La proposición especulativa y la cosa del pensar

Dialéctica viene de diálogo. Un logos, que es un enunciado, ha de generar otro. Un enunciado especulativo no es el rejunte de frases pegadas como hace el pensamiento común, que cree decir cuando sólo reúne información, añade retazos de aquí y de allí y los cose. No. Un enunciado, si se lo desarrolla, contiene su propio otro en su interior, y así, al desplegarlo, surge otro enunciado. No como un añadido, sino como la explicitación y el desplieguee del primero. Pero al explicitarlo entra en conflicto con el anterior, y ese conflicto hace emerger así un nuevo enunciado que, en su propio desarrollo ya contienerecordados (Erinnert, interiorizados) a los anteriores.

Un enunciado especulativo no es simplemente una frase, sino el desarrollo de varios enunciados de un pensamiento que se autodespliega progresivamente; mientras que los enunciados comunes se dan por acabados, son frases que se van acumulando sin desplegar ningún concepto, ninguna noción, carecen de vida lógica precisamente porque son un rejunte de información. Ahí no está la verdad, pero ni siquiera la falsedad: ahí no hay nada de nada. Es como los periódicos, que sirven al día siguiente como papel para encender la chimenea, porque pasado su momento no tienen nada que permanezca, no contienen ninguna idea. La información no es en absoluto pensamiento, y menos aún pensamiento especulativo.

De ahí que Hegel escriba: “La exposición deberá, ateniéndose fielmente a la penetración en la naturaleza de lo especulativo, mantener la forma dialéctica y no incluir en ella nada que no haya sido concebido ni sea concepto”. (Fenomenología del espíritu)

Otra vez volvemos a la famosa frase de Jung, retomada sistemáticamente por Giegerich: “Por encima de todo, no permitáis que nada del exterior que no le pertenece se entrometa, pues la imagen de la fantasía tiene ‘todo lo que necesita’ dentro suyo”. (CW 14, II § 404)

En el enunciado especulativo no se trata de sumar y pegotear, sino de que se despliegue lo que en él mismo ya está contenido, que se despliegue su propia vida lógica; en cambio el enunciado común no es más que información muerta que se presenta como acabada. En el enunciado especulativo nada ha venido de fuera, todo lo que ha entrado se ha derivado de su propio concepto.

Esto es pensar. Pensar no es simplemente comerse el coco, hacer abstracciones, o hacer fórmulas o aplicar esquemas. Pensar es amar tanto a la cosa misma como para seguirla en su desarrollo, seguirla en sus contradicciones, atenerse de tal modo al tema que no haga falta que nada venga desde fuera del tema. ¿Pero quién tiene esa atención hoy, cuando vivimos en una época de “trastornos de atención» colectivos, donde si no te entretienes tienes que cambiar a otro canal, donde la publicidad cada vez más salvaje tiene que emocionar mucho (proporcionar «subidones») para mantener la atención: más violencia, más música, más efectos, más espectáculo- porque sino la atención disminuye, tanto que si no se la cautiva con efectos añadididos se revelaría la vaciedad del contenido? Justamente porque no hay atención al tema, como diría Heidegger: «no pensamos todavía», vivimos en un mundo de contenidos muertos y vacíos que sólo «avivan» y resultan excitantes por una cantidad de grandes trucos y técnicas que puedan cautivar la atención. Y ese no-pensamiento en forma de clip musical está invadiéndolo todo -la literatura, la prensa, el cine, etc.-, un síntoma de lo que está pasando: la huida colectiva ante el pensamiento.

Hegel reconoce que sin atención no hay nada. Sin poner amorosamente la atención en lo que sea, no hay absolutamente nada. ¿Pero quién pone la atención, si lo usual es saltar como una langosta de aquí para allá sin detenerse en ningún tema? La vida está hecha de interrupciones continuas, y las aceptamos implacablemente en nuestra existencia como si la interrupción ya no fuera una interrupción, sino más bien como si la interrupción fuera la verdad, cuando de hecho es manifestación de huida de un mundo donde pueda haber verdad; es la instalación en un mundo absolutamente desprovisto de verdad: pura virtualidad. Esto ya lo ve Hegel mucho antes de que existiera de hecho el ciberespacio y la publicidad y la industria del espectáculo y los demás fenómenos de la sociedad mediática. Hegel sustenta y propone, en cambio, un pensamiento que resista todo esto, y con ello también está expresando un estilo de estar en el mundo que ya no es el nuestro. Aunque el hecho de que ustedes puedan entender lo que dice Hegel hace pensar que, a pesar de todo el ruido y el espectáculo, hay algo aún en el ser humano que puede saber la diferencia, que aunque no pueda mantenerse fiel a ella, sí que puede reconocer la diferencia, e incluso puede sostenerla. ¿Pero permanecerá eso o desaparecerá? ¿Qué pasará cuando ya no se recuerde la diferencia?

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