La identidad contemporánea , una mirada psicológica
“y que el pensamiento, abandonando la interioridad salmodiante de la conciencia, deviene material sufrimiento de la carne, persecución y desgarramiento del sujeto mismo” Foucault, M: El pensamiento del afuera
Abstract
Esta artículo es una interpretación de la identidad a la luz de una mirada psicológica específica sustentada por W. Giegerich, que entra en diálogo con las concepciones formuladas y sostenidas por autores como Taylor y Sennett. Defiende la idea de que la identidad contemporánea tal y como es concebida por estos autores alude a un fenómeno psicológicamente obsoleto, una atrevida formulación que será contrastada con las tesis postuladas por los autores mencionados.
Prolegómeno: encuadre metodológico, conceptual y teórico
Es este ensayo examino algunas de las teorías y tesis sobre la identidad, adoptando una posición interpretativa que se ancla en la visión de la Psicología que sustenta un autor, W. Giegerich, el cual considera que la psique, objeto de estudio de la Psicología presenta una característica esencial que obliga a un enfoque distintivo respecto a las demás ciencias y disciplinas. Su punto de partida es la consideración de que estamos irremediablemente encerrados en la psique, puesto que el hacer ciencia o teoría es un acto psíquico más, no disponemos de un punto de Arquímedes desde el cual contemplar la psique como algo situado frente a un sujeto, como es el caso de las demás disciplinas, instaladas en la escisión sujeto/objeto. Una escisión que obliga a una reflexión exterior, el objeto de estudio es contemplado, o manipulado desde un supuesto “afuera”. El positivismo es una de las tradiciones hegemónicas de la cual emanan las ciencias naturales y en gran medida las sociales y humanas. En cambio la obligada posición del hacer psicología es un interiorización absoluta. Una de las tesis centrales es la consideración de que la psique es objetiva, no pertenece al sujeto como un atributo, o un órgano intangible, no está localizada en su “interior”, más bien el sujeto está absolutamente inmerso, rodeado y constituido por ella. Ello obliga a la psicología a una práctica nocional, concepto introducido por Mogenson que se refiere a una posición metodológica que acentúa el carácter fundamentalmente sublado (superado, sobrepasado) de todos los fenómenos psíquicos y junto con esto la naturaleza fundamentalmente especulativa de su praxis.
Esta concepción excluye la idea de una personalidad subyacente o un substrato personal. Cada fenómeno psicológico es concebido como suficiente y autocontenido que tiene la estructura circular de la auto-reflexión y auto-expresión en lugar de la estructura linear de algo que tiene un referente externo o un otro (tal como la personalidad subyacente o substrato) del cual sería la expresión. En tal situación el modo abordaje del objeto de estudio es necesariamente el de la reflexión “interior”, especulativa. El autor equipara pues psique a consciencia y establece al respecto una clara distinción, la diferencia psicológica, entre el plano de lo psíquico (procesos y fenómenos psíquicos personales, del sujeto), y el plano psicológico, (procesos del alma impersonales, objetivos, constitutivos de los estados de conciencia que caracterizan una época histórica). Estamos ante una psicología no personalista que tiene que ver más que con contenidos o substancias con estados y niveles de consciencia y forma lógica que las constituye y determina en su expresión histórico-cultural. En consecuencia, la pregunta psicológica no es ni puede ser qué y cómo es la psique, sino cómo se refleja en sus manifestaciones. La principal presunción metodológica es la de que cada fenómeno cultural ha de ser tomando psicológicamente como portador de un sentido en si mismo, siendo su propia interpretación y por tanto interpretarlo siempre es un intento de “descubrir la interpretación por la cual el fenómeno es” (Giegerich, 2008:180) hacer justicia al fenómeno y acceder a su verdad ha de ser tomado como una expresión o manifestación de “la psique hablando a si misma acerca de si misma” (Giegerich, 2008:176). Una idea central en la posición del autor es que la consciencia, la psique objetiva, y el mundo en que vivimos colectivamente va mutando y cada cambio de consciencia es un cambio de mundo. Y al cambiar la consciencia, los problemas con que la consciencia del mundo anterior se encontraba se han vuelto irrelevantes, obsoletos. No se han resuelto, simplemente han quedado atrás. Para esta nueva consciencia los problemas de la otra consciencia ya no existen como tal.
El yo, la identidad y la vida interior como proceso histórico
Taylor enfoca su lúcida mirada en los procesos históricos y los fenómenos culturales cuyo resultado ha sido la emergencia de la identidad contemporánea. En su análisis enfatiza los siguientes aspectos: la emergencia del utilitarismo y la razón instrumental y desvinculada que la acompaña, y en segundo lugar, la “revolución romántica” que parece emerger en contraposición a los excesos del primer fenómeno aunque en otros sentidos supone el desarrollo de algunos temas presentes. Para Sennett, el problema radica en el surgimiento del capitalismo y el proceso de secularización que se desarrolla en los siglos XVIII y XIX. Ambos autores parecen coincidir en lo esencial en cuanto a los factores antecedentes: razón desvinculada, utilitarismo y capitalismo van de la mano y la secularización y el abandono de la providencia y el giro expresivista que facilita el desarrollo del Romanticismo pueden verse como facetas de un mismo fenómeno.
Estos autores critican la pérdida de significado y el empobrecimiento espiritual que comporta, todo ello debido a la emergencia de la razón desvinculada y el utilitarismo en la vida social y cultural de los siglos XVIII y XIX. Este enfoque implica lamentar la pérdida y proclamar soluciones. El mismo movimiento romántico se nutre de esta realidad interpretada y vivenciada alarmantemente como un peligro para la vida social, para la comunidad política y para el mismo ser humano cuya voluntad se debilita (Sennett). Aunque Taylor no está de acuerdo en que otros autores critican unilateral y negativamente estos fenómenos, es decir, se opone a la negatividad parcial de la crítica pero desde una oposición que se sitúa a la suya propia en el mismo plano, simplemente añade y enfatiza una serie de aspectos supuestamente positivos de la emergencia de la identidad moderna: la democracia, los derechos humanos, etc. Afirma el autor, Taylor (1996:679): “Lo que emerge de la imagen de la identidad moderna tal y como se desarrolla históricamente es el lugar central de los bienes constitutivos en la vida moral y la diversidad de bienes de los cuales cabe hacer una pretensión válida”. Por ello practica una crítica que se encuadra totalmente en el estilo crítico de la modernidad, tal y como es practicado por pensadores como Kierkegaard, Marx, Nietzsche, Heidegger, por mencionar los más relevantes, que caracterizan la época, por ejemplo, como llegada a su ocaso, enferma, decadente, castigada por la “pérdida de su centro”.
Ambos, asimismo, lo contemplan como un proceso gradual en el que una especie de continuidad está asumida de antemano, se producen cambios que originan resistencias y oposiciones pero que coexisten. Taylor coloca una “psicología” al lado de otra. Pero a esta concepción le hace falta una dimensión dialéctica. El Romanticismo no es una simple oposición a la razón desvinculada, es más bien una negación dialécticamente enlazada a ella en el sentido de que implica una tensión o resistencia que adolece del mismo problema que intenta erradicar. Ambos enfatizan el papel de la creencia en la fundamentación de una nueva ética (Taylor) y en su rol de condición social esencial (Sennett).
Parten de una condena y rechazo a estos fenómenos aunque Taylor se esfuerce en equilibrar la abalanza añadiendo a estas críticas las que el considera efectos positivos del fenómeno histórico. Con este proceder inadvertidamente se produce un posicionamiento moral que empobrece la comprensión del mismo fenómeno. El movimiento Romántico puede se considerado a gran escala como la expresión de esta resistencia o rechazo a un proceso histórico que hoy se ha vuelto planetario y que perfilo en sus líneas básicas en el siguiente apartado.
La escisión de la conciencia contemporánea y el individuo como remanente obsoleto
Entre el siglo XX se produce se consolida una ruptura que de hecho se inicia en la época analizada por Taylor y Sennett. La omnipresencia de la tecnología, la economía, el mundo virtual que hoy vivimos no alude a un mero cambio o avance sino al surgimiento, según Giegerich, de una nueva estructura y nivel de consciencia.
La escisión neurótica, es el resultado según el autor, de la ruptura y la revolución de la consciencia habidos en el siglo XVIII y el XIX que conforman al mismo tiempo que la emergencia del yo, una pérdida de su enraizamiento en el mundo metafísico, social y teísta en el cual, el individuo vivió durante mucho tiempo. Se produce entonces una particular disociación de la consciencia mediante la que una dimensión de la psique se vuelve contra si misma. Dicha escisión, una ruptura de la continuidad, es la consecuencia lógica e históricamente ineludible de una transformación mediante la que la consciencia deviene consciente de si misma. El ser humano se emancipa de su enraizamiento y enclaustramiento en el mundo (mítico, natural, religioso, metafísico y social) que hasta entonces le cobijó.
Afirma Giegerich,
“In archaic times, there was consciousness, but it reflected itself in its other, in nature, in the cosmos – in other words “out there” and objectified. As such, consciousness, to be sure, indeed existed, it was conscious – but not conscious of itself (of itself as consciousness and subjectivity). Myth (the mythically experienced outer reality) was early man’s consciousness. In the course of history, this projection out onto nature could be withdrawn, and to the extent that it was withdrawn, consciousness became conscious of itself, of itself as consciousness (or the other way around: to the extent that consciousness became conscious of itself, it was no longer possible to experience the natural world out there mythically). The empirical person is not the subject of the individuation process”.
Uno de los fenómenos más relevantes de esta nueva consciencia que se caracteriza por la desustancialización es la virtualización de la experiencia de vida y del conocimiento que acarrea, las identidades se disuelven, los procesos de identificación y las identidades resultantes se multiplican a un ritmo históricamente inédito cuyas consecuencias apenas vislumbramos.
Respecto a la disolución de la entidad o de la sustancia y de nuestro arraigo en un fundamento “metafísico” y en una tradición, uno de los ejemplos más obvios se pueden encontrar en el área inmediatamente relevante para la psicología convencional: la obsolescencia, en el alma, del concepto de individuo humano como un yo con una identidad constante y más o menos clara.
El individuo de hoy es un “navegante” lógicamente sin centro y tiene que reinventarse a sí mismo cada vez de nuevo, e incluso puede que viva a la vez muchas identidades imaginarias ”
Giegerich (2007:314-315) afirma;
“La primera conclusión que podemos extraer de estas observaciones es que la era de la psicología, …de la introspección, se ha terminado. Su tiempo parece haber sido sólo un breve interludio histórico. Ya no hay más “interior”. El individuo es una realidad obsoleta, del pasado…”
Estas afirmaciones necesitan ser explicadas. Al decir que el individuo está obsoleto no afirma, por supuesto, que ya no existe. La afirmación no es una afirmación empírica de un hecho positivo, sino psicológica. Lo que quiere decir es que el individuo ha perdido su significado esencial. Está obsoleto en todos los aspectos fundamentales.
“La gente también puede, como antes, aventurarse en el camino del auto-desarrollo, de la propia búsqueda y convertirse en Sí-Mismo. Pero tiene que darse cuenta que todas estas actividades y todo lo que se pueda extraer de ellas, lógicamente ya no está al día. En cuanto a su mayor determinación se refiere, están obsoletas, desconectadas del lugar donde hoy está la “acción real”. Sólo tienen el estatus de una actividad de pasatiempo.”
Reflexiones en torno a la ética y al triunfo de lo terapéutico
Taylor critica las opiniones negativas de muchos autores contra el instrumentalismo y la razón desvinculada porque invalidad algunos de los bienes cruciales, una mala metaética que descarta el bien al enfatizar el mal. Critica así la idea de que lo que conduce al error es un falso principio. Arguye que así se soslayan dilemas genuinos y sostiene que “sólo pueden afrontarse abordando los problemas de la democracia y la ecología como cuestiones técnicas y buscando mejores soluciones a través de la aplicación de la ciencia relevante, bien sea social o natural”.
Taylor concluye en el capítulo los conflictos de la modernidad algo que me despierta serias reticencias. Alude a la presencia de unas supuestas hondamente arraigadas morales de libertad y benevolencia que hunden sus raíces en el deismo y la Ilustración. Admite que el teísmo se ha hecho añicos, pero creo que no tiene en cuenta el martillazo que supuso la obra de Nietzsche y su tesis sobre el papel de la moral y de la ausencia de valores que anidan en el nihilismo que nos constituye. Y Sennett concluye planteando una pregunta: “¿en qué sentido es la intimidad una tiranía?”. Taylor (1996:686) refiriéndose a la proliferación de las tecnologías del yo y del cuidado de si mismo se lamenta sobre la “liviandad de los lazos y superficialidad de las cosas, ausencia de identificación en la comunidad política”.
Hay una ética contemporánea, la procedimental, que parece estar inmune al nihilismo pero, solo en apariencia. Los derechos humanos piedra de toque del humanismo occidental y fuente de orgullo moral, son asimismo síntoma de la misma escisión neurótica que mencionamos: se predican los derechos humanos en una retórica que oculta una práctica de dominio e imposición universal. Aquello de que las palabras van por un lado y los hechos por el otro, o aquello de “haz lo que digo, no lo que hago”. En este contexto la moral es un discurso en el sentido foucaultiano, una ejercicio de poder. Ya no es más aquella fuente de ideas-fuerzas que generan un núcleo de comunidad, sólo quedan las ideologías y el fundamentalismo como rasgos dominantes.
A la luz de la óptica defendida por Giegerich, ambos autores contemplan tanto el Romanticismo como los problemas que asolan la identidad moderna como fruto resultado de una pérdida que para nuestro autor no solo es irreparable y por tanto irrecuperable sino que es un momento necesario de una negación dialéctica que aún no ha alcanzado su plena culminación, por ello la psique se contrapone a si misma en un movimiento que intenta conservar la “vieja ” configuración.
“… Ell és conscient que necessitem mites, i l’il·lustrat i el romàntic són molt positius (per exemple, sense ells no tindria sentit l’idea de democràcia, perquè es fonamenta en la idea de l’autonomia individual”
Esta afirmación encuentra serios reparos desde la perspectiva de Giegerich, pues en varias de sus obras desarrolla la tesis de que el ser humano hoy ya no necesita mitos. Los mitos hoy son meros relatos, no conforman la verdad de la época. Precisamente es la carencia de mitos lo propio de una consciencia que por devenir consciente de si misma no los necesita y al mismo tiempo los anhela. Esta es su neurosis. Giegerich propone un concepto, la irrelevantificación que intenta dar cuenta de que aquello que en un momento era sustancia inviolable, se ha vuelto estructura de pensamiento y ya no apareció más como tema. Ha perdido relevancia. Este es un proceso histórico, de la consciencia que implica asimismo all individuo concreto. La historia no transcurre en balde, la era del Mito dio paso a la era del Logos, lo que implicó un cambio en el constitución lógica del mundo experimentado, un nuevo modo de ser-en-el-mundo. Hasta hoy en que la civilización tecnológica y medial que nos constituye asimismo impone a todos un mundo, unas actitudes, una estructura de consciencia, unos problemas y unas tareas específicos.
Ahora bien, si el significado del término mito se emplea como sinónimo de relato, podemos admitir que la misma esencia de la identidad depende del relato. Hoy el relato dominante que efectivamente estuctura nuestra vida y conforma la relación hombre-mundo está inserto en la lógica de los medios que coloca al ser humano, en la posición del “hombre escondido” -la conciencia televisiva, virtual y turística- que nos constituye y que nos pone al alcance infinidad de relatos, pero que ninguno alcanza al núcleo de nuestro ser-en-el-mundo. Este estar expuesto a infinidad de relatos coexiste y se contradice con una consciencia orientada a y enclaustrada una realidad en la que el substrato de lo real mismo se ha vuelto intelectual. Ya no es natural, substancia; es forma lógica: programas, algoritmos, y su contenido ya no aparece con el antiguo sentido de seriedad y dignidad de una pretensión de verdad”. Ahora, la introspección subjetiva en la que se basaba la “vida interior” ha dado paso hacia una nueva dirección hacia afuera, en vez de mirarnos a nosotros mismos, conectamos con la web, mirando la pantalla, en una experiencia que disolviendo identidades nos transforma en interfaz humano. El mismo concepto de autenticidad propuesto por Taylor puede ser asimismo objeto de irrelevantificación en un mundo en que la distinción entre original y copia ha perdido sentido. La creación virtual impide distinguirlos, pues queda subsumida a un conjunto de bytes, que admiten réplica infinita.
Referencias
Giegerich, W. (1998). ¿Es “profunda” el alma? Introduciéndose y siguiendo el movimiento lógico del “Fragmento 45” de Heráclito. Spring, 64.
— (2001). The Soul’s Logical Life. New Orleans: Frankfurt am Main: Peter Lang, 3a. ed.
— (2007). Technology and the Soul. From the Nuclear Bomb to the World Wide Web. Collected English Papers, vol. 2, Spring Journals.
— (2008). Soul Violence, Collected English Papers Vol III. New Orleans: Spring Journal Books.
— (2010). The Soul always thinks. Collected English papers, Vol. IV. New Orleans: Spring Journal Books.
Henderson, R. y Henderson J, (2010). Living with Jung: Interviews with Jungian Analysts, Vol. 3. New Orleans: Spring Journal Books.
Mogenson, G. (2013). The Place of Interpretation: Absolute Interiority and the Subject of Psychology. New Orleans: Spring vol. 77.
Taylor, Ch. (1996). Fuentes del yo. La construcción de la identidad moderna. Barcelona: Paidós.
Sennett, R., & Di Masso, G. (1978). El declive del hombre público. Barcelona: Península.