“…decir que no puede haber sociedad sin relaciones de poder, no quiere decir que las que están dadas sean necesarias, ni que todos modos el poder constituye una fatalidad que no puede ser socavada en el corazón de las sociedades; sino que el análisis, la elaboración, el cuestionamiento de las relaciones de poder es una tarea política incesante.”  M. Foucault

La entrevista fue realizada a un profesional, psicólogo clínico, de orientación psicoanalítica que ejerce su actividad como psicoterapeuta en el ámbito privado.

Se llevó a cabo mediante la técnica de entrevista no directiva cuyo objetivo era informativo, de investigación social: averiguar cómo, el entrevistado, concibe el poder, su ejercicio y peculiaridades tal y como se dan en el curso de su actividad profesional en el ámbito “íntimo” de un proceso terapéutico. Tuvo lugar en su consulta y transcurrió en un clima distendido y cordial, el entrevistado cooperó en todo momento, se mostró interesado y mostró un conocimiento profundo del tema, hizo gala de un gran aplomo y seguridad en el planteo y exposición de sus experiencias y puntos de vista. El guión de la entrevista se confeccionó en base a las preguntas  propuestas en la PAC y otras que surgieron espontáneamente al calor del proceso comunicativo. Dado que con el entrevistado me une una relación de amistad, la presentación fue breve y el desarrollo en clave charla informal. Debido a su alto nivel cultural y técnico y familiaridad con el tema no fueron casi necesarias las consignas temáticas ni las tácticas de profundización.

La elección del sujeto de la entrevista vino de la consideración de que el rol de psicoterapeuta está sancionado cultural y socialmente, reconocido como dispositor y ejecutor de un poder socialmente necesario cual es el de asistir, auxiliar y ayudar a las personas que presentan problemas de adaptación, de conducta y trastornos psicológicos que reducen la calidad de vida del sujeto que los padece y del entorno que habita.

El ejercicio del poder en la estructura relacional implícita en una relación terapéutica nos acerca a una concepción cercana a Weber, Arendt y Foucault con una visión del poder vinculada a las ideas y a los valores y a la necesidad de disponer de un tipo de racionalidad que lo legitime. Según nuestro entrevistado,

“…mi posición social y existencial me obliga a ejercer el poder siempre bajo un imperativo ético. No cabe el ejercicio del poder como un fin en si mismo ni como un medio para satisfacer necesidades mías egoístas,  en el sentido de insolidarias,”

Y luego frente a la pregunta que le formulamos, ¿es posible pensar en un ejercicio del poder más allá de la ética en la relación terapéutica?:

“Es posible. pero siempre desde la óptica de la mala praxis, es decir, el terapeuta ha de tener resuelto en si mismo el tema del poder y de su abuso: su propio apetito de poder, sus compulsiones y complejos, sin cuya resolución, la relación terapéutica acaba traicionándose a si misma y se convierte en un abuso de poder muy peligroso, iatrogénico.

¿puedes explicar esto un poco mejor?

Para el paciente, el terapeuta no es una persona como cualquier otra. Deposita en este ser humano la esperanza de curación, la ayuda providencial que le permita salir de su atolladero. En su fantasía y las fantasías son muy poderosas, reviste al terapeuta de cualidades mágicas, casi divinas. cae, en consecuencia en una dependencia emocional que es campo abonado para que se vuelva ciego a todo tipo de abusos y se someta a cualquier tipo de solicitación o sugerencia u orden. Si el terapeuta cae presa de la tentación de abusar de su poder, y resulta fácil caer, el daño que se produce al paciente es hondo y de grandes consecuencias negativas, “
Aquí, el enfoque de Latané (1981) cuyos parámetros intensidad, inmediatez y número de intervinientes seguramente  reflejarían un fuerte impacto social, pues esta relación se presenta con un alto índice de credibilidad y poder que detenta el terapeuta a los ojos del paciente, su cercanía física y emocional es estrecha, “íntima” y con sólo dos protagonistas.

Resulta útil el análisis foucaltiano de las estrategias de poder inherentes a este tipo de relación, sobretodo en la percepción de las maniobras invisibles de poder que se dan en la consulta terapéutica, pues ya sabemos desde Chomsky, que el poder ama esconderse pues así se fortalece:

“…por otro lado, la relación terapéutica, como toda relación, siempre implica una lucha de poder que convoca a dos participantes, aunque éstos no se puedan identificar exclusivamente con las personas que intervienen. Por un lado, el poder terapéutico cuyo fin es curar, auxiliar, y por otro, el poder que se ejerce como acto de resistencia, un contrapoder que busca obstaculizar los avances y usualmente está motivado por el miedo de paciente  a curarse, a lo desconocido, la resistencia a cambio.

En realidad, cada sesión terapéutica recrea un microuniverso que reproduce las variadas formas de ejercicio del poder, visibles e invisibles, sutiles y obvias, aparecen dimensiones de lucha directa, encubierta, desafío y sometimiento, victoria y fracaso.”

Se realza la visión estratégica que enfoca campos de fuerzas y configuraciones reticulares que dan lugar aquí, empero, a la producción de consciencia.

Resulta también pertinente enfocar la convicción, como hace el entrevistado, de que el ejercicio del poder está sujeto a unas leyes explícitas tal y como desarrollamos a continuación.

“… bajo el contrato terapéutico ese documento que instituye y enmarca el proceso existencial que llamamos psicoterapia sólo permite el ejercicio de poder que deriva del uso del discurso. sólo mediante la palabra significativa pronunciada en el momento significativo podemos y debemos ejercer el poder terapéutico que es el único que se nos permite.”

Es evidente que es el lenguaje el campo de ejercicio del poder del terapeuta el cual es usado estratégicamente por éste.

El psicólogo entrevistado parece seguir una concepción que tanto puede enmarcarse en un abordaje del poder como substancia “algo de lo que se dispone en determinadas circunstancias”  pues el terapeuta dispone una capacidad, el poder terapéutico, y el paciente sufre de una incapacidad, como en la visión que lo contempla como una realidad inherente a la actividad que transcurre en el tipo de relación que se establece:

“el poder es para mí un ejercicio constante inherente a toda actividad humana y relación social. Aunque la persona que acude a la consulta terapéutica usualmente acude porque suele sentirse carente de poder, víctima de su enfermedad, impotente frente a sus síntomas…”

“El poder es desde el  ángulo terapéutico que manejo, un factor decisivo que expresa la salud psicológica o la falta de ella. Es decir, una persona que se siente con poder generalmente se asume a si misma como ente actuante y con capacidad decisoria. Por contra, la impotencia está implícita en la experiencia del síntoma, denota la falta de salud y/o de poder. Por tanto para mí, el poder, la sensación de poder ser uno mismo, de poder decidir la propia vida, la de poder actuar frente a y junto a los demás y afirmar la propia individualidad es sinónimo, signo, de salud vital”

Se trata de un poder que actúa intencionalmente (Bachartz i Baratz, 1962-70) pues su fin es modificar la conducta y/o las actitudes y valores del paciente, e implica la posibilidad de influir, es decir de inducir fuerzas en otra persona (Lewin y Kaplan, Yukl).

La relación terapéutica implica una asimetría, una estructura jerárquica y una dependencia propia de las relaciones de poder aunque su nota distintiva parece ser, otra vez, la constante referencia ética que impide, al menos en teoría, cualquier abuso o uso negligente. En este caso, el ejercicio del poder debería revertir la afirmación de Lord Acton “el poder tiende a la corrupción…” por la idea de que el ejercicio moralmente adecuado del poder tiende a la liberación (o curación). No implica poder coercitivo más allá de la imposibilidad del tratamiento si el paciente no cumple con su obligaciones de colaboración tal y como se formalizan en el contrato terapéutico. Sí un poder que el paciente considera legítimo y referente, el poder del experto (French y Raven, 1971) que no busca la conformidad sino el consenso por la argumentación que llega a producir una internalización, una plena coincidencia del paciente con el agente de influencia (Deutsch y Gerard).

En cuanto al tema de las desigualdades, al ser preguntado acerca de como influyen y se muestran las desigualdades de género, raza, clase y estatus social, etc. en la experiencia terapéutica dice:

“Los factores biológicos, de edad, género, etc. influyen en muchos niveles y de diversas formas en cuanto a la constitución de los síntomas del paciente. Forman parte esencial de sus traumas, complejos, inseguridades y angustias. El trabajo terapéutico consiste en lograr que estas variables pierdan su poder coercitivo, generador de problemas. Al final siempre se trata de enfrentar el mismo reto, que la persona asuma aquello que tiene de único e individual, aquello que se sitúa más allá de sus condicionamientos biológicos, sociales, de género y edad, por tanto resulta imperativo que dichas variables no alteren mi actitud y actividad en relación al paciente…”

No parece coincidir esta visión con la aquella que afirma que las desigualdades tienen su origen en el orden natural sino más bien se inscriben en el registro cultural por lo que es modificable la influencia que ejercen en la vida del individuo.

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