Hoy vivimos en un mundo psicológico, un universo semántico repleto de términos y conceptos psicológicos y un conjunto de prácticas, intervenciones y regulaciones cuyas directrices las marcan o proponen los psicólogos. En la educación, en las relaciones sociales, en el trabajo y la empresa, en el ocio, la psicología ha invadido prácticamente todos los ámbitos de la vida personal, social y cultural. El imaginario social está inundado de teorías y prescripciones psicológicas que se aceptan de un modo acrítico.
El asesoramiento psicológico se ofrece como una panacea que lo puede solucionar todo, desde los problemas y dilemas personales hasta las crisis sociales y laborales. Los especialistas del cuerpo y del alma son escuchados como si se trataran de mandatos divinos, es decir, es decir estamos ante un proceso emergente de deificación de la ciencia y sus expertos que buscan moldear el pensamiento y la vida de las personas.
El resultado de ello es que las teorías psicológicas, sus métodos, sus instituciones y prácticas están insertas en un entramado de relaciones políticas e ideológicas con los grupos que buscan regular, gobernar la vida de las gentes y de los movimientos sociales. Estas relaciones pasan desapercibidas, los fines de control enmascarados mediante argumentos “científicos”. De hecho, la Psicología institucional corre un destino similar al resto de las ciencias. De un proyecto cultural comprometido con la búsqueda de la verdad a un conjunto de prácticas que supeditándose a presiones económicas y políticas acaban actuando como servidores de una lógica de control social y al servicio de intereses nada comprometidos ni con la verdad ni con la libertad.
Es urgente una práctica reflexiva y pública en la que se problematicen y se deconstruyan las ideas fundamentales que son los ejes a partir de los cuales se organizan las prácticas de intervención y el funcionamiento de las instituciones en las que éstas se aplican.
Razín-sinrazón, normal-patológico, subjetividad-objetividad, cuerpo-mente, psicológico-biológico, y otros muchos constituyen los pares de opuestos cuyo análisis crítico y deconstructivo puede revelar su trasfondo ideológico y ético (o falto de ética) que ocultan tras la aparente rotundidad de enunciados positivos y supuestamente empíricos y racionales.
Propongo una práctica psicológica en la que la producción de saberes y los modelos de intervención no nieguen el relativismo histórico-cultural que los enmarca ni las desigualdades sociales que suelen enmascarar y se comprometan con la exigencia de transformación del sujeto y de lo social que han de alentar.
El objetivo es ofrecer herramientas para poder analizar críticamente los aspectos anteriores y promover un enfoque que abarque desde el ángulo epistemológico hasta la práctica cotidiana, desde la producción de teorías hasta la aplicación de técnicas, que consista en un proceso de debate continuo que someta a un análisis profundo las actividades de los psicólogos y abra un espacio de creatividad no comprometida con intereses económicos, de control, ni sesgos culturales. Una creatividad que solo puede surgir cuando no se establecen límites ni tabúes corporativistas a los temas que deben o pueden ser sometidos a examen.