y el eslabón perdido con la realidad. Ese es el subtítulo del artículo llamado “Matanzas” que Wolfgang Giegerich leyó en el Festival de Psicología Arquetipal en 1992, y que puede ser considerado la “carta de nacimiento” de la Psicología del Animus, como opuesta y superadora de la Psicología del Anima, o Psicología Arquetipal de James Hillman.
Giegerich era consciente de lo implicaba ese artículo (que es un extracto de un libro suyo mucho más amplio y desarrollado), cuyo tema gira alrededor del sacrificio sangriento, y por ello recordó que el mismo Jung rompía con Freud al escribir el capítulo sobre el Sacrificio en su libro: “Símbolos de Transformación”. Así como Jung rompía con el psicoanálisis por no aceptar el literalismo freudiano, Giegerich rompe (yendo más allá aún) con la Psicología Arquetipal por considerar que se encalla en el literalismo de la imaginación y no avanza (más bien bloquea el camino) hacia la vida lógica del alma: su psico-logía es así una reivindicación del logos: la dinámica del alma que trasciende a lo imaginable y que sólo puede ser captada por el pensamiento más estricto, que es un pensamiento dialéctico. El alma está en “lo real” que para Giegerich no es la mera positividad de los “hechos externos”, sino la lógica que mueve al mundo y que se manifiesta en los fenómenos primordiales de nuestro tiempo: la dominación tecnológica, la globalización, el cambio climático, el imperialismo del dinero “abstracto” o capital financiero, la destrucción sistemática de “la naturaleza”, el dominio creciente de una “realidad virtual”, entre otros síntomas. Para Giegerich el intento de retornar a los dioses antiguos implica no reconocer dónde están “los dioses” hoy mismo: Zeus, Atenea, Afrodita, Dionisos han muerto, son “dioses de museo” o de una etapa histórica ya largo tiempo superada, y hoy sólo pueden tener el valor de metáforas (por eso ya es imposible hacerles sacrificios) o de comodidades; pero en cambio hoy mismo todos estamos al servicio y a merced de “nuevos dioses”, como la tecnología, la economía, el armamento nuclear , los movimientos bursátiles, los medios, la publicidad y la realidad virtual. Giegerich apunta que, al no advertirlo, la psicología de la imaginación (psicología arquetipal) refuerza la desconexión con “lo real” y sigue siendo un instrumento ideológico al servicio del nihilismo. O un refugio del ego, adonde preservar su desconexión con el proceso anímico -y con la abrumadora realidad social e histórica-, contentándose con la fantasía de una importancia personal y a-histórica que, de hecho, son inefectivas e ilusorias.
Un punto de vista agudo, crítico y urticante, que evidentemente no tendrá seguidores dentro de los aficionados a la New Age, a la espiritualidad trascendente o entre aquellos que intentan construir para sí un “burbuja tipo Disneylandia” que les proteja del proceso mundial y se niegan a aceptar la crudeza y radicalidad del tiempo y el mundo en que les ha tocado vivir. Giegerich, sin duda, no será nunca autor de best-sellers. Representa, en mi opinión, la radicalización de la crítica de Nietzsche al «platonismo» que inevitablemente implica nihilismo (negación de “lo real” en nombre de instancias “irreales” , ideológicas y/o morales) y es un digno heredero del pensamiento de Heidegger y, más áun, de Hegel
Hillman replicó unos años más tarde al artículo de Giegerich en otro publicado en Spring 56 bajo el nombre de “Otra vez en la batalla” y que pronto traduciré en mi web. A su vez, Giegerich respondió agudamente a esta respuesta en “Otra vez más la cuestión de la realidad/irrealidad”. Afortunadamente me ha concedido autorización para que traduzca y publique su contestación, ya que nunca se ha editado y hasta ahora sólo podía leerse en inglés en el sitio de Rubedo. Es un honor poder presentarla por primera vez en traducción castellana. Curiosamente Hillman no se ha defendido de las radicales y lúcidas objeciones de Giegerich, y sólo ha habido por su parte un sostenido silencio. Esta polémica es, sin duda, el acontecimiento más importante de las últimas décadas en el ámbito psicológico; una polémica que trascendiendo a lo terapéutico o lo profesional, versa sobre el tema decisivo de la comprensión de la realidad y de la historia. Una auténtica disputa filosófica, en la que el logos pareciera imponerse inexorablemente y que vuelve a remitir la psicología -entendida como discurso (logos) del alma (psique) tanto como alma del logos- a sus fuentes en la filosofía como ejercicio del Entendimiento y del Concepto.
Pareciera que el camino ineludible para acercarse a la psique pasa por el pensamiento profundo que, como ya intuían Freud, Jung y Hillman, es un pensamiento que cuestiona la cultura y, aún más, se abre hacia el mundo y se reconoce en él.