No sé que pensar, no sé que decir, escribir una obligación autoimpuesta, un último resquicio a la esperanza.
Todo esta inventado y todo está dicho y paradójicamente veo más claramente que nunca lo poco que sé, lo poco que sabemos, un asombro reverencial, necesidad de acallar el parloteo mental, el discurso intelectual, la búsqueda sin fin.
Predicadores de la verdad y del orden moral, sabelotodos acerca del camino a la felicidad, diseñadores de cómo debería de ser, agoreros, profetas e iluminados. Mentes autocomplacidas, saberes orgullosos que claman y conspiran para el éxito y el reconocimiento.
Desatino tras desatino, última moda, el espíritu de los tiempos que a modo de Circe seduce, encandila con ilusiones de novedad, entretiene con cínicas sensaciones de grandeza.
Evolución cósmica, el despertar de la conciencia, los políticos y sus gastadas fórmulas que no por ello han perdido su fuerza seductora. Los ricos en materia y pobres en espíritu que se vanaglorian de la buena vida, y los demás, la inmensa mayoría de seres silentes que a lo sumo gritan su desesperación en sueños nocturno, que por suerte o desgracia, son olvidados al poco de sonar el despertador.
Evolución, progreso, innovación, creatividad, exprésate, triunfa, haz realidad tus deseos, la física cuántica afirma que todo es posible, que una indeterminación radical y un caos original son el fundamento del universo entero. La consciencia crea la realidad, la materia es su producto ingrato, pues acabamos manifestando nuestras peores pesadillas, con razón la mística Santa Teresa nos prevenía, «se llora más por las plegarias atendidas que por las no atendidas».
Y mientras la vida impávida transcurre, un sorbo de fresa que impregna con su sabor ácido dulzón el paladar durante un instante eterno y efímero, un deseo de felicidad que encandila el alma al que le sigue sin descanso el desencanto lúcido de las horas nocturnas, que testifican el acabamiento de un día más, un paso menos, preludio rítmico y cíclico del acontecimirnto fatal.
Veneno de la existencia, agonía lenta e inexorable, los achaques de la vejez, la desmesura de la juventud, rostros impávidos ante el desastre colectivo que esperan su efímera recompensa, naturaleza que se ha extinguido dejando tristes luces de neón monocrómicas eternamente encendidas, una luz que convertida en droga existencial, hipnotiza a las masas y las esclaviza en un baile de sombras chinescas que nos recuerda la caverna de Platón.
Memoria exiliada, un olvido de las atrocidades cometidas, esta capacidad suicida que nos condena a la repetición eterna del mismo desvarío, de una locura humana, esa compañera ignorada que acaba devorando toda ilusión de avance, todo amago de cordura.
Una lágrima furtiva, un jirón de sueño, efímeras pero sublimes expresiones de algo que no muere, instantes de regocijo en detalles insignificantes, cargados de emoción y suspiro.
Sensualidad que irrumpe en las venas y nos hace recordar que la llamada ancestral sigue impertrérita que a pesar de la decepción existencial y de la angustia a la nada sigue siendo posible una caricia, un suspiro de alivio, un nuevo encantamiento, un pálpito del corazón que adivina la presencia sutil pero poderosa de aquel poder que nos desafía a continuar, a pesar de todo…
Ëpoca de virtualidades, de deseos nómadas en pos de máquinas seductoras, imperio de la imagen y destierro de la imaginación, nadie se atreve a dudar, el orden constituyente ha vencido, el pensamiento débil se doblega, ya no soñamos con la libertad sino con un retiro pensionado, la lucha contra el mal se dirige a los fantasmas hoy llamados terroristas, fantasmas que asustan y matan pero que no son más que un reflejo especular de nuestro espíritu fariseo e hipócrita. Ya nadie suscita pasiones si descontamos a los emperadores del planeta, los dioses del balonpié. Los poderes ocultos ya no andan preocupados pues venció la inercia, la anestesia colectiva y la desmemoria de nuestros orígenes.
Escape hacia el futuro, crecimiento ilimitado, prosperidad metas inalcanzables que son antídoto fatal al recuerdo de la brevedad de la vida. Los dispositivos del poder campan por sus anchas, disfrazados de la teología científica, lo políticamente correcto, la preocupación por la salud y la calidad de vida, mientras los seres humanos incrédulos siguiendo una lógica estímulo respuesta pavloviana acatan y siguen un camino hacia ninguna parte, absortos en su importancia personal, ignorantes de su talla cósmica, prendados del afán de poseer, vendidos a la inmediatez de los goces efímeros y banales.