone un cuestionamiento del Otro empírico pues sabemos que éste no es más que un portador de una proyección inconsciente, una re-presentación del propio fantasma. En sus desarrollos posteriores este deseo es asimismo cuestionado desde la perspectiva de lo social, lo cultural y lo económico, en palabras de Deleuze 11, «existe una concepción un poco clásica del deseo como algo individual, según la cual lo social es algo que se va construyendo a partir de ese deseo individual, por etapas sucesivas. … que el deseo y la subjetividad estarían centrados en los individuos y resultarían de la interacción de hechos individuales en el plano colectivo. Partimos de la idea de una economía colectiva, de agenciamientos colectivos de deseo y de subjetividad…Yo no hablaría de deseo individual. Es la producción de subjetividad la que tiende a individualizar el deseo».
Asimismo Guattari 12 enfatiza que «[e]l deseo atraviesa el campo social, tanto en prácticas inmediatas como en proyectos más ambiciosos. Para no confundir definiciones complicadas, propondría denominar deseo a todas las formas de voluntad de vivir, de crear, de amar; a la voluntad de inventar otra sociedad, otra percepción del mundo, otros sistemas de valores.»
Desde la óptica de la Psicología como Disciplina de la interioridad, concebimos el deseo como aquel movimiento que empuja al alma hacia nuevas «formas o niveles de si misma» 13 como en Action que el deseo de cazar culmina en su desmembramiento transformador no solo de su «experiencia de caza» sino de su propia subjetividad como cazador. Giegerich 14 lo define del siguiente modo:
«El alma… se satisface con ser plenamente humana y con establecerse en la realidad positiva. Una iniciación o un encuentro real del alma consigo misma como su propi otro… En toda unión sexual legitima, existen estos dos niveles, el nivel empírico humano y el nivel de significado interior de los acontecimientos empíricos [mi trad.].»
Como decimos, el deseo, tal y como es experimentado en la pareja moderna está asentado en el estadio de la unio naturalis, y su forma lógica de consciencia «el niño» 15. En la formación de la pareja esto se manifiesta en la fuerza y validez de ideas como «confianza ciega», «lealtad eterna», «compromiso total» y una expectativa de felicidad permanente, la expectativa de que mi pareja se ha de comportar de acuerdo a los lineamientos y demandas del propio ideal. Otras ideas que se suman al concierto es el de la fuerza de voluntad y el compromiso, cada miembro de la pareja se ha de esforzar en cumplir a la tabla las reglas de juego implícitas en la misma noción de pareja. Ser una pareja normal es el lema aunque dentro de esta normalidad se busque al mismo tiempo desesperadamente a veces los signos distintivos de ser especial. El amor romántico presupone que se puede establecer un lazo emocional duradero con el otro sobre la base de unas cualidades intrínsecas en este mismo vínculo pero su estructura psicológica es la de la dependencia que es la expresión de un nivel de consciencia que retiene y mantiene el estatus niño ligado necesariamente a la citada forma de otredad externa. Su resultado fenomenológico es el de la dependencia emocional, presente en la mayoría de conflictos de pareja.
Esta dificultad es inherente a la noción del amor romántico que concibe la unión, que excluye su otro dialéctico, la separación. Giegerich16 lo notó y así lo expresó cuando dijo
«En lo que respecta al matrimonio, la secuencia usual en nuestro tiempo es: matrimonio primero, luego divorcio. Pero psicológicamente, una verdadera relación debería ser desde el principio la unidad lógica de ambos. Un matrimonio debe basarse en un divorcio (lógico). [mi trad.]»
Las parejas hoy en día tiene un destino casi inevitable en que la contradicción existente entre unión y separación se expresa en la línea temporal mediante la cual en una primera fase la pareja vive una unión excluida de cualquier noción de separación y una segunda fase las parejas viven una separación literal que supone generalmente la propia extinción de la pareja en cuanto tal. La crisis de la pareja es la crisis de una noción de unidad o amor no dialéctica que obliga a negar o expulsar de si misma a su par necesario, una auto-negación de su propia Otredad interna. En la fenomenología de la la vida de pareja, nos encontramos frente al hecho casi universal de que el deseo acaba desapareciendo de la relación. A una fase inicial casi siempre pasional le sucede inevitablemente una fase de languidecimiento del deseo que se manifiesta en ocasiones sutilmente bajo el disfraz una distancia negada o pensada como normal y en otras, bajo el álgida de síntomas y trastornos sexuales, cuando por ejemplo los dos o un miembro de la pareja se obliga a «cumplir con sus obligaciones de pareja». En tales casos se ha olvidado que el amor requiere intimidad pero el deseo necesita distancia así que la tensión inherente entre las dos nociones cuando están auto-excluídas una de la otra, empieza, tarde o temprano, a generar conflictos que, en muchas ocasiones, irrumpen por la vía de tentaciones a la transgresión.
La «triangulación» de la pareja
Una de las manifestaciones omnipresentes de la modernidad es un fenómeno que cada vez más frecuentemente aparece en las consulta, es el tema de la infidelidad de las parejas. Aunque este fenómeno siempre ha existido, la frecuencia y sobretodo la forma específica en que hoy se presenta nos invita a preguntarnos si el alma habla a través de estas. Afirma Adam Philips 17, de un modo inquietante que «[l]a pareja es una resistencia a la intrusión del tercero, pero para que dure es indispensable tener enemigos. Es por eso que los monógamos no pueden vivir sin ellos. Cuando somos dos, estamos juntos. Para formar una pareja, necesitamos ser tres. [mi trad.]»
Y Esther Perel18, plantea el lema «[e]n el límite de cada pareja vive el tercero», un límite inscrito en el concepto de unión arriba expuesto que implica una identidad de la pareja que anula su propia diferencia, y que acaba generando, en lo empírico, una especie de fusión, que deviene agobiante y asfixiante, situación que convoca al y que necesita objetivamente del tercero excluido, de esa otredad que aparece usualmente en la forma y las experiencias vinculadas con la triangulación de la pareja. Así pues, considero que la experiencia de la infidelidad moderna es un fenómeno que interpela a la pareja, y expresa una problemática de la estructura lógica de la relación. Representa un acontecimiento del alma que invade la vida cotidiana de la pareja, como una forma de otredad. una contra- voluntad que se auto-constituye como un tercero, una forma de otredad que amenaza de muerte a la pareja.
El tema de la infidelidad es usualmente asumido en terapia de pareja como una triangulación. de la díada a la tríada, pero desde nuestro punto de vista no existe tal tríada. Hablamos triangulación de la pareja que se expresa a un nivel empírico factual pero que formalmente supone la dialéctica de la sygyzy, el encuentro anima/animus. Aunque empíricamente hay tres personas en juego, lógicamente se constituye otra forma encapsulada de la otredad. La pareja, como anima, es interpelada, cuestionada, asediada por la intrusión violenta de su contraparte psicológica, el animus.
El deseo transgresor (19) que envuelve amante propulsa a la pareja hacia un desmembramiento de si misma. Desde una aproximación psicológica esta crisis deriva del modo de vivir la relación por parte de ambos miembros, aunque usualmente se atribuye exclusivamente a la responsabilidad del que está protagonizando el affaire, mientras que el miembro de la pareja que la padece, negando radicalmente su responsabilidad se refugia usualmente en una posición victimista.
El animus intrusor entonces aparece bajo el disfraz del amante pone en jaque a la relación y amenaza con asesinar a la pareja en tanto que pareja. Este asesinato es la mayoría de las veces, literal, significando el fin de la relación. Los celos y los intentos de control que surgen son una expresión típica de este problema. En los celos se presenta el miedo a que un tercero seduzca a la pareja y de algún modo la arrebate. Consideramos que estos celos y el miedo que acompaña son tanto una reacción que obedece la lógica de control que busca retener a la pareja y con ello mantener el estado de inocencia y de unio naturalis y contradictoriamente representa la primera manifestación de una transformación psicológica potencial.
Las estrategias usuales, por parte de las parejas de luchar contra el triángulo (del mismo modo que los pacientes luchan contra sus síntomas) e intentar superar la crisis, persiguen la meta de que el tercer miembro, el intruso, desaparezca y por tanto se anule su impacto corrosivo. Dichas estrategias usualmente adoptan dos configuraciones teniendo ambas en común el intento de mantener el status quo actual, es decir la idea de pareja en la que se ha vivido hasta entonces.
La primera estrategia supone una ocultación del affaire, el miembro de la pareja implicado se enreda en un proceso de mentiras, evitaciones e hipocresías mientras de un modo disociado intenta vivir el triángulo clandestina e inocuamente. Es la lógica de la «doble vida» desarrollando una situación, que puede durar hasta que generalmente más tarde o más temprano, se descubre el secreto, lo que suele provocar la ruptura de la relación. En la segunda, o bien la aparición del posible amante provoca un conflicto aparentemente moral, o bien el conflicto toma la forma de conflicto de intereses, el ego calculador concluye que las consecuencias negativas superarían las positivas y en ambos casos la persona niega al amante, y/o a los sentimientos que genera. La persona en una negación no dialéctica de objeto de su deseo, se reprime, da la espalda al deseo, y/o apelando a un esfuerzo voluntarioso intenta pasar página del asunto. El aparente resultado de esta actitud parece ser de mayor valor moral o ético aunque, tanto la primera estrategia como la segunda son igualmente estériles desde el punto de vista psicológico. En ambos casos, la triangulación es vivida y concebida como un asunto de deseos egoicos e independientemente de cómo la pareja acabe el love affair (juntos o separados), consigue que todo tienda a permanecer igual, tanto en el ámbito de lo psíquico, como en el de la estructura de la relación, en la sintaxis que anima la noción de pareja.
De hecho cuando hablamos de triángulos amorosos no hablamos exclusivamente de la intrusión de otro sujeto humano en la relación. El tercer factor puede ser una situación, el trabajo, la familia, el hijo, la droga, una afición, etc. Y el amante por excelencia que hoy se presenta ante la pareja y hace temblar sus cimientos más profundos es la carrera profesional. La centralidad que el trabajo hoy ocupa en la vida cultural y social que supone una colosal fuerza negadora de la pareja, es el amante inmaterial asexuado que surge del abismo que divide la relación interpersonal y la producción. Desarrollo estas ideas más adelante.
En la consulta terapéutica he presenciado, a veces, una tercera estrategia que abre la necesidad sintonizarse con “el viento de la historia” y que no es meramente un resultado de las intenciones del ego, sus patologías y/o sus maquinaciones. Un paciente en terapia de pareja acusado por su mujer de haberle mentido cuando descubrió una pastilla de viagra en su bolsillo, y al poco, unas direcciones de web porno, acabó confesándome en una sesión individual que él no veía nada malo en ir de «caza» de vez en cuando. La misma noción de caza que él espontáneamente refirió me hizo pensar obviamente en el mito de Action y me encontré comentándole una versión improvisada de la lectura del mito que nos ofreció Giegerich 20, en los siguientes términos:
«Así como el cazador se aventura en busca de su presa, en este caso, «la pareja» anhela cazar el deseo que es el medio en que la unión puede realizarse. Pero la búsqueda propiciada por el deseo se da en el territorio agreste de la transgresión que presenta el alma en su «deseo» de conocer la verdad de si misma. Tal vez tu deseo de caza es un inadvertido deseo de descubrir la verdad de vuestra relación de pareja, una verdad más allá de territorio vallado de la idea de pareja en la cual vivís.»
Con este enfoque intento hacer explícita la idea de que es la misma pareja que en su propia noción de pareja, está siendo cuestionada, está pasando por un acontecimiento de verdad, momento y/o experiencia que se posibilita cuando la experiencia «triangular» ni se reprime ni se oculta, lo que implica vivir el affair sin engañar a nadie. Obviamente una experiencia que sacude los cimientos de la pareja y hace aflorar los elementos sombríos al escenarios de un modo explícito. El amante representa el «veneno» que cura a la pareja o la mata. Si la relación de pareja no muere en el intento y la fuerza de la relación consigue superar esta tormenta, se abre que hace posible que la misma noción de pareja y de unión que hasta ahora estaba presente quedan dialécticamente superadas 21.
La violencia de la crisis en su momento animus, si es interiorizada puede llegar a favorecer la constitución de una nueva forma psicológica libre del «otro» en su forma externa, en su forma de sombra egoica extroyectada, propia del estadio de consciencia dependiente, el «niño» y su otredad literal y absoluta. La pareja que después de la descomposición y la putrefacción experimentadas, sobrevive a tal «tormenta», se expone a una negación de la negación, en la que una nueva noción de pareja asoma, en la cual la unión y la separación se revelan como dos momentos dialécticamente necesarios y siempre presentes, se re-configura un tipo de unión que ha interiorizado en su propia forma lógica una forma Otredad (22) abierta a la experiencia amorosa real. Pues como afirma Giegerich (23), «el Amor es lo que nos permite permanecer y abrazar la sombra, perdonar al mundo o la vida y todo lo que está equivocado en ella, todo sus fallos y deficiencias. El amor es la fuerza para ver claramente lo que está mal y aún y así no caer en el espíritu de la acusación o la depresión. El Amor es “no la vida que se encoge ante la muerte y se mantiene intocada por la devastación, sino más bien la vida que resiste y se mantiene en ella.»
He conocido varias parejas que tras la devastación de la fase alquímica de negación, la noción de otredad queda sublada en una nueva constitución de la noción de pareja enmarcada por una consciencia consciente de si misma, en la cual se vive la relación. El Otro es ahora una parte integral e interiorizada de la definición del propio yo y de la definición de la relación. Byung-Chul Han24 lo dice así:
«El amor es una «escena de los Dos». Interrumpe la perspectiva del uno y hace surgir el mundo desde el punto de vista del otro o de la diferencia. La negatividad de una transformación revolucionaria marca un camino del amor como experiencia y encuentro: «Está claro que bajo el efecto de un encuentro amoroso, y si quiero serle fiel realmente, debo recomponer de arriba a abajo mi manera ordinaria de «habitar» mi situación». El «acontecimiento» es un momento de «verdad» que introduce una nueva forma de ser, completamente distinta a lo dado, a la costumbre de habitar. Hace que suceda algo de lo que la situación no puede dar cuenta. Interrumpe lo igual a favor de lo otro. La esencia del acontecimiento es la negatividad de la ruptura, que da comienzo a algo del todo distinto.
Tiempo volátil, la no-pareja
Uno de los axiomas de la modernidad es que uno es propietario de si mismo. El individuo soberano y autónomo ha de ser capaz de delimitar la propia vida y convertirse en un agente libre en su relación con los demás pero desde la irrupción de la modernidad tardía su fase medial, se produce un cambio radical en la misma idea de la subjetividad. El sujeto, de modo paralelo a lo que acontece en el mercado en el que ya no se ofrecen productos sino marcas, siente la compulsión de imaginarse asimismo como marca y ofrecerse al mundo como tal. El individuo autónomo de la primera fase de la modernidad hoy deviene, como afirma Paula Sibila25, una superficie lisa en las cuales el sujeto, convenientemente estilizado, se transforma en, «un producto dirigido a un mercado cambiante, la personalidad múltiple y expuesta a la visibilidad radical, una transparencia que niega, fagocita todo destello de interioridad socavando así uno de los pilares de la subjetividad moderna, la individualidad que se apoya, nutre y se nutre de una vida interior. Esta individualidad exteriorizada y convertida espectáculo, e identificada exclusivamente con la apariencia virtual se somete incluso a trasplantes de rostros. La idea de la identidad inalienable a cada sujeto se diluye alquimicamente en la cirugía estética, la pantalla y el valor de la apariencia. El sujeto vive en permanentes upgrades que a través de la cirugía, piercings, tatuajes, Botrox, moldeado corporal por la gimnasia que persiguen la obligación de ser singular, como antes pero ahora negada en su visibilidad y transparencia mundial que acaba explosionando en que cada sujeto pueda recurrir a distintas “identidades pret-a-porter, disfraces del yo que deviene efímero y obsoleto con una rapidez vertiginosa.» Esta nueva forma lógica deja obsoleta la previa necesidad del amor de la fase previa del modernismo que recreaba un espacio «interior»espacio interior donde se supone que reside la verdadera personalidad, el auténtico yo.
En nuestras consultas, vemos cada vez más:
- Trastornos y sufrimientos antes nunca experimentados, en una relación que se vive supeditada exclusivamente a la propia carrera profesional de ambos miembros que está regida por la idea compulsiva de éxito a toda costa. En los actuales ambientes de feroz competividad y de constantes innovaciones, la única posibilidad de triunfar consiste en recurrir a la paranoia constante: En palabras de Andrew Grove26 «tener la sensación permanente de amenaza. Por eso, los trabajadores contemporáneos deberían planear sus carreras como los empresarios administran sus negocios: detectando las funciones que van desapareciendo y buscando siempre «el momento adecuado para cambiar».
- Trastornos por la dedicación casi absoluta a la dimensión cuerpo-máquina muscular. La propia condición física se convierte en un amante celoso. Illouz (27) habla de un estilo de vida «
- 1) en la que se hace a la gente hiperconscientes de su aspecto físico,
- 2) en la que el cuerpo es la fuente principal de valor económico y social,
- 3) en la que se los hace competir con otros por medio del cuerpo, y
- 4) en la que, por último, su cuerpo y su aspecto están en exposición pública».
Trastornos de personas que acuden a la consulta con la queja de que se sienten aislados emocionalmente, viven en una soledad no querida, y se quejan de un gran problema, que en su vida no tienen problemas. Muchas parejas se quejan de «sexualidad vacía» o de ninguna sexualidad. Otras parejas, por el contrario, parecen más bien centrar la relación en superar las ansiedades persecutorias derivadas de la necesidad de alcanzar ideales de desempeño en buena medida tomados de los medios, el Internet, etc. o cualquier otro canal de demostración de proezas sexuales sobrehumanas. Una disposición siempre presente al sexo, la obligación de la multiorgasmia, son algunos ejemplos de esta nueva forma de obligatoriedad… formas de sexualidad surgidas, modos de apropiación afectiva, y significado de la sexualidad en las relaciones humanas, tales como el surgimiento de subculturas como los swingers, el chat erótico, los adictos a las sex-shops o la pornografía, etcétera.
Los fenómenos de la sociedad medial constituyen el lado negativo, la negación no dialéctica del problema de la relación íntima que confirma las palabras de Illouz (28), «El sufrimiento en las relaciones interpersonales íntimas contemporáneas refleja la situación del yo en condiciones de modernidad, un sufrimiento que amenaza la misma integridad del yo..» Asimismo, sugieren una nueva mutación de la lógica del alma que deja atrás determinadas manifestaciones e ideas relacionadas con la construcción de la subjetividad y con ello, la misma noción de pareja hoy está expuesta, mediante una corrupción fermentadora de su estructura precedente, a experiencias que constituyen un laboratorio en el que el alma vive una dialéctica transformadora consigo misma experimentando cambios radicales, pagando el precio de un inmenso sufrimiento. Afirma Sibila29, «las tendencias de exposición de la intimidad que proliferan hoy en día -no apenas en Internet, sino en todos los medios y también en la espectacularización diaria de la vida cotidiana- no evidencian una mera invasión de la antigua privacidad, sino un fenómeno completamente novedoso. [mi trad.]» Dicho fenómeno responde al estado lógico en el que hoy existimos que es de la emancipación del alma de sí misma, junto con la obsolescencia de la subjetividad y del individuo como fundamentos que han dado soporte a la noción de pareja durante la era precedente (30).
En la primera fase de la modernidad, el modelo del amor romántico parecía conferir al Absoluto el disfraz perfecto para irrumpir neuróticamente en la relación, en la modernidad medial el valor o principio que parece manifestarse con intensidad creciente es el de la absoluta imposibilidad de establecer un vis-à-vis con el otro, Sujeto y objeto se diluyen, no solo en el sentido de Martin Buber (31) – que establece la diferencia entre la relación Yo- Tú y la relación Yo-Ello-, sino en la misma existencia de la relación, el par yo-tu o sujeto – objeto se diluyen en un tipo de relación que se niega a si mismo en cuanto tal, una relación It-It. El sujeto carente de subjetividad no puede imaginar-pensar-representar- dialogar porque no hay ni nada que comunicar (nada que no sean pseudo-mensajes vacíos enquistados en un ego que no puede ni hablarse a si mismo). Si en el inicio de la modernidad el Absoluto se presentaba ante el individuo como síntoma neurótico y ante la relación como la exigencia del amor romántico, hoy, se presenta ante ambos en el plan de la propia vida entendida como un proyecto empresarial, un absoluto abstracto en el que el sujeto deviene objeto de si mismo y uno mismo es reducido a mercancía, materia prima a explotar. Estamos en un estadio histórico en el que la dialéctica hegeliana del amo y del esclavo forman una unidad fusionada no-dialéctica. La Otredad se ha interiorizado en si misma y ha adquirido el estatus de forma sin contenido, o mejor un contenido que nos es más que una forma abstracta: la vida propia como una corporación, un proyecto de maximizar la eficiencia y los beneficios. La no-pareja adquiere muchas formas todas ellas fluctuantes, transitorias y carentes de substancia, cuya relación está sometida al dictado del rendimiento, convertida en un objeto de consumo más, no se puede amar al otro porque este otro se ha visto despojado de alteridad, solo se puede consumir, y en el consumo no existe aquella «distancia originaria» que para Buber constituye la condición esencial de la alteridad.
Los servicios de dating, donde, el algoritmo, convertido en un juez severo analiza y dictamina que candidato se adecua mas según un abstracto concepto hedonista de compatibilidad, que exige que la relación ha de ser fácil sin complicaciones o si no no vale la pena. «Illouz supone, además, que la creciente libertad de elección trae consigo una «racionalización» del deseo. Desde su punto de vista, este ya no está determinado por el inconsciente, sino por una elección consciente. Se llama la atención sin cesar al sujeto del deseo sobre «la posibilidad de elección y se lo responsabiliza por ella, pues debe formular parámetros racionales de aquello que es deseable en el otro» (32).
El concepto de fidelidad y continuidad de la pareja está siendo disuelto alquímicamente por los valores que rigen el mercado: incansable exploración de lo nuevo; reemplazo continuo; horror al aburrimiento y a la repetición, y revisión continua de los hábitos de compra haciendo provisional el vigente. Incesante consumo de experiencias sólo interesantes si son nuevas y la renovación compulsiva del deseo por el cambio del objeto. Es lo que vende la publicidad: cambio sin fin, el culto a la intensidad de la experiencia siempre nueva. Parece ser que no se trata de una transformación de un modelo o forma de pareja a otra, o de un modelo o forma de familia a otra, sino que se está disolviendo la sintaxis de la pareja como tal porque se está integrando en esta forma de conciencia. Diversas formas de pareja, incluyendo familias de paso, parejas transgénero y relaciones poliamorosas. muchas de las experiencias que hoy se ensayan respecto a encontrar y vivir nuevas formas de relación de pareja, alcanzan sólo el nivel semántico, de contenidos, intentos que la mayoría de las veces acaban en desastre, como la mayoría de las parejas abiertas, los swingers, los practicantes del poliamor (amar a varias personas), “mono/no-mono (la persona que permite que su pareja explore su deseo suele mostrar poco o ningún interés en el sexo, pero comprende las necesidades del otro)”, la experiencias bisexuales en los que se denominan flexi-sexuales , etc. A pesar del caos reinante en el que están inmersas las personas que exploran un nuevo territorio para el que los conceptos heredados de la modernidad no sirven y si bien es cierto que, como afirma Giegerich (33), «muchas de estas salidas a la crisis no alcanzan el estatus de fenómenos del alma psicológicos caen en la que la categoría de lo que denomino fenómenos sublados. Son ocurrencias en el mercado moderno de búsqueda de significados donde cualquier cosa funciona», la crisis de la pareja y en general la que estamos sufriendo en casi todos los órdenes de la vida abre un horizonte antes impensable de posibilidades creativas. Cito un breve ejemplo, un caso que ahora estoy llevando es el de una pareja, ambos profesionales, alrededor de los 40 años, él se queja de pérdida del deseo y de experimentar ciertas obligaciones como miembro de una pareja que le producen agobio. En una reciente crisis, ella exclama «¡ya no somos pareja, se acabó!». El lo vive como una ruptura pero extrañamente la pareja, que ya no lo es, siguen viviendo en la misma casa y durmiendo en la misma cama, del desconcierto inicial pasan a una segunda fase en que él se siente liberado y vuelve el deseo y se reaviva e interés mutuo. Viven y se relacionan como una no-pareja, esto es en una relación sin nombre, en una no-pareja que permite que cada miembro y la relación en si misma se liberen de los clichés y se abran a un no generador de nuevas opciones vitales, ello podría constituir el heraldo de una nuevo locus de conciencia.
Afirma Giegerich (34): «La experiencia de unión en la pareja exhibida vivida mayoritariamente por el ego como una experiencia muy personal, los sentimientos de unión intimidad y las expectativas de un estilo de vida asociados a ello vuelven imposible la consciencia del carácter colectivo e impersonal de estos sentimientos, el individuo se da cuenta que que él o ella es justo un ejemplo o instanciación de algo general en contraste con el excepcional desarrollo de la persona hacia una verdadera relación interpersonal individual».
La pareja está absorbiendo el resultado sublimado o evaporizado de este proceso de desintegración y vaciamiento en la misma definición o concepto de sí misma, cuya sublación apunta a una transformación «acuariana» de su constitución. De dos entidades fijas que comparten realidades biológicas, sociales y psíquicas a un tipo de conciencia relacional que no se basa en individualidades, sino en una corriente fluida de encuentros e interacciones, en los que emerge la consciencia de que la relación preexiste a los individuos, que cada miembro es una función de la relación. De la lógica sustantiva de la cópula a la lógica de la función que la sigue. Una lógica que presenta desafíos nuevos y perturbadores para nuestra comprensión, pero posibilita la conciencia de la naturaleza colectiva e impersonal como una verdadera relación.
El campo de batalla del alma hoy parece haber abandonado lógicamente el individuo y la pareja, aunque ambos son partícipes activos y pasivos del opus del alma. Pero como individuos no podemos separarnos de la tarea que presenta este campo de batalla, tener que escuchar y aprender la voz de nuestra propia verdad, si somos capaces de pensar las patologías que nos asedian como «la primera inmediación de un nuevo estadio de desarrollo» (35). Asimismo y en el espíritu de PDI, nuestro interés se centra en lo que estas patologías y sus sufrimientos dicen sobre el alma, y lo que en estas, el alma dice sobre si misma (36). Cuando estamos confrontados con la otredad relacionada a las diferencias personales podemos aprender aceptar esta otredad, pero cuando estamos confrontados con una transformación histórica que cuestiona nuestras presuposiciones ontológicas básicas, tal y como lo hace la actual crisis de la pareja, hemos de intentar comprenderla en términos del trabajo del alma en su «deseo empírico» de saber la verdad de si misma. No estamos haciendo ego-psicología. Es el alma que en la búsqueda de si misma siempre piensa.
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Notas
1 Giegerich, W. (2012). p. 152.
2 Esta lógica de control está inscrita a su vez en la disociación intrínseca de la posición sujeto/ objeto, corazón del proyecto faustico/cristiano de dominación tecnológica de la realidad.
3 Giegerich, W. (2012). p. 166.
4 Giegerich dice:»La neurosis y los problemas psicológicos se deben exclusivamente a la mala adaptación del alma a sí misma, específicamente a la discrepancia (disociación) entre su autocomprensión, autointerpretación, autoestilización, su actitud mental por un lado y la constitución o el estado lógico que de hecho pasa a ser por otro lado» Giegerich, W. (2010). p. 413-4
5 Giegerich, W. (2013). p. 212
6 «The empirical person is totally subsumed under the concept, absolutely identical, amalgamated with it» Giegerich, W. (2013). p. 302
7 Giegerich, G. (2008). p.7 y 9.
8 Illouz, E. (2012). p. 9.
9 Giegerich, W. (2013). p. 94 y 127
10 Byung-Chul Han, (2014). p. 5. diumenge, 15 juliol de 2018
11 Deleuze, G. y Suely R. (2006). p. 274
12 Guattari, F. y Rolnik, S. (2006). p. 255.
13 Giegerich, W. (2012). p. 87.
14 Giegerich, W. (2005). pp.25-40.
15 Giegerich, W. (2008). «el principio de la lógica de la exterioridad y otredad y por tanto de la positividad lógica….la forma lógica o sintaxis de nuestra consciencia habitual cotidiana». En p.7 y 9.
16 Giegerich, W. (2013). p. 419.
17 Adam Phillips in Monogamy, cited in Perel, E. (2006). p. 188.
18 Perel, E. (2006). p. 187.
19 «El problema surge cuando la fidelidad ya no es una expresión libre de lealtad sino una forma de cumplimiento lógicamente forzado. El control excesivo que implica puede preparar el escenario para lo que Stephen Mitchell llama «actos de desafío exuberante». Cuando se niega el tercero, algunas personas deciden negociarlo en privado. Asuntos, encuentros en línea, clubes de strip-tease y sexo en viajes de negocios son transgresiones comunes que establecen una distancia psicológica de una relación autoritaria. Cuando el tercero se exilia a algún lugar, solo permitido fuera del matrimonio, es allí donde se lo busca. [mi trad.]» Perel, E. (2006). p. 190.
20 Giegerich W. (1998). p. 210
21 En el ámbito de la terapia de pareja convencional, la mayoría de intentos terapéuticos buscan usualmente preservar y reafirmar la unio naturalis, incluso, aunque sea en forma de favorecer un proyecto de divorcio, se propone un cambio empírico pero no se cuestiona el nivel de consciencia en el que se vive.
22 El otro que quedaba implícitamente excluido en la frase «nuestro amor es perfecto», «somos una pareja normal», «no tenemos problemas» propios de la fase inicial de la relación de Alma Bella, en la que la Otredad está proyectada en forma de una exterioridad radical, dando lugar al pathos propio de la fase «mi pareja tiene la culpa de mi sufrimiento», «mi pareja está destruyendo la relación» en que la Otredad queda congelada en un conflicto que enajena radicalmente a cada miembro de la pareja. Por ello afirma Giegerich que «mantener al otro afuera es un modo de evitar la otredad» CEP vol 3 p. 8
23 Giegerich, W. (2012) y CEP vol. 3, p. 18
24 Byung-Chul Han. p. 35 diumenge, 15 juliol de 2018 Pàgina 11 de 17
25 Sibila, P. (2008). p. 295.
26 Grove, A. (1997).
27 Illouz, E. (2007). p. 175
28 Illouz, E. (2012). p. 16
29 Sibila, P. (2008). p. 92.
30 La dinámica transformadora del alma está hoy en una fase en la que no necesita la individualidad, Barreto (2014) anuncia la emergencia del Hombre-Masa.
31 Ver Buber, M. (1970).
32 Citado en: Byung, Ch. (2012). La agonía del eros . p. 29
33 Giegerich, W. (2012). p. 208 34 Giegerich, W. (2012). p. 200
35 Giegerich, W. (2012). p. 42
36 Giegerich, W. (2012). p. 77
Referencias
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