Manuel Desviat ®
No hace mucho, una revista mexicana, Subjetividad y cultura, preguntaba a varios especialistas de la psiquiatría y la psicología sobre la antipsiquiatría. Las preguntas se centraban en qué fue la antipsiquiatría, cuáles sus aportaciones y fracasos, y, sobre todo, sobre su posible vigencia. Pregunta, ésta última, que quizás en España, en Europa, sería irrelevante. Sólo en el mundo marginal de colectivos de ex psiquiatrizados, en grupos de contrapsicología, o en algunos grupos de jóvenes okupas alternativos, he visto reeditados textos, con más frecuencia fragmentos, de la literatura antipsiquiátrica. El pensamiento único ha desplazado a cualquier intento de teorización crítica. En realidad, el pragmatismo dominante, la primacía de la técnica, del cómo que oculta el por qué, ha arrinconado toda forma de teoría psicopatológica, todo tipo de indagación, crítica o no, sobre las razones y procesos del enfermar psíquico. Son tiempos acomodaticios para el Primer Mundo, donde se huye de la memoria histórica, de la conciencia social, del compromiso. Donde el pensamiento progresista de los más jóvenes puede reducirse a la defensa de las focas, los espacios verdes, la protesta por las guerras y el espacio privado. En psiquiatría y en psicología clínica, se reduce a una práctica hueca, la llamada biológica, fundamentada en el compendio de ensayos psicofarmacológicos, en una etapa de su desarrollo «científico» tan inaugural que el efecto de los fármacos, aun siendo relativamente eficaz, es todavía algo semejante a matar moscas a cañonazos, por su falta de precisión y sus consiguientes efectos secundarios.
Por otra parte, el movimiento antipsiquiátrico no llegó nunca a poner contra las cuerdas a la psiquiatría. Su discurso fue un revulsivo, la exigencia de otra práctica, de otra mirada psiquiátrica. Ha sido el avance de una ideología biologicista que reduce la enfermedad mental a las ciencias moleculares del cerebro y una demanda social proteica (que busca en la psiquiatría y en la psicología prontas soluciones a todo tipo de frustraciones y carencias, en unas sociedades que han patologizado la vida cotidiana, psiquiatrizando el malestar), quienes propiciaron, varias décadas después, como advierte el Libro blanco de la psiquiatría francesa (2002. la crisis de la psiquiatría. Esta vez no es la crítica a la razón psiquiátrica, sino el rechazo a la razón de ser de la psiquiatría (y consecuentemente de la psicopatología), disciplina necesitada de la síntesis, de la trabazón con otras disciplinas no médicas, que no puede hallarse sino en la encrucijada entre las dimensiones somáticas, psicológicas y sociales de la persona.
Para Subjetividad y cultura, revista progresista de psicología, donde se dan cita el psicoanálisis, la salud pública, la psiquiatría y el marxismo (en el trasfondo siempre Fromm, tan influyente en la cultura mexicana, presente aún la obra de la Escuela de Frankfurt), la pregunta sobre la antipsiquiatría se inscribe en una realidad muy distinta; una realidad, como en el resto de países de América Latina, donde la lucha colectiva contra la miseria y la alienación lleva a mirar a los manicomios, lleva a un movimiento de reforma psiquiátrica donde el discurso de los movimientos de salud mental trata de cambiar las formas de vida y no sólo la asistencia psiquiátrica. «Perto ninguém é normal», proclama uno de los eslóganes del movimiento brasileño de salud mental, una frase que podría haber sido suscrita por un antipsiquiatra en los años 70 del pasado siglo. Para nosotros, la necesidad es otra. Otro el momento. Para nosotros, recuperar los textos de la vanguardia antipsiquiátrica, no dejar en el olvido sus tesis (en cualquier caso, ensancharon los limites del pensamiento psiquiátrico y cultural, aportando una mirada diferente entroncada a la diversidad y la incertidumbre de la complejidad psicopatológica), significa abrir una brecha en la estrecha cerca del pragmatismo dominante; significa despertar inquietudes que interpelen ese intento tramposo de reconstruir todo el universo desde el pensamiento biológico, con un solo lenguaje y un pensamiento único.
El momento histórico
La antipsiquiatría es la expresión, en el campo de las disciplinas de la salud mental, de la profunda crisis de las ciencias, del arte, de la ideología, de los valores en suma de la sociedad en las décadas que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial; crisis que culminará en la rebelión de Mayo del 68. Una Nueva Izquierda sacude el pensamiento de la época, cuestionando tanto las teorías políticas y sindicales convencionales como sus formas de organización. En el análisis político está presente la visión de las nuevas formas de capitalismo que tienden a convertir la totalidad de la vida en objeto de dominación, trocando toda subjetividad y actividad en objetividad cosificada. A la petición marxista de trasformar el mundo, se une, recogiendo el espíritu de las vanguardias artísticas, la proclama de Rimbaud de cambiar la vida. Pensamos que hay que cambiar el mundo, escribe Guy Debord, el ideólogo del Mayo francés, la rebelión que conmocionó el mundo, y pide para ello la disolución de la política en la vida, del trabajo en la vida. Desde la filosofía, la sociología, el psicoanálisis, la cultura y la política, pensadores como Lefebvre, Marcuse, Reich, Adorno, Brown, Gabel hacen ver que la liberación del hombre no puede definirse sólo en términos de explotación económica y represión política, dejando de lado la multidimensionalidad de la existencia humana y sus formaciones sociales. Cualquier revolución que quiera tener en cuenta las verdaderas necesidades del hombre tiene que considerar la opresión psicológica, rompiendo la dicotomía entre lo individual y lo político: debe llevar la subversión a la esfera privada, la familia, la ciudad, el ocio. Son tiempos de revuelta estudiantil, de huelgas sin precedentes y de una rebelión ciudadana que dejó sin Estado a Francia durante semanas y estupefactos y atemorizados a los gobiernos del mundo entero. Tiempos de la protesta amerikkkana, del movimiento hippy -la internacional juvenil de Jerry Rubin3; del asiento trasero de los coches, del amor a ritmo de Elvis, se pasa al Black Power y las manifestaciones contra la guerra de Vietnam. Tiempos de crecimiento económico y de crisis de las instituciones, donde, de nuevo, París será el eco multiplicador, tras el cuestionamiento sin precedentes del orden social contemporáneo de Mayo del 68.
Psiquiatría y antipsiquiatría
Es David Cooper quien utiliza por primera vez el término «antipsiquiatría» para describir una experiencia, Villa 21, realizada en un pabellón de un hospital psiquiátrico de Londres4. Psiquiatría como práctica alternativa a la psiquiatría tradicional, frente a la violencia institucional, cuestionando el hospital, yendo más allá de la comunidad terapéutica, en una práctica que ensaya un clima de libertad para los pacientes, sin violencia ni restricciones. Y será en la obra de Cooper y de Rolanld Laing, en la antipsiquiatría inglesa, donde debemos situar en sentido estricto la antipsiquiatría, aunque hoy el término se haya generalizado para señalar todo el movimiento anti-institucional y reformador psiquiátrico de los años 60 y 70 del pasado siglo. Desde el SPK (colectivo socialista de pacientes de la clínica de Heilderberg, que predica la insurrección armada)5 hasta las máquinas deseantes de Deleuze y Guattari; de Gentis a Octave o Maud Mannoni; de Basaglia y Jervis a Tomás Szasz; de las experiencias inglesas a las denuncias de la situación asistencial durante la represión franquista. Crítica global e ideológica de la psiquiatría, sobre todo de su proceder médico, nosográfico y diagnóstico, que llega a proclamar la inexistencia de la enfermedad mental, mito o artefacto pseudomédico, trivializando o idealizando la psicopatología al mirarla sesgadamente a través de genios-locos: Artaud, Hörderlin, Nietzsche.
Jean-Paul Sartre escribe en el prefacio a Razón y violencia, un estudio sobre la obra del filosofo existencialista escrito por Laing en colaboración con David Cooper en 1964, que la enfermedad mental es la salida que el organismo libre, en su unidad total, inventa para poder vivir una situación no vivible. En este ensayo se estudia la obra sartriana a través de la Crítica de la razón dialectica y de la obra de Sartre sobre Genet. Aparece el «ser para sí» de la fenomenología existencial, dividido sin cesar contra sí mismo, roto, condenado en la necesidad de su libertad y de su compromiso. Dialéctica entre el acto libre y el compromiso alienado, las manos sucias de la transformación social. Imposible sartriano que marcará la conciencia crítica de varias generaciones de intelectuales de izquierdas. Fenomenología existencial que, junto con los trabajos de la Escuela de Palo Alto sobre familias de pacientes esquizofrénicos y un psicoanálisis donde se vislumbra Winnicott, fundamenta los desarrollos de la antipsiquiatría inglesa. Es en la Clínica Tavistock, donde Ronald David Laing empezó su entrenamiento psicoanalítico. Winnicott (sin duda, uno de los pensadores más originales y de más influencia en el psicoanálisis y la psiquiatría pública inglesa) supervisa a Laing durante su formación en el Instituto de la Sociedad Psicoanalítica Británica. El interés de Winnicott por el trabajo psicoanalítico con pacientes psicóticos y su concepción del falsoyo7 y de la regresión hacen que sea un referente en esta primera etapa de Laing, y en general para las «comunidades terapéuticas» fundadas por los antipsiquiatras ingleses. En El Yo divididos y en El Yo y los otros9, hay una gran deuda con Winnicott. Dos libros que quizá se encuentren entre las más importantes aportaciones teóricas de la antipsiquiatría, y en los que Laing introduce el concepto de «inseguridad antológica»: el yo constituido de forma defectuosa no puede con la pluralidad de papeles y la hipótesis del origen social de la esquizofrenia. – .
No me abraces, pues te castigare… pero si no lo haces, te castigaré.» El sujeto se ve atrapado por dos órdenes de mensajes y uno de ellos niega al otro. «Situaciones falsas e insostenibles», el «doble vínculo» de la antropología de la comunicación, principios de la escuela de Palo Alto que Laing incorpora a sus estudios de familias esquizofrénicas y a su discurso en general sobre las formas de alineación social. «Doble vínculo» que anuda las relaciones intersubjetivas, de tal suerte que hay una imposibilidad absoluta de salir de la trampa, de la alienación en el Otro. El Yo y los otros. Individuo y sociedad. Alienación recíproca que afecta, según Laing, a cualquier grupo social, sea cual sea su estructura o su ideología. Para Laing y Cooper, el tema central es la psicosis, más concretamente la esquizofrenia. Piensan que si para el psicoanálisis la puerta de entrada fue la histeria, para la nueva psiquiatría es la psicosis. Para ambos la patología psiquiátrica debe considerarse una experiencia, un viaje, un pasaje. Es necesario dejar libertad a las personas en conflicto, en crisis, con problemas mentales (se duda que sea una enfermedad) para que realicen su viaje, para efectuar una regresión. Una experiencia que acompañaría el terapeuta: ése será su papel.
Con este ideario, fundan, junto con Aaron Esterson, en 1965 la Philadelphia Association, para intentar cambiar -según consta en los estatutos- el modo en que los «hechos» de la salud mental y de la enfermedad mental son vistos por muchas personas. Se trata de una asociación que establece una red de comunidades en Londres para personas aquejadas de problemas mentales, «que creen que la sociedad les va a destruir», en palabras de Laing10. Fueron casas antipsiquiátricas pensadas para que se pudiera realizar el viaje de la locura, donde las mentes perdidas podrían curarse volviéndose locas entre personas que ven la locura como una oportunidad de morir y renacer, como una oportunidad de reconstituir su yo auténtico». Fueron tres casas por las que pasaron 316 personas entre junio de 1965 y septiembre de 1974. En ellas se realizaba el viaje a los fantasmas de la mente, la inmersión en el delirio». Una regresión que va a denominarse «metanoica» -metanoia es una palabra del Nuevo Testamento, traducida por «arrepentimiento» y que literalmente significa «cambio de opinión». Una especie de sucesión muerte-renacimiento de la que, si se lleva a cabo con éxito, la persona regresa al mundo sintiéndose recién nacida, refrescada y reintegrada a un nivel más alto de funcionamiento que antes. De las tres casas, Kingsley Hall fue la más conocida, un edificio situado en el East End de Londres en el que vivió un año el propio Laing y que se convirtió en punto de encuentro del movimiento contracultural inglés de los años 60: sociólogos de la New Left, dirigentes del movimiento «procomuna» y poetas, artistas, músicos, bailarines y fotógrafos de vanguardia; la Free School of London, se reunió allí por primera vez y fue sede de clases de la Anti-Universidad de Londresl2. La psicosis, en especial una de sus expresiones, el delirio, se divulga como una creación lírica, como una vía sagrada que el hombre transita después de romper las cadenas de la razón. La esquizofrenia es, para Laing y sus compañeros de la Philadelphia Association, una tentativa triunfante para no adaptarse a las pseudorealidades sociales. Una psiquiatría radical que acusa a la sociedad alienante. Se produce una mitificación de la locura: del loco que en realidad está sano y del sano que está locol3.
En el terreno puramente terapéutico, tiene sentido la pregunta que se hace Jervis, en El mito de la antipsiquiatría’4: ¿es realmente posible ayudar de forma antpsiquiátrica a una persona afecta (y oprimida) de lo que se llama un trastorno mental? Parece que la experiencia no ratificó las experiencias inglesas. El propio Laing le cuenta a Jervis que en Kingley Hall las técnicas psicoanalíticas tienen un lugar, como las técnicas de la psiquiatría, para salir de los apuros que el cuidado informal y silvestre puede ocasionar. Por otra parte, la mitificación de la locura entraña el riesgo de erigir la irracionalidad, y por tanto un nihilismo conservador, un laissez faire, en la única alternativa en una sociedad cuyas contradicciones políticas, económicas y sociales precipitan, favorecen o producen la enfermedad mental. El loco, o términos más apropiados, el enfermo mental, no es un representante de la libertad y el genio, todo lo contrario, es una persona doblemente alienada: por su desvalimiento como enfermo, por la fragilidad a la que le suele llevar su enfermedad y por el abandono y estigma social que ésta produce. La locura no es genial, todo lo contrario: lleva al sufrimiento y la devastación, mientras domina el episodio o la enfermedad se cronifica en el deterioro psíquico.
No es de extrañar que la antipsiquiatría inglesa, al menos en sus dos protagonistas principales, Laing y Cooper, acabara en el misticismo y la intoxicación alcohólica suicida. Ni que de Razón y violencia se pasara al manifiesto orgásmico de Cooper: «El mensaje debe ser pan y orgasmo: de lo contrario, podremos vivir incluso para nada, podremos crear una revolución que, en última instancia, no merezca la pena. El leitmotiv es el orgasmo la mayor cantidad posible de veces, por todos los medios posibles, dentro del contexto de un amor no posesivo 15.
La institución negada y la coordinadora psiquiátrica
El caso del Reino Unido, con su Servicio Nacional de Salud, y sus altas prestaciones sociales, entonces paradigmáticas de un Estado del Bienestar, no es el caso italiano, ni el estadounidense ni el español, donde estaban por construir unos servicios públicos sanitarios. Los movimientos sociales, en especial en la Universidad cli los años 60 del-pasado siglo, crean un momento propicio para k lucha anti-institucional en el que se desarrolla la reforma psiquiátrica. Unas reformas (la italiana, con Psiquiatría Democrática, lo: movimientos comunitarios en EE uu o en Canadá) que se inscriber más en el posibilismo de la reforma asistencial: vaciar los manicomios, crear alternativas en la propia comunidad, es decir, la desinstitucionalización que, en una propuesta teórica radical, ponga en tre paréntesis la enfermedad mental y la psiquiatría. En el caso d España, además, el movimiento alternativo de los jóvenes psiquiatras y profesionales de la salud mental se convirtió gracias a la dic. tadura en un movimiento político en lucha por las libertades: nc cupo la antipsiquiatría. La reforma psiquiátrica, la mejora de k atención a los enfermos mentales, no puede desligarse de la lucha contra la dictadura de Franco. Ni puede después descoserse, un vez llegada la democracia, de la necesaria reconstrucción de la sociedad civil y sus instituciones y servicios’6. Otra cosa es que algunos de sus postulados, al igual que sucedió con la revuelta dr Mayo, impregnasen la conciencia social de gran parte de una generación, que desempeñó un papel importante en la Reforma psi. quiátrica española.
En cuanto al movimiento italiano, aunque en la presentación d su libro-manifiesto, L’ istituzione negata, punto de partida del movimiento anti-institucional italiano, Basaglia se define como antipsiquiatra, la alternativa italiana es sobre todo un movimiento dr reforma asistencial, dentro del posibilismo político de la coyuntura italiana -inscrito en el juego de los partidos políticos y de lo: sindicatos-, lo que le permite la modificación legislativa, la le italiana 180, que supone uno de los momentos culminantes de proceso de desinstitucionalización al suprimir normativamente lo: manicomios, verdadera condición de posibilidad de toda reforma’7. No es en la radicalidad de la denuncia, sino en su ámbito th actuación, donde podemos encontrar la diferencia entre la antipsi. quiatría inglesa y la reforma italiana. En vez de buscar la marginalidad de las «comunidades terapéuticas» de Laing y Cooper, situada: fuera del aparato de salud -no por casualidad el National Healti Service era en aquel momento uno de los sistemas y modelos d atención sanitarios más avanzado y socialmente progresista de mundo- y de todo consenso ciudadano, «Psiquiatría democrática’ se inscribe en lo público con una clara intencionalidad política Hoy el movimiento basagliano forma parte de los procesos desinstitucionalizadores que constituyen lo que ha venido en llamars Reforma Psiquiátrica, cuyo objetivo era fundamentalmente (y si. gue siendo) el cierre del hospital psiquiátrico y la creación de alternativas asistenciales en la propia comunidad. Con el desarrollo dr estos procesos anclados en la realidad asistencial, en la necesidad de cambiar la situación de la atención a los enfermos mentales, rompiendo su marginación y la formas alienantes de tratamiento, la antipsiquiatría queda reducida a un movimiento contracultural, un desacuerdo que pone en cuestión tanto la enfermedad mental como la psiquiatría. La antipsiquiatría actuó al modo de una vanguardia artística, como impacto, como revulsivo, en tanto que construcción de una realidad utópica crítica hacia la razón psiquiátrica, que ha servido para dinamitar los límites entre razón y locura, ya rotos teóricamente por Freud, en la conciencia de la época, al igual que para evidenciar la importancia de la alienación en la producción de la enfermedad mental.
De las implicaciones políticas, de su compromiso intelectual, son prueba los siguientes párrafos extraídos de un libro de Laing publicado en 1971 18, por otra parte de indiscutible actualidad: «Mientras no podamos elevar nuestro pensamiento hasta superar la oposición entre Ellos y Nosotros, entre buenos y malos, la situación seguirá como hasta ahora. La única alternativa es que los buenos exterminen a los malos y los malos a los buenos. La empresa no parece demasiado difícil ni improbable si se considera que, en nuestra opinión, nosotros somos los buenos y ellos los malos, y en su opinión, ellos son los buenos y nosotros los malos [..] Millones de personas han muerto en este siglo, y muchas personas más -entre las que, según todo permite suponer, estaremos incluidos muchos de nosotros y de nuestros hijos- morirán, estranguladas por ese nudo que, en apariencia, somos incapaces de desatar […] El nudo parece relativamente simple, pero se halla muy, pero muy ajustado en torno, por así decir, de la garganta de la humanidad entera […] Pero no lo crean porque yo lo diga: mírense en el espejo y cornpruébenlo».
Es la denuncia a esa complicidad con la alienación política y social, y con la explotación y la miseria, del ciudadano que transita en clase turística por el mundo, lo que hay que rescatar de la antipsiquiatría. Hoy la reforma psiquiátrica está agotada en los países donde se inició, en los países desarrollados, por las nuevas formas de gestión, la presión privatizadora del Banco Mundial que impone la competencia frente a la solidaridad en la sanidad pública, y la «ausencia» de comunidad. Más allá de tópicos y mitos, los locos nc son genios incomprendidos, sino pacientes a los que hay que tratar y cuidar dignamente; en su mayoría, personas comunes que sufrer las fallas de un sistema social alienante, y que buscan en las consultas lo que la sociedad les ofrece: la medicalización del sufrimiento la baja laboral como forma actual de huelga. Los profesionales de lo psi no somos, como algunos plantean, sofisticados controladores sociales; más bien hacemos de bomberos y de cosméticos de un ciudadanía que utiliza el cuerpo y el ánimo como forma de protesta, refugio o supervivencia. Técnicos cómplices, pero quiénes no, de un sistema que intenta tapar con la entronización de la tecnología las fracturas sociales. Para salir de este atolladero, el pensamiento crítico en la psiquiatría, en la psicología, en la praxis de la salud mental, deberá, ante todo, romper unas bases psicopatológicas construidas durante doscientos años en el menosprecio de la autonomía del enfermo mental, entre los muros hospitalarios y con el peso del estigma social, para alcanzar una clínica del hombre para el hombre, ajena tanto a las tentaciones del prêt a porter farmacéutico como al desprecio de una necesaria psico(pato)logía. Una clínica presente en unos servicios públicos capaces de dar respuesta a los padeceres psíquicos de la población, sean cuales sean sus causas.
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Notas
1. Mario Campuzano, Enrique Guinsberg, Alejandro Vainer, Manuel Desviat, «Una evaluación actual de la Antipsiquiatría», Subjetividad y cultura, n° 22 (2004) y n° 23 (2005).
2. Fédération Française de Psychiatrie, Livre blanc de la psychiatrie, París, JL Jhon Libbeey Eurotext, 2003.
3. Sobre este movimiento puede consultarse el libro de J. Rubin Do it (Poitiers, Combats, 1971).
4. Es el título de un libro de David Cooper (Pshichiatry and anti-psychiatry, Tavistock Publ., 1967) el que acuña el término «antipsiquiatría”.
5. SPK, Faire de la malarie une arme, París, Champ Libre, 1973.
6. En Razón y Violencia, Laing y Cooper parten del análisis de Questions de méthode, de Critique de la raison dialectique y de Saint Genet, comedien et mártir, de J.-P. Sartre.
7. El falso -self será una defensa ante la inadecuada actitud de la figura materna a las necesidades del niño, mientras que una madre suficientemente buena que satisface las necesidades es esencial a la constitución del verdadero -self.
8. RD. Laing, El Yo dividido, México DF, FCE, 1974.
9. RD. Laing, Soi et les autres, París, Gallimard, 1969.
10. Entrevista con Laing en J.L. Fábregas y A. Calafat, Política de la psiquiatría, Madrid, Z, 1976.
11. F. Seidel Diaz, Antipsychiatrie: aproche historique y critique, París, Université Paris XII-Vall de Marne, 2000.
12. Desde el I de junio de 1965, fecha de su apertura, hasta 1968, según nos cuenta Laing en Esquizofrenia y presión sociaL vivieron en Kingsley Hall 109 personas durante períodos de 30 o más días. Por esos años surgen otras «comunidades» asociadas, al igual que hay una experiencia precedente, Villa 21, desarrollada por Cooper en un pabellón de un gran hospital de Londres (más de 2.000 camas) de 1962 a 1966. Experiencia relatada en un capítulo de Psiquiatría y antzpsiquiatría.
13. RD. Laing, Experiencia y alineación en la vida contemporánea. Buenos Aires, Paidós, 1971; D. Cooper, La muerte de la familia, Buenos Aires, Paidós, 1971.
14. G. Jervis, El mito de la antipsiquiatría, Barcelona, Pequeña Biblioteca, 1979.
15. D. Cooper, La gramática de la vida, Barcelona, Ariel, 1978.
16. M. Desviat, La reforma psiquiátrica, Madrid, Dot, 1994; M. Desviat, «De los viejos utópicos a los posmodernistas quemados», Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 19 (70), 1999, pp. 325-335.
17. F. Basaglia, La institución negada, Barcelona, Barral, 1972; F. Basaglia, Conferenze brasiliane, Milán, Raffaello Cortina Editore, 2000.
18. R.D. Laing, The Politics of the family and Other essays, Nueva York, Pantheon, 1971.