Fragmento tomado de “El movimiento del alma”, 2005, Wolfgang Giegerich
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Hoy somos testigos de la traducción gigantesca en términos de dinero de todo lo que hay en el mundo. Sólo estamos al principio de este proceso revolucionario. El dinero por supuesto siempre ha sido un poder importante. El “dinero hace girar al mundo” o Geld regiert die Welt es proverbial. Pero en el pasado, ejercía su poder sólo inocentemente a través del amor subjetivo de las personas hacia él, su avaricia NATURAL así como su necesidad de él. En este caso el eje real [del Mundo] no era para nada el dinero, sino el deseo humano, la naturaleza humana. Hoy, de todas maneras, el dinero se ha emancipado de la naturaleza, de los deseos y decisiones humanas y está en camino de volverse absoluto.
En el estadio presente de capitalismo avanzado, sin restricciones, ha adquirido una necesidad y dinámica interna completamente propia y se ha vuelto auto-sirviente, auto-contenido, y un fin en sí mismo. Previamente sólo la gente quería más dinero. Pero hoy es el dinero en sí mimo el que demanda más y más, por su propio bien, sin ningún otro propósito que multiplicarse A SÍ MISMO. Es verdad, la gente también aún están personalmente deseando dinero y necesitan dinero; incluso a veces se permiten ser sobornadas o se venden a sí mismas, o comenten crímenes, igual que en tiempos antiguos. Pero esto es trivial, es parte de la fragilidad humana, casi se podría decir que es cosas de niños. En su forma más avanzada el dinero dicta implacablemente lo que tiene que ocurrir, sin importar en lo más mínimo lo que signifique para la gente, hacia lo que la gente pueda pensar o desear. No son a las personas (los capitalistas malvados, las multinacionales en bolsa, los directores de fondos de inversión, los directores ejecutivos) a los que se tiene que culpar. Es justo al revés: ellos son, precisamente como señala éste último término, tal sólo los directores EJECUTIVOS, los sirvientes oficiales que tiene que llevar a cabo lo que manda el Dinero. Incluso el deseo subjetivo y la presión ejercida por los accionistas para que suba el valor de sus acciones está al servicio del Dinero y no al revés.
En Filipenses 2:9ff. Pablo escribe: “Por eso Dios también lo exaltó sobremanera [Jesucristo], y le otorgó el más excelso de los nombres: / [Por lo tanto] Al nombre de Jesús todas las rodillas deberían doblarse […]; / Y toda lengua debería confesar que Jesucristo es el Señor […].” ¿Acaso no estamos hoy siendo testigos de un proceso en el cual esta afirmación mutatis mutandis se podría aplicar al Dinero? Sin importar que subjetivamente la entendamos y la aceptemos o no—individuos privados, compañías enteras, la fuerza laboral en las compañías, incluso naciones enteras, están OBJETIVAMENTE obligados a doblar sus rodillas en nombre del Dinero. Incluso las cosas, animales, los árboles de la selva tropical, valores, ideales, tienen que experimentar su sublación como sustancias en su propio derecho y con una dignidad propia y verse reducidos a su valor desnudo en dinero—dinero no en el sentido sustancial, cosificado, de oro, ni siquiera de papel moneda, sino como valor per se completamente abstracto, impersonal, sin imagen, irrepresentable, como un mero número, cantidad per se, es decir, dinero como el puro concepto de sí mismo, dinero destilado, sublimado, habiéndose vuelto de hecho la lógica de sí mismo, dinero completamente interiorizado en su noción.
El dinero ha vuelto finalmente a casa a sí mismo después de dos mil quinientos años de haber estado en el estatus reducido, alienado, ex-céntrico, de un mero MEDIO, para los fines humanos subjetivos. Ahora, el dinero se ha vuelto su propio centro. Ahora el dicho proverbial “el dinero hace girar al mundo” finalmente se ha vuelto verdad. De manera similar los Media (incluyendo toda la esfera moderna de la comunicación y el entretenimiento) hoy se han emancipado de su estatus previo como medio para transportar contenido y se han vuelto “auto-importantes”, auto-centrados, y un fin en sí mismos, habiendo quedado reducidos, todos los contenidos, a meras ocaciones para que los Media se pongan en marcha. ELLOS determinan las políticas, nuestra percepción de la realidad, los temas de discusión, nuestros deseos. “Los Media” se han vuelto el mensaje (para adaptar un dicho de Marshall McLuhan). Tanto la forma moderna del Dinero como Los Media equivalen al fin real de la metafísica de la sustancia y la traducción de todo lo sustancial, semántico, natural, en la casi-absolutidad de la forma lógica, sintaxis, movimiento lógico, “espíritu”. Ambos son lo Mismo, a pesar de que no se parecen…
La tarea de la tercera fase, en la cual aún vivimos […] es la descomposición y evaporación de la sustancialidad como tal, primero, la sustancialidad de los contenidos de la consciencia, es decir, en el mundo externo del sujeto, así como todas sus ideologías, ideales y valores, y después la sustancialidad de la noción de “sujeto consciente” en sí mismo incluyendo su sentido recientemente adquirido e inflado de importancia como “un individuo” y “una personalidad”. Este trabajo fue principalmente realizado, primero, por la Revolución Industrial y, desde las últimas décadas, de manera mucho más sutil por [El-Dinero-y-Los-Media]. El Dinero y Los Media son enormes máquinas psicológicas para la ejecución de este aspecto del opus contra naturam. Cada uno en su propia manea específica consume la dignidad independiente de lo que sea que se apodere. Su carácter es decididamente vampírico y voraz. Drenan la sangre vital de cualquier contenido o realidad y dejan este último atrás como un cadáver sin alma. ¿Hay aún algo sagrado o bello una vez que Los Media, especialmente la televisión y la publicidad, le han puesto las manos encima? ¿Queda algo cuya dignidad sustancial haya quedado intacta una vez que ha sido percibido en términos de la forma avanzada, sin restricciones, del capitalismo de hoy?
El hombre es de esta manera enseñado objetivamente a liberar todos los contenidos semánticos de la consciencia (de hecho, todo el mundo natural […]) en el estado de la factualidad-positiva y por lo tanto abandonarlo completamente al sinsentido, sin alma, es decir, en la indiferencia. El resultado inmediato del opus contra naturam para nosotros es por lo tanto que el mundo yace ante la consciencia como un objeto muerto, mera materia prima para la disponibilidad y producción humana. Esta es esa situación que, como Jung ya la presentó hace 70 años atrás, “a la fría luz de la consciencia, la desnudez del mundo se prolonga hasta las mismas estrellas” (CW 9i § 29). La vuelta a casa del alma de su alienación nos deja a nosotros los humanos recíprocamente alienados del mundo natural. ¿Qué otra cosa podría significar “la disolución de la unio naturalis, qué otra cosa podría traer un opus contra naturam sino la completa irrelevancia, para el alma, de la naturaleza y de una imaginación que se alimenta de la naturaleza?
Pero la disolución de la sustancialiad del “mundo objetivo” es concomitante con la disolución de la sustancialidad del sujeto mismo. El hombre en tanto que individuo está hoy en día obligado a experimentar su “redundancia” y su insignificancia, su irrelevancia; en su estatus lógico en tanto que sujeto está cada vez más y más siendo lógicamente disuelto y desintegrado en procesos “anónimos” sin sujeto, redes de relaciones y movimiento per se, para lo cual sirve como idea palabras claves como globalización, networking, World Wide Web, comunicación, sociedad de información, transacciones de dinero internacional.
Estos fenómenos ya tienen objetivamente el carácter de sujetos y de fluidez autosuficiente, autoorganizativa, lo cual también es el carácter del “alma”. Y aún así queda obviamente un resto de positividad y externalidad en ellos…