La hija de la araña negra

Vanesa es una chica joven, alrededor de los 28 años, inteligente y creativa. Viene a verme porque se queja de problemas en sus relaciones. No presenta síntoma manifiesto alguno. Interesada en la cultura y en la política campo en el que milita activamente y participa en protestas que a veces acaban con detenciones.

Enseguida en su relato se trasluce una especie de superioridad intelectual, se jacta de que engaña a los jueces cuando la interrogan tras sus detenciones de las que  siempre consigue salir indemne. En su relato biográfico destacan una relación problemática con su madre, que ella atribuye a que ésta es indudablemente una persona cargada de manías y neuras. Lo confirma aseverando que incluso su padre está de acuerdo con ella. En el curso de la terapia desarrolla una actitud crítica hacia mí, muy a tono con una actitud general que ella manifiesta en sus relaciones.

Después de un tiempo de analizar sus relaciones con los chicos y los hombres incluyendo un cuestionamiento de la relación idealizada que tiene con su padre, no en el sentido de que lo admire pues éste no destaca en tal sentido, sino en una especie de alianza emocional, ella siente a su padre como un guardián infalible, éste me llama y pide consulta. Cuando lo recibo se presenta, aunque educadamente, con una actitud fiscalizadora y cuasi amenazante, como haciéndome saber que él está pendiente de lo que “hago” con su hija. Tras recordarle que su hija es mayor de edad y hacerle ver que más allá de una visita de cortesía. no voy a recibirle más, él se despide y no vuelvo a verlo más. Este episodio sirve como catalizador en las sesiones de  Vanesa, dando lugar a un período en que sus mecanismos de defensa habituales empiezan a resquebrajarse. A ello le sigue una serie de sueños con temática que auguraba una intensificación del conflicto.

Sueña con inundaciones, maremotos, terremotos, de tal modo que intuyo que se avecina una fuerte crisis, de la que advierto a la protagonista. Efectivamente, al cabo de pocos días se presenta a la consulta sin tener hora reservada. La recibo pensando que se trataba de un error de mi secretaria, y enseguida me doy cuenta de que viene en un estado de suma alteración y agitación emocional. Le sigue una sesión de alta intensidad en la que la paciente, presa de un delirio, en el que alternaba rápidamente momentos de lucidez con otros de enajenación absoluta e incoherencia, me cuenta que lleva dos días deambulando por la calle, después de salir de su apartamento el cual había vaciado tirando sus pertenencias por la ventana, arrojando las llaves a un contenedor. No podía regresar a su casa. Me explica, en medio de otros detalles irrelevantes,  que una voz le está revelando unas verdades absolutas: ella es hija de la araña negra, yo soy a la vez Jesucristo y el Diablo y Dios le ha ordenado matar a Salman Rushdie.

Al escuchar este relato me doy cuenta de que está sufriendo una crisis psicótica. Su relato delirante no tiene, de entrada, ni pies ni cabeza. Es la clase de relato que hacen pensar a un psiquiatra en internar a la persona y administrarle anti-psicóticos, sin más preámbulo.

Obviamente este relato entendido literalmente es absurdo pero en la medida que lo estaba escuchando,  mi enfoque que me exige interpretar lo que me dice en clave metafórica, me revela un panorama muy diferente. Para hacerlo comprensible he de hacer unas disgresiones. Salman Rushdie, escritor indio nacionalizado británico, era en la época un personaje público. Un novelista de éxito que escribió una obra, Los versos satánicos, que lo catapultaron a la fama pues en su contenido se vertía una mordaz y audaz crítica satírica en la que en gran parte dirigida contra la religión musulmana.  Leemos en Wikipedia (1):

“La publicación del libro en 1988, en el Reino Unido, trajo consigo una fuerte polémica, desde la prohibición y quema del libro en los países musulmanes así como disturbios tanto en Inglaterra como en Estados Unidos. El 14 de febrero de 1989, el ayatolá Jomeini proclama una fatwa, instando a la población musulmana a ejecutar a cualquier persona relacionada con la publicación del libro. Una Bonyad o fundación religiosa iraní llega incluso a ofrecer una recompensa en efectivo por la muerte de Rushdie quien dos días después sería puesto bajo protección del gobierno británico las 24 h del día. Tales precauciones fueron fundamentadas cuando los traductores Hitoshi Igarashi y Ettore Capriolo así como el editor noruego Wiliam Nygaard fueron brutalmente atacados, en distintas localidades, por fanáticos musulmanes. El traductor de la edición japonesa murió a consecuencia de las heridas infligidas en dicho ataque.
La fatwa hacia Salman Rushdie sigue vigente, según reporta la agencia de noticias oficial del estado iraní, y la recompensa asciende a U$D 2,8 millones ofrecidos por una bonyad financiada por el gobierno.

En junio de 2007, la Reina Isabel II de Inglaterra y el gobierno británico le concedieron a Salman Rushdie la distinción de caballero (Sir) a lo cual, el mundo islámico ha vuelto a reaccionar a casi 20 años de la primera publicación de «Los Versos Satánicos». Los gobiernos de Egipto e Irán, así como manifestantes en Malasia, grupos talibán de Afganistán y otros de línea dura en Pakistán han mostrado su condena a la distinción hecha por el gobierno británico, denunciando una provocación al mundo islámico por parte de occidente.
El gobierno británico se ha negado a dar una excusa sobre su acto y más bien lo defiende como un premio al trabajo literario de Salman Rushdie, gracias al conjunto de valores que, según John Reid (Ministro del Interior de Reino Unido), tiene Gran Bretaña indiferentemente si se comparte o no los puntos de vista del autor premiado, sin embargo la ministra británica de relaciones exteriores, Margaret Beckett, comento que su país «lamenta» la ofensa causada por el título a Rushdie a quienes «se tomaron muy a pecho ese nombramiento». ”

Los países musulmanes sienten la obra del autor como un insulto, un mofarse de sus creencias y religiosidad, en Occidente se amalgama una actitud de solidaridad con el autor en defensa de la libertad de expresión y rechaza como atávica y salvaje la actitud de los musulmanes. Se genera un conflicto político-cultural que recuerda un poco el choque de las civilizaciones.
En efecto, este autor, como personaje público simboliza y expresa una actitud de preeminencia y superioridad que despliega en Occidente respecto a la posición de los musulmanes. Esta es la premisa de mi lectura, esta superioridad intelectual es la que queda reflejada en el delirio como aquello que se ha de “matar”. Es decir, que la orden de “Dios” se ha de cumplir, representa un imperativo psíquico, un obstáculo a sobrepasar, su complejo de superioridad intelectual estaba encubriendo un panorama emocional mucho más doloroso y complejo. De ahí la “filiación” que en el delirio  ella  vive como que es ”hija de la araña negra”. Aludía a una temática con la imago materna, un estado de “posesión” de su complejo materno que la atrapaba en emociones “negras” cuya culminación era las inundaciones y terremotos que se manifestaban en su sueños previos a la eclosión de la crisis. Mi rol en dicho delirio como Jesucristo y Satanás alternativamente, expresaba la ambivalencia e intensidad de sus sentimientos transferenciales hacia mi persona como psicólogo, revelando a la vez la dependencia intensa que experimentaba al sentirme tanto su “salvador” como el “destructor” que cuestionaba los mecanismos y defensas erigidas en torno a su compulsión a sentirse por encima de los demás en los que basaba un núcleo importante de su auto-estima.

Tener la opción de reflexionar acerca del sentido oculto de su delirio permitió, poco a poco a Vanesa y no sin serias dificultades, sobreponerse al fuerte poder de seducción literal y la intensa angustia  reflejadas en estas imágenes.  Más adelante en la terapia, afloró un material (sueños, recuerdos, etc.) muy revelador. En su infancia ella había contado con la adhesión incondicional de su padre, de tal manera que se había formado un triángulo emocional en el que ambos (padre e hija) habían “triunfado” sobre la madre. Esta había quedado marginada en una interacción familiar (Vanesa era hija única), en la que los sentimientos de victoria sobre la madre ocultaban una profunda pena y culpa. Esta pena y culpa “enterrada” por el complejo victorioso que la hacía sentirse superior, habían conformado una estructura psicológica, rígida que sometía a la paciente a continuos ciclos de relaciones desastrosas con los hombres. Después de la tormenta y tras una larga época de “re-construcción” Vanessa consiguió desplegar una nueva actitud libre de la compulsión y rigidez de la que su complejo le había impuesto.

Como epílogo de este corto relato sobre el “viaje” de Vanesa, creo que vale la pena seguir reflexionando sobre la aparente irracionalidad de los delirios. La única irracionalidad es la que hacen gala algunos profesionales de la salut mental, y no digamos los legos,  que son incapaces de reconocer el contenido simbólico y metafórico de las aparentemente absurdas imágenes psíquicas. Ocurre algo parecido con los sueños, por ello, los sueños, en realidad, su recuerdo, ha desaparecido de la conciencia colectiva. En nuestro estilo de vida actual casi nadie recuerda sus sueños. A Vanesa, le quedó muy claro que debía de tomarse muy en serio el “mensaje” de aquellas imágenes”. Tenía que “matar” a Salman Rushdie, esta orden de Dios había de ser cumplida,  era una tarea auto-impuesta por su propia psique, pero obviamente aquella tarea no podía ni debía ser entendida literalmente, como había sido su primera reacción y dada la estrecha relación entre los problemas personales y los colectivos y por aquello de que antiguamente se decía que loa voz de los dioses se expresaba por medio de los locos, podría suponerse que “matar” a Salman Rushdie, también representa una tarea colectiva que en Occidente resulta altamente necesaria. Obviamente, ello no significa que los musulmanes tengan razón pues ellos también pecan de los mismo  que la paciente y la gran mayoría de nuestra sociedad, ser ciegos a la dimensión imaginaria, simbólica de los procesos psicológicos.

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