Neds (No educados y delincuentes)

Una película de Peter Mullan (2010). Director y guionista.

Concha de Oro – Mejor Película. Festival de San Sebastián 2010. Concha de Plata, Mejor Actor, Donostia Zinemaldia

Neds

De ángel a demonio,  de víctima a verdugo, este drama de realismo social, narra el proceso por el que un prometedor niño y potencialmente superdotado deviene el miembro más sanguinario de una banda juvenil.  Plantea el problema de la violencia contemporánea de la juventud de un modo sobrio, desnudo, casi la vuelve inteligible. Parece que en tales circunstancias no queda otro remedio. Las fuerzas psicológicas, sociales, económicas y culturales que definen la violencia como el destino fatídico de muchos, se nos muestran implacablemente impersonales. Las motivaciones personales y los sentimientos íntimos aparecen como accesorios, casi redundantes, lo que mueve es algo intangible pero todopoderoso, como si no hubiera nada que hacer.

Escenificada en un suburbio obrero de la Escocia de los setenta, su lógica sigue siendo de rabiosa actualidad. Un ambiente impregnado de nihilismo, en el que solo queda espacio para los instintos de conservación más primarios, define la agobiante atmósfera que se respira en la mirada perdida y airada de los adolescentes, en sus ademanes groseros, en su destructividad y autodestructividad sin límites, pero también en los impotentes intentos de unas familias azotadas por el mismo mal: padres disfuncionales,  alcohólicos, madres impotentes y deprimidas.  Las autoridades escolares y policiales intentan restaurar el orden burgués amenazado pero acaban esparciendo el mismo mal por el mero hecho de utilizar medios coercitivos que buscan castigar al culpable sin atinar en la dirección correcta.

Los actores adolescentes sin experiencia como tales, lo hacen muy bien, John (Conor McCarron) el protagonista, es expulsado del paraíso de la niñez por Canta (John Joe Hay) un adolescente que crea en la psique del niño si no su primer trauma sí una especie de lindero que al cruzarse psicológicamente parece impedir el retorno. Aunque lo intenta auxiliado por su inteligencia y por su madre y su tía, no lo logra. El declive de la pendiente hacia el abismo resulta insuperable, la condenación un final que se acerca fatalmente, no hay redención posible, mostrándose así como una  inquietante metáfora del posible final de una sociedad, la nuestra, en la que la violencia parece llenar el vacío de significado y de verdad en el que transcurren las “cómodas” vidas de la mayoría.

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