Más allá del mundo que vemos cada día existen otros mundos. Mundos ocultos a nuestra mirada porque los ojos han sido entrenados para no verlos, mundos que no cesan de susurrar pero que los oídos no perciben debido al estridente y ruidoso mundo que habitamos.
Cuando usted, amiga y amigo, busca aún sin saberlo, con anhelo y disimulo, lo extraordinario, en cada rostro que otea, en cada esquina que tuerce, en cada oscuro rincón que sus ojos acechan… lo que quizás no se dá cuenta es que, en realidad, el más allá, es un más acá,…nos roza la nariz, produce escalofríos, presentimientos, corazonadas, desvanecimientos y una ansia indefinida y esencial en lo más hondo de nuestro ser que pretendemos olvidar con el sopor de la cotidianidad, con la obsesión por nuestros problemas y preocupaciones ordinarias hasta que el mundo se vuelve poco a poco aburrido, monótono y gris.
El más allá nos ofrece la esperanza de que la vida no quede encerrada en tal monotonía. Un más allá que en la vida se ha de perseguir, merodear con la esperanza de que nuestra sed de infinito se colme o, al menos, se calme un poquito… pero ¿qué es ese más allá?… ¿es un algo?, ¿es un alguien?, ¿es divino?, ¿humano?, ¿es una invención de mentes fantasiosas?, ¿es energía?, ¿es espíritu?, ¿son presencias ultraterrenas?
Quien sabe, pero mejor que preocuparse por últimas respuestas es despertar en nosotros ese vago pero persistente anhelo a lo extraordinario, para recordar así la propia divinidad.
Permítete entonces ser transportado a ese orden secreto que se encuentra más allá del nivel de la percepción sensorial, más allá de las creencias, más allá de los límites ilusorios, más allá de la imaginación.