Una película de Bruce Beresford (2011).
Guión Jan Shardi. Basado en la verdadera historia de Li Cuxin y adaptada de su exitosa autobiografía Mao’s Last Dancer
Una dramática historia de determinación, fuerza y coraje. Valores no sólo aplicados a la danza sino también al hecho de que el protagonista, Li Cunxin (Chi Cao) se ve forzado a enfrentarse al coloso aparato estatal de la china comunista en uno de sus momentos más ferozmente fundamentalistas, la época de la Revolución Cultural maoísta.
Se entremezclan varias tramas, cuyo denominador común es el amor. Amor a la danza, a una mujer y a la libertad. Una puesta en escena magnífica que presenta unos elipses narrativas perfectamente entrelazadas con el ritmo maravilloso del ballet, unas coreografías exquisitas que deleitan la vista y embriagan el espíritu de esa belleza etérea que solo el cuerpo humano, ahora transformado en instrumento mágico capaz de desafiar a las leyes físicas, puede expresar.
Otro desafío pronto surge en una batalla que anuncia la tragedia. Intereses políticos e ideológicos se interponen y conducen a Li a ser presa de un conflicto diplomático, una situación propia de la “guerra fría” que en aquella época enfrentaba al comunismo y el capitalismo. Acusado de desertor por querer quedarse en América, Li se ve condenado a convertirse en apátrida y huérfano de su familia.
El director Bruce Beresford nominado dos veces a un Oscar (Consejo de Guerra, Paseando a Miss Daisy, Gracias y favores, Manto negro, etc.) consigue, partiendo de una historia de superación como tantas abundan en el cine, imprimir a su obra una calidad narrativa fluida que destaca en la fusión de los personajes (del Li niño, al joven adolescente y al adulto) y en la de las piezas de ballet que orquestan dos clásicas piezas de repertorio (aparece parte de la producción de El lago de los cisnes y Giselle en unas maravillosas coreografías creadas por una leyenda de la danza australiana, Graeme Murphy, antiguo director artístico de la Sydney Dance Company).