Fragmento de la obra “What i soul” de W. Giegerich (p. 242-3)
En el curso de la terapia suele ocurrir que emergen emociones espontáneamente las cuales tienen que ser atendidas. Sin embargo no necesariamente en el sentido de cultivarlas y tomarlas en serio, sino más bien acogerlas solo como la primera inmediación de un contenido implícito de una imagen, de una posible comprensión (insight).
El objetivo de la trabajo en la consulta es buscar una liberación de su encarcelamiento en la fisicalidad de la materia de los síntomas y los trastornos. Por ejemplo, un paciente puede tener emociones reprimidas porque ha tenido un progenitor cruel en la infancia. A través de un mecanismo de defensa puede haberse identificado con el agresor o nunca haberse permitido sentir conscientemente el odio el que emergió espontáneamente.
En tal situación es esencial permitir que esas emociones salgan a la superficie que se expresen hasta su total extensión e intensidad. Tales pacientes deben de tener el soporte emocional que necesitan de la terapia para entrar en contacto real con sus emociones sentimientos reprimidos o evitados. Solo una vez el proceso ha sido completado el trabajo tendrá continuidad.
De igual manera otros pacientes con problemas severos en el área de la conexión y el vínculo en la infancia necesitan mucho trabajo terapéutico y soporte emocional. Pero de nuevo, estos problemas derivados de una insuficiente conexión madre hijo realmente en vez de recrearse o sucumbir a ellos, el paciente adulto tiene que verlos claramente, asumir las propias deficiencias y aprender cómo integrarlas para que estas dejen de ser heridas abiertas y se conviertan en cicatrices de tal manera que puedan continuar su vida sin quedar apresados por ellos la auto compasión, el resentimiento o el victimismo. Tiene que dejar de intentar ser el niño que no tuvo el amor o el apego que debería haber tenido, el niño que cree que merecía una vida mejor y que mantiene de algún modo la creencia fantasiosa de que algún día tendrá que ser recompensado o curado.
Tiene que devenir libre de estas ilusiones y demandas por medio de conscientemente y explícitamente dejarlas detrás para llegar a ser plenamente adulto que ya es sin tener que quedarse en casa anclado con lo que echa a faltar. Tenemos que aprender a asumir la responsabilidad por nuestro destino por todos los errores y las negligencias que hemos experimentado los traumas que se nos han inflingido, por las heridas las lagunas y las deficiencias que resultan de nuestra historia .
El recrearse en estas emociones victimista es en estos casos una defensa contra el tener uno tener que pagar el precio por lo que la vida le ha hecho a uno mismo. Seguramente la vida fue quizás injusta, ha podido padecer condiciones negativas por padres crueles o inconscientes, experiencias traumáticas el destino puede ver me he dado golpes brutales pero y que esto es todo ello todo ello es psicológicamente poco importante puede ser humanamente terrible pero desde la perspectiva adulta ha de convertirse en no importa. He podido ser insultado herido o herida por la vida pero en este mismo proceso la vida me presenta una factura a mí que yo he de pagar. Es esencial darse cuenta que es uno y no cualquier otra persona la que tiene que pagar por cualquier cosa hecha a mi o de cosas de las que he sido privado o privada y es esencial que yo finalmente lo pague porque nadie más puede pagar el precio de lo que me duele los golpes del destino que me han ocurrido o los insultos que me han hecho, y cosas hechas por otros respecto a las cuales yo he sido meramente una víctima un recipiente inocente. todo lo cual no debe, psicológicamente hablando, quedarse como afuera de uno mismo en la forma de otredad, de un suceso externo. No sirve de nada defenderse contra ello y rechazarlo por medio de estar resentido.
La rabia, la furia el deseo de venganza o compensación etc. me mantiene en un estado de inconsciencia de inmadurez psicológica, estas emociones establecen y mantienen la fantasía de una realidad exterior responsable de mi sufrimiento. Pero no hay un puente entre entre yo y mi dolor, ultimadamente donde vive procede el dolor o la herida es en mí. Es irrelevante lo que se me hizo a mí por otros, tengo que psicológicamente convertirlo en mi mismo o mi misma, en parte de mí y eso significaría pagar el precio por haber sido herido o herida y así disolver el resentimiento hacia los otros y tengo que asumirlo y e integrarlo con mi propio dolor y propias pérdida y todo ello convertirse en mi nueva e inalienable realidad. No hay otra, este es el único camino en que puedo experimentar una liberación. De otro modo estaré siempre cogido en el resentimiento contra de lo que me pasó esto es capturado por un complejo. El flujo de la vida queda entonces parado obstaculizado. Tengo que aprender a vivir con mis heridas y deficiencias e integradas en mi propia auto definición.