Juan de unos 32 años de edad es médico anestesista, un día tiene visitarme, no para pedir un tratamiento psicológico si no para que le dé un consejo, una opinión, acerca de su situación. Lo primero que me cuenta es que viene a verme un poco escéptico porque él es más partidario de las soluciones médicas y psiquiátricas que de las psicológicas por ser más rápidas y efectivas, pero al fin hizo caso del consejo de sus amigos que insistían en que viniera a visitarme.
Una vez que le pregunto cuáles son sus preocupaciones o temas respecto a lo que quiere recibir consejo me cuenta lo siguiente. De un tiempo esa parte se nota un poco más cansado, experimenta un cierto desánimo que nota mucho por las mañanas al levantarse para ir a trabajar, le falta energía y motivación. Una situación que hasta ahora hay ido lidiando aumentando su dosis de cafés y de cuando en cuando algún estimulante en forma de fármacos antidepresivos, pensando así mismo que esto debe ser algo pasajero fruto del estrés o algo similar. Su razonamiento no va más allá porque enseguida él considera que debido a su estatus social y económico, su buena salud, la relativa facilidad con la que conoce mujeres y tiene aventuras con ellas en una fase de su ciclo vital en la que aún no tiene compromisos gravosos, disfruta de gran libertad, nada que objetar y nada que temer por aquello de “joven, guapo y con dinero, ¿qué más quieres Baldomero?”.
A continuación iniciamos un diálogo, respecto al cual entre muchos temas que tocamos, entresaco unos serie de hechos y acontecimientos que él experimenta en un corto período de tiempo, que considero relevantes para entender qué pasa con el joven doctor.
Hace poco tiempo, por primera vez en su carrera profesional, se le muere un paciente, al que él asistía en la anestesia en una intervención quirúrgica. Esto implica un impacto psicológico para él, se siente muy afectado hasta que la investigación pertinente le exime a él de cualquier responsabilidad. Un fallo mecánico en el instrumental que utilizó fue el culpable. Ello representa un alivio de tal manera que rápidamente pasa página.
A los pocos días de este suceso, después de una cena opípara que disfrutó con unos colegas, aquella noche tiene una pesadilla. En ella se ve a sí mismo deambulando por un hospital, en el que allá donde va, pasillos, habitaciones, etc. sólo encuentra ataúdes, por todas partes. Ello le produce una gran ansiedad que le despierta bruscamente. Cuando se repone, automáticamente piensa, que la pesadilla se debe a la indigestión de la cena. Punto final.
Juan tenía como costumbre laboral viajar, desplazándose en tren, una vez por semana a una ciudad a unos 100 kms de su residencia habitual, con el fin de prestar servicios de anestesista en un hospital local. Unos cuantos días después de los dos incidentes narrados, en aquel viaje un suicida se tira a las vías del tren. El tren para y él como médico se presenta a la escena del accidente, nada que hacer, sólo queda un cuerpo destrozado.
Pasan unos días más y un buen día recibe un paquete en su domicilio, al abrirlo descubre que se trata de una corbata de luto, extrañado se fija en la dirección del destinatario y comprueba que se trata de un error. La agencia de reparto se había equivocado al entregarle a él el paquete.
Pasan unos días, un domingo por la tarde, reunido con sus amigos en casa de uno de ellos, un amigo propone un juego como pasatiempo, repartir al azar una carta de Tarot a cada uno. A él le sale el Arcano XIII, la Muerte.
Él me relata estos incidentes, como dije, en medio de otros muchos, de tal manera que no había vislumbrado ninguna conexión entre ellos, y ni entre de cada uno de ellos consigo mismo. Sus esquemas cognitivos se lo impiden. De formación científica y agnóstica, para él solo tienen sentido las cosas cuando se les puede relacionar entre ellas mediante un nexo causal. Estamos ante cinco hechos: la muerte del paciente. la pesadilla de los ataúdes en el hospital, la corbata de luto que llega por error a su domicilio, el suicida del tren y la carta del Tarot. No hay manera racional de establecer alguna relación consigo mismo puesto que respecto al primer suceso la evidencia empírica determina que fue un fallo mecánico, nada que ver con él, tampoco nada tienen que ver con él ninguno de los sucesos restantes, la pesadilla, ya sabemos, producto de una indigestión, el paquete que llega a su casa, fruto de un error del repartidor, el suicida, ¿qué tiene que ver con el si en el tren viajaban más de 200 personas? y la carta del Tarot fruto de barajar las cartas al azar y punto.
Con tales esquemas cognitivos reducimos a la categoría de fenómenos significantes sólo aquello que podemos relacionar mediante una relación de causa y efecto, el resto atribuible al azar la mente se cierra a conferirles sentido.
Resumiendo mi intervención, en primer lugar tuve que ofrecerle un marco cognitivo distinto al habitual en él. Le hablé del principio acuñado pro C,G, Jung de la sincronicidad (1). Una teoría que permite vislumbrar como significantes muchos fenómenos que aparentemente no tienen relación alguna. Le conté que dicho principio nos permite enfocar un tipo de relación no causal entre varios fenómenos, puesto que la relación entre ellos se establece mediante una conexión de significado; todo elllo unido al hecho de que la concurrencia de estos fenómenos se dan en un período de tiempo relativamente corto.
A partir de que, tras algunas resistencias (normales cuando nos enfrentamos a los desconocido), su mente aceptó a considerar aquellos fenómenos como significativos, relacionados entre sí y con él mismo, se abrió paulatinamente un nueva percepción del proceso psicológico que estaba sufriendo. Una depresión pero en estatus de no ser reconocida como tal (como apunté más arriba, simples molestias causadas por el estrés). Le expliqué que la relación entre la muerte y la depresión resulta fenomenológica y psicológicamente obvia. De hecho la experiencia de la persona deprimida es la de una agonía, la vida pierde sentido, no hay futuro, la energía desaparece. Le planteé, apoyado por otros elementos de su propio relato que ahora omito, que la depresión que sufría era del tipo vocacional, para distinguiría, a grosso modo, de la depresión neurótica o emocional. Era una depresión que apuntaba a una muerte-renovación de su llamada vocacional que sin dejar de ser una llamada a la medicina, no estaba “feliz” con el modo en él que se planteaba y practicaba la medicina. Algo en él demandaba un cambio, este cambio tomaba la forma simbólica de una muerte. Cambio que hasta entonces encontraba en él una seria resistencia, mejor dicho, un supresión de cualquier planteo consciente. De ahí los síntomas que él malinterpretaba como molestias causadas por el estrés y de ahí la percepción más objetiva de su estado anímico real detectada por los amigos que le aconsejaron una visita al psicólogo.
Esta dimensión en que algunos eventos que nos acontecen parecen ser portadores de un significado, independientemente de que tal significado sea percibido y/o entendido por su destinatario, pone en cuestión algunas premisas básicas con que fundamos nuestra existencia. Jung habló del Unus Mundus (2), una realidad subyacente en la que las divisiones binarias usuales (físico-espiritual, psicológico-biológico, etc.) no tienen lugar. Actualmente, como psicólogos preferimos no establecer hipótesis o afirmaciones metafísicas, desde un posición metodológica estrictamente psicológica, no asumimos nada más allá de aquella dimensión noética, discursiva, que favorezca una apertura a la verdad de nuestro propio proceso psicológico.
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NOTAS
(1) Sincronicidad (sin-, del griego συν-, unión, y χρόνος, tiempo) es el término elegido por Carl Gustav Jung para aludir a «la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera acausal». «Así pues, emplearé el concepto general de sincronicidad en el sentido especial de una coincidencia temporal de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal, cuyo contenido significativo sea igual o similar». Extraído de Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Sincronicidad_como_principio_de_conexiones…
(2) Jung, conjuntamente con el físico Wolfgang Pauli, exploró la posibilidad de que sus conceptos de arquetipo y sincronicidad estuvieran relacionados con el unus mundus; el arquetipo sería una expresión del unus mundus, mientras que la sincronicidad, o coincidencia significativa, sería posible por el hecho de que ambos, el observador y el acontecimiento concurrente, se derivan en última instancia de la misma fuente, el unus mundus. Extraído de Wikipedia : https://es.wikipedia.org/wiki/Unus_mundus.