Un viaje al Infinito

Construyendo puentes de consciencia entre tradiciones

Ponencia presentada en la Conferencia Agosto 2024 de ISPDI– Berlin

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En este artículo, adopto un enfoque fenomenológico, en paralelo al enfoque metodológico de Wolfgang Giegerich (2018), para investigar el concepto de la consciencia. Mi exploración implica un análisis comparativo entre nuestra tradición intelectual-cultural occidental y la cosmovisión radicalmente diferente del chamanismo mexicano, tal como se describe en las obras de Carlos Castaneda. Una obra que trasciende la investigación antropológica, abordando dimensiones filosóficas, epistemológicas y psicológicas.

El testimonio de Castaneda hace accesibles las experiencias de una antigua tradición de practicantes que descubrieron y manejaron dimensiones de la conciencia ajenas a nosotros, que cuestionan nuestros conceptos y experiencias convencionales de lo que consideramos  ser consciente. Si la conciencia está en juego, abordar este tema presupone e implica necesariamente una reflexión sobre conceptos estrechamente interconectados como “realidad” y “conocimiento”, sin olvidar, como espero demostrar, el importantísimo tema de la “percepción”.

Es importante aclarar las diferencias entre ambas tradiciones para considerar cómo ambas abordan la historia de la conciencia. Una posición crítica respecto de la validez de las fuentes historiográficas y por ende de sus conclusiones constituirá uno de los argumentos de este ensayo. Defiendo la idea de que la verdadera Otredad de nuestro concepto de alma tal como lo pensamos en Psychology as a Discipline of Interiority -PDI- , radica en el tipo, alcance y forma de conciencia que cultivó la tradición de los videntes del México Antiguo. Una forma y estatus de conciencia que no puede ser entendida si la interpretamos meramente dentro de los parámetros, juicios y prejuicios de nuestra tradición cultural.

Al obligarnos a navegar por las complejidades de la consciencia y su contraparte inalienable, el Universo, la tesis subraya la necesidad de un compromiso crítico con la vida lógica del alma tal como se piensa en PDI,  un compromiso que reconozca su potencial iluminador mientras se mantiene alerta ante sus posibles efectos limitantes. Este texto aborda el tema con apertura, buscando plantear inquietudes sin conclusiones definitivas. Un debate persistente en la ciencia, la filosofía y la psicología continúa lidiando con la pregunta de qué significa realmente ser consciente.

Adopto intencionadamente un enfoque metodológico reduccionista  para examinar el concepto de consciencia que ha dado forma y sigue dando forma a toda nuestra tradición psicológica, filosófica y científica. En lugar de ahondar en los niveles, etapas o transformaciones lógicas de la consciencia (que han sido admirablemente exploradas por Giegerich), mi perspectiva se centra en su estructura fundamental: la consciencia racional, lógica y hablante. PDI ha adoptado el método dialéctico, inicialmente concebido por Hegel, que traza un camino desde la consciencia inmediata (ingenua, sensible, naturalista y concreta) a través de varias etapas hasta llegar a su forma más sofisticada: la consciencia psicológica. Esta representa el pináculo de nuestra cultura. PDI entiende esta forma de conciencia como emergente de una dimensión sintáctica que prescinde de la semántica. Si bien el enfoque peculiar de PDI en la constitución sintáctica de la conciencia es autodefinido e inobjetable, el uso de ciertos conceptos y expresiones plantea preguntas sobre hasta qué punto la semántica puede excluirse verdaderamente del análisis. Por ejemplo, aunque su concepto de verdad elude cualquier referencia a la realidad empírica y solo señala la coherencia interna y sintaxis lógicas del proceso de pensamiento, su vida lógica, solo podemos hablar de verdades del alma en la medida en que podamos construirlas cognitivamente, ya que los documentos del alma están muertos hasta que alguien los interpreta, por lo tanto, una mente humana entra inevitablemente en juego. Tanto al principio como al final del camino siempre nos encontramos con la consciencia humana, es decir, una conciencia que percibe e interpreta dentro de parámetros que dependen de una comunidad o tradición cultural. Además, cada vez se utilizan conceptos y afirmaciones como los siguientes:

    • ­ – “el alma en lo real”, o “la verdad de nuestra situación real…” (Giegerich, 2012).
      – “La psicología debe ser comprendida más bien como la conquista de un nivel de reflexión completamente nuevo más allá del de las ciencias, como algo así como la “conciencia” (en un sentido no moral) de las ciencias, como la disciplina cuyo trabajo es reflejar los cambios producidos por las ciencias en la psique, es decir, en nuestro ser-­en-­el-mundo y hacer conscientes, dentro del mundo moderno, las ganancias y pérdidas traídas por este mundo moderno en su conjunto.” (CEP, I, p. 222). [mi trad.]
    • ­ – “El alma del mundo en el sentido del alma de lo Real o de la vida vivida actualmente” (SAB, 152, nota 112).
    • ­- “…[E]l concepto de hombre, la lógica de la autodefinición del hombre y su modo de ser-­en-­el­mundo…
    • – “Alquímicamente hablando, es la liberación del espíritu Mercurio aprisionado en la materia. El paso de lo implícito alo explícito”. (SAB, p. 311).
      ­ – “El pensamiento psicológico puede llevarnos a casa, a nuestra propia naturaleza y a nuestra vida real…” (Caplan, 2024, p. 153).
    • ­ – “[N]uestro enfoque debe ser ‘enseñado por lo Real’…” (CEP, vol 1, p. 71).
    • ­ – “La psicología… trata del alma en sí, de la conciencia como tal”.

A pesar de los múltiples llamados a que nuestra Psicología no tiene conexión con ningún sustrato fuera de su lógica de interioridad absoluta, mi posición es que las citas anteriores abren una duda inquietante. Tanto la filosofía como el PDI no pueden eludir el desafío de preguntarse y enunciarse sobre esa realidad de la que el alma se habla a sí misma.

En este artículo ofrezco reflexiones que pretenden aclarar y enriquecer los conceptos fundamentales que sustentan nuestra comprensión de la consciencia, estableciendo al mismo tiempo límites o marcos para algunas de sus afirmaciones, premisas y postulados epistemológicos implícitos (y en ocasiones explícitos). Espero, con ello,  fomentar un diálogo que pueda enriquecer y unificar conceptos y experiencias en relación con la consciencia. Al mismo tiempo, se pretende estimular una reconsideración de nuestras vidas, ya que nuestras rutinas cognitivo­-existenciales pueden impedirnos, sin darnos cuenta, experimentar todo el potencial de ser conscientes.

Premisas sobre la Conciencia en la obra de Castaneda

Estoy tratando de construir un puente sólido, un puente sobre el que se pueda caminar, entre las opiniones de los hombres de los tiempos antiguos y los de los hombres modernos.” D. Juan

Carlos Castaneda fue un antropólogo que se encontró con un linaje de chamanes durante su trabajo de campo. Se convirtió en un autor reconocido por sus primeros trabajos que exploran la etnografía y las plantas psicotrópicas (2). Su influencia en la fascinación moderna por la «realidad no ordinaria” a través de su exploración de estados alterados de conciencia, refleja las ansiedades culturales y existenciales más profundas de nuestro tiempo; muchos seguidores y buscadores espirituales encuentran consuelo de una manera nihilista o neurótica, pero interpretar su obra únicamente a través de esa lente es una simplificación reduccionista. Esta interpretación no logra captar la profundidad y complejidad de su contribución. Las obras posteriores y más maduras de Castaneda, eclipsadas por sus primeros escritos etnográficos, ofrecen una perspectiva más matizada. Estas obras profundizan en la exploración de la consciencia y  las concepciones convencionales de la realidad. En conjunto, la obra de Castaneda imposibilita su clasificación fácil dentro del chamanismo tradicional o los movimientos de la Nueva Era. Se erige como un conjunto de trabajos únicos y complejos que invitan a una comprensión más profunda y completa. Por eso nos centraremos en los temas significativos de sus escritos posteriores, en particular los relacionados con la consciencia. En una conversación entre Castaneda (1996) y su maestro, D. Juan, leemos:

“… toda la humanidad se ha alejado de lo abstracto, aunque en algún momento debimos haber estado cerca de ello. Debió haber sido nuestra fuerza sustentadora. Y entonces algo ocurrió y nos alejó de lo abstracto. Ahora no podemos regresar a él… Don Juan repitió que el quid de nuestra dificultad para regresar a lo abstracto era nuestra negativa a aceptar que pudiéramos saber sin palabras o incluso sin pensamientos.
Iba a argumentar que estaba diciendo tonterías cuando tuve la fuerte sensación de que me estaba perdiendo algo y de que su punto era de importancia crucial para mí. Estaba tratando de decirme algo, algo que yo no podía comprender o que no podía ser dicho completamente. «El conocimiento y el lenguaje están “separados”, repitió suavemente.”

Estas afirmaciones desafían innegablemente nuestra comprensión convencional. Normalmente utilizamos el lenguaje y el pensamiento para describir experiencias, pero según Don Juan, hay conocimiento más allá de los confines del lenguaje y el pensamiento. La noción de que el conocimiento existe sin palabras ni pensamientos es, de hecho, poco convencional.
Siguiendo la orientación teórica de W. Giegerich, operamos bajo el supuesto epistemológico fundamental de que el conocimiento, el lenguaje y el pensamiento están inextricablemente vinculados. Esta premisa sustenta no solo el marco metodológico del autor sino también la corriente epistemológica más amplia de la filosofía y la ciencia occidentales. ¿Podría la noción de una separación entre conocimiento y lenguaje ser simplemente un vestigio de una era pasada y obsoleta? ¿O quizás nos hace alusión a una dimensión inexplorada de la consciencia dentro de nuestra propia tradición? Para explorar más a fondo esta cuestión, debemos examinar algunos conceptos fundamentales sobre los que se basa esta antigua tradición mexicana.

Percepción

El dominio de la conciencia es el enigma de la mente; la perplejidad que experimentan los brujos cuando reconocen el misterio asombroso y un alcance de conciencia y percepción”. (EG)

En este artículo, los conceptos de conciencia (awareness) y consciencia (consciousness) se utilizan indistintamente, en cambio, tienen significados distintos en diferentes contextos, particularmente en la espiritualidad y la filosofía. Asimismo, los conceptos de brujos, hechiceros, chamanes, hombres de conocimiento, videntes son tratados aquí como sinónimos, aunque puedan ofrecer matices diferentes. Para los hechiceros, la percepción no es un acto mental que nos permite captar lo que hay (como bien sospechaba Kant con sus categorías del entendimiento), es, más bien, un proceso que crea un mundo y nos encierra en él (una “burbuja” perceptiva). Consiste tanto en una descripción “empírica” de la realidad como en los parámetros y/o reglas lógicas de la racionalidad y el pensamiento, sus parámetros constitutivos a partir de los cuales y dentro de los cuales, se produce la descripción de la realidad, de modo que dicha burbuja constituye un mundo completo, dentro del cual, vivimos, pensamos y morimos. Así, pues, anular el sistema de interpretación, o anular la descripción de esta realidad “fabricada”, abre las puertas, a lo que B. W. Blake (1790) en “Las Bodas del Cielo y el Infierno”, también sospechaba: “Si las puertas de la percepción se limpiaran, todo aparecería al hombre tal como es, Infinito. Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo, hasta ver todas las cosas a través de las estrechas grietas de su caverna”.

Según los brujos, cuya opinión está en flagrante discrepancia con la nuestra, “los hombres de la antigüedad tenían una visión muy realista de la percepción y de la consciencia, ya que esta visión provenía de su observación del universo que los rodeaba. Por el contrario, el hombre moderno tiene una visión absurdamente irreal de la percepción y de la consciencia, ya que su visión proviene de la observación del orden social y de sus relaciones con él” (AD, p. 170). Somos perceptores, organismos

“cuya orientación básica es la percepción, los seres humanos como organismos realizan una maniobra estupenda que, desgraciadamente, da a la percepción una fachada falsa; toman el influjo de pura energía y lo convierten en datos sensoriales, que interpretan siguiendo un estricto sistema de interpretación que los brujos llaman la forma humana. Este acto mágico de interpretación de la energía pura da lugar a la fachada falsa: la peculiar convicción por nuestra parte de que lo que emerge de nuestras interpretaciones es todo lo que existe.” (RI,1, p. 2).

La afirmación de los brujos es que la energía puede percibirse directamente tal como fluye en el universo, que somos un tipo de organismos que necesitan un aporte mínimo de percepción pura para crear su mundo o que percibimos sólo lo suficiente para servir a nuestro sistema de interpretación. Afirmar que somos perceptores es un intento por parte de los brujos de hacernos retroceder a nuestro origen; de hacernos retroceder a lo que debería ser nuestra posición original: “[e]l núcleo de nuestro ser es el acto de percibir, y la magia de nuestro ser es el acto de la conciencia. La percepción y la conciencia son una unidad única, funcional e inextricable” (WOT, p. 172).

Los practicantes chamanes juzgaban el mundo desde puntos de vista que eran indescriptibles para nuestros ojos y dispositivos de conceptualización. Por ejemplo, percibían energía libre de las ataduras de la socialización y la sintaxis… A este acto lo llamaban ver” (WT, p. 3­4).

“El acto de transformar el flujo de energía pura en el mundo perceptible fue atribuido por aquellos brujos a un sistema de interpretación” (RI 1, p. 4). Al aprender a ver, rompiendo así los parámetros de la percepción ordinaria, realizamos un acto de atravesar las interpretaciones comunes de la vida para experimentar la esencia que constituye toda la existencia. Al ampliar nuestra percepción, no solo estamos expandiendo nuestra visión del mundo, estamos abriendo puertas a dimensiones inexploradas de la conciencia… también están listos para percibir la energía tal como fluye en el universo y, más importante que cualquier otra cosa, son capaces de reinterpretar el flujo de energía sin la intervención de la mente” (RI, 3, p. 3).

Según Hoffman (2019 p. xviii),

“El lenguaje de nuestras percepciones —incluyendo el espacio, el tiempo, la forma…— no puede describir la realidad tal como es cuando nadie la observa. No es simplemente que esta o aquella percepción sea errónea. Es que ninguna de nuestras percepciones, al estar expresadas en este lenguaje, podría ser correcta… El espacio, el tiempo y los objetos físicos no son la realidad objetiva. Son simplemente el mundo virtual que nos brindan nuestros sentidos para ayudarnos a jugar el juego de la vida… Los físicos admiten que el espacio, el tiempo y los objetos no son fundamentales; se frotan la barbilla tratando de adivinar qué podría reemplazarlos…
Tal vez el universo mismo sea una red social masiva de agentes conscientes que experimentan, deciden y actúan. Si es así, la conciencia no surge de la materia; esta es una gran afirmación… En cambio, la materia y el espacio/­tiempo surgen de la conciencia, como una interfaz perceptiva”.

Castaneda afirma que “lo que en los organismos llamamos sentidos no son más que grados de consciencia… enfrentar el mundo que nos rodea en las condiciones en que lo hacemos es el resultado del sistema de interpretación de la humanidad, con el que cada ser humano está provisto…” (LAI, p. 210).

Sistema cognitivo

“El universo está formado por campos de energía [metafóricamente llamados emanaciones del Águila] fluidos, en constante movimiento y, sin embargo, inmutables; eternos, que exudan conciencia… que desafían toda descripción o escrutinio”. (PS, p. 132)

El mundo de los brujos del México antiguo era diferente al nuestro; no en un sentido superficial, sino diferente en la forma en que se organizaba el proceso de cognición. Según ellos, en nuestro mundo, nuestra cognición requiere la interpretación de datos sensoriales. Para ellos “el universo está compuesto de un número infinito de campos de energía que existen en el universo en general como filamentos luminosos. Esos filamentos luminosos actúan sobre el hombre como organismo. La respuesta del organismo es convertir esos campos de energía en datos sensoriales. Los datos sensoriales luego se interpretan, y esa interpretación se convierte en nuestro sistema cognitivo” (ASI, pp. 165-­6).

Por sistema cognitivo, se refería a la definición estándar de cognición: los procesos “responsables de la conciencia de la vida cotidiana; procesos que incluyen la memoria, la experiencia, la percepción y el uso experto de cualquier sintaxis dada. Don Juan afirmaba que los chamanes del México antiguo tenían, en efecto, un sistema cognitivo diferente al del hombre promedio” (WT, p. 2). En el mundo de los brujos, la fenomenología del pensamiento implica la necesidad de suspender el juicio (Epoje o poner entre paréntesis el significado, llevado hasta el final), lo que para ellos no es el comienzo deseado de cualquier investigación
filosófico/­teórica, sino la necesidad de toda práctica chamánica. “Los brujos expanden los parámetros de lo que pueden percibir hasta el punto de percibir sistemáticamente lo desconocido… Para lograr esta hazaña, tienen que cancelar su sistema normal de interpretación” (RI, # 3 p 2).

En su sistema cognitivo, los brujos no se sienten muy inclinados a realizar sistemas de clasificación entendidos como un ordenamiento de conceptos, no debe tomarse bajo ninguna circunstancia como “teorías” de brujos, pues “fue un ordenamiento formulado por los chamanes del México antiguo a raíz de ver directamente la energía tal como fluye en el universo…” (ASI, p. 209).

Según Don Juan, “los seres humanos tienen dos caras. La derecha abarca todo lo que el intelecto puede concebir. La izquierda es un reino de características indescriptibles; un reino imposible de contener en palabras. El lado izquierdo tal vez se comprenda si lo que ocurre es la comprensión con el cuerpo entero; de ahí su resistencia a la conceptualización.” (WT, p. 198).

En su visión, el Universo se percibe como constituido por tres reinos: lo conocido, lo desconocido y lo incognoscible. “Lo desconocido es algo que está velado para el hombre, envuelto tal vez en un contexto aterrador, pero que, sin embargo, está a su alcance. Lo desconocido se convierte en lo conocido en un momento dado. Lo incognoscible, por otro lado, es lo indescriptible; lo impensable; lo irrealizable. Es algo que nunca será conocido para nosotros y, sin embargo, está ahí; deslumbrante y al mismo tiempo horroroso en su inmensidad”. (WT, p. 234). Otro concepto de suma importancia en su sistema cognitivo es el punto de encaje. Para comprenderlo es necesario desvelar algunas de sus premisas:

1. El universo es una masa infinita de campos de energía que se asemejan a hilos de luz.
2. Estos campos de energía irradian desde una fuente de proporciones inconcebibles llamada metafóricamente El Águila.
3. Los seres humanos están compuestos de un número incalculable de emanaciones del Águila en una masa encerrada en sí misma. Los videntes perciben esta masa como una bola de luz, como un huevo luminoso gigante, del tamaño del cuerpo de la persona con los brazos extendidos lateralmente.
4. Sólo un grupo muy pequeño de las emanaciones dentro de este huevo luminoso están iluminadas por un punto de intenso brillo ubicado cerca de la superficie del huevo. Este punto es donde se concentra la percepción: el punto de encaje.
5. La percepción se produce cuando las emanaciones iluminadas por el punto de encaje extienden su luz para iluminar emanaciones idénticas que se encuentran fuera del huevo. Sólo se perciben las emanaciones iluminadas por el punto de encaje.
6. El punto de encaje puede desplazarse de su posición habitual a otra en la superficie o hacia el interior. Entonces enciende un nuevo grupo de emanaciones haciéndolas perceptibles y anulando las percepciones anteriores.
7. Cuando el punto de encaje se desplaza lo suficiente, hace posible la percepción de mundos completamente diferentes “tan objetivos y fácticos como el que normalmente percibimos”.
8. Los nuevos videntes aspiran a alcanzar un estado de consciencia total para experimentar todas las posibilidades de percepción y cognición disponibles para el hombre. (PS, pp. 22­2-3).

Para ellos, el punto de encaje no es sólo el punto donde se produce la percepción, sino también el punto donde se interpretan los datos sensoriales, y es nuestra cognición, que es en esencia un sistema de interpretación, la que limita nuestros recursos. “Nuestro sistema de interpretación cognitiva es lo que nos dice cuáles son los parámetros de nuestras posibilidades. Y como hemos estado usando ese sistema de interpretación toda nuestra vida, no podemos atrevernos a ir en contra de sus dictados” (ASI, p. 282).

Lenguaje y razón

Un recorrido muy breve por autores que señalan un giro crítico en el pensamiento filosófico sobre el tema del lenguaje,  redundará en una crítica a la creencia de que solo a través de la razón y el lenguaje se puede llegar a la verdad. La estela de Nietzsche inauguró una creciente lucha con el Logos y la racionalidad (comprensión argumentativa). Wittgenstein está convencido de que el gran problema es el lenguaje, la forma de enfrentar este problema es hacer que el lenguaje implosione, contra sí mismo, utilizar el lenguaje como una escalera para subir al piso superior, una vez allí arrojamos la escalera hacia abajo. Utilizar la palabra «no para ordenar y clasificar el mundo sino para provocar una conmoción desde dentro de sí mismo”. Silverman (2019) dice, como Wittgenstein, al jugar nuestros juegos de lenguaje, siempre hacemos más que simplemente «por casualidad» elegir una convención útil. Los juegos de lenguaje tienen como base una forma de vida, un modo de existencia”. Derrida analiza la compleja interacción entre el lenguaje, la filosofía y las instituciones que configuran nuestra comprensión del mundo. El enfoque deconstructivo de Derrida desafía los supuestos tradicionales sobre el lenguaje y el significado, abriendo nuevas vías para la investigación filosófica. El concepto de Blanchot de “lo exterior” se refiere a lo que se encuentra más allá del alcance del lenguaje y la conceptualización. Para Blanchot, eso moldea e incluso distorsiona nuestra comprensión del mundo… Derrida y Blanchot abordan la idea de que el lenguaje y la filosofía tienen limitaciones inherentes en su capacidad de representar la realidad en su totalidad. Ambos exploran la tensión entre la particularidad del lenguaje y las aspiraciones universales del pensamiento filosófico. Estos pensadores critican la idea ingenua de que hablamos un lenguaje, siendo la verdad que somos hablados por él, y la opinión de Castaneda (1998), bellamente expresada en el siguiente poema, se alinea con ellos:

Sintaxis

Un hombre mirando fijamente sus ecuaciones
dijo que el universo tuvo un comienzo.
Hubo una explosión, dijo.
Un estallido de estallidos, y el universo nació.
Y se expande, dijo.
Había incluso calculado la duración de su vida:
diez mil millones de revoluciones de la Tierra
alrededor del Sol.
El mundo entero aclamó;
hallaron que sus cálculos eran ciencia.
Ninguno pensó que al proponer que el universo
comenzó,
el hombre simplemente había reflejado la sintaxis
de su lengua madre;
una sintaxis que exige comienzos, como
el nacimiento,
y desarrollos, como la maduración,
y finales, como la muerte, en tanto declaraciones
de hechos.
El universo comenzó,
y está envejeciendo, nos aseguró,
y morirá, como mueren todas las cosas,
como él mismo murió después de confirmar
matemáticamente
la sintaxis de su lengua madre.

La otra sintaxis

¿Realmente comenzó el universo?
¿Es cierta la teoría del Gran Estallido?
Éstas no son preguntas, aunque suenen como si
lo fueran.
¿Es la sintaxis la que requiere comienzos,
desarrollos?
y finales en tanto declaraciones de hechos, la
única sintaxis que existe?
Ésa es la verdadera pregunta.
Hay otras sintaxis.
Hay una, por ejemplo, que exige que las variedades
de intensidad deben tomarse como hechos.
En esa sintaxis nada empieza ni nada termina;
por lo tanto, el nacimiento no es un suceso claro
y definido,
sino un tipo específico de intensidad,
y asimismo la maduración, y asimismo la muerte.
Un hombre de esa sintaxis, mirando sus ecuaciones, halla
que ha calculado suficientes variedades
de intensidad.
para decir con autoridad
que el universo nunca comenzó
y nunca terminará,
pero que se ha atravesado, atraviesa y atravesará
infinitas fluctuaciones de intensidad.
Ese hombre podría muy bien concluir que el universo
mismo
es el carro de la intensidad
y que uno puede abordarla
para viajar a través de cambios sin fin.
Concluirá todo eso y mucho más,
acaso sin darse cuenta nunca
que simplemente está confirmando
la sintaxis de su lengua madre.”

Castaneda (1996) afirma que “la sintaxis de cualquier lengua se refiere únicamente a las posibilidades perceptivas que forman parte del mundo en el que vivimos”,

“Según los brujos, la subjetividad de la vida cotidiana está dictada por la sintaxis de nuestro lenguaje. Necesita pautas y maestros que, mediante órdenes tradicionales bien ubicadas queparecen ser el producto de nuestro crecimiento histórico, comiencen a dirigirnos, desde el instante de nuestro nacimiento, a percibir el mundo. Los brujos sostienen que la intersubjetividad resultante de esta crianza guiada por la sintaxis está, naturalmente, regida por comandos sintácticos de descripción… Por otro lado, la subjetividad resultante de percibir la energía directamente tal como fluye en el universo no está guiada por la sintaxis. No necesita pautas ni maestros que indiquen esto o aquello mediante comentarios o órdenes. La intersubjetividad resultante entre los brujos existe por medio de algo que ellos llaman poder, que es la suma total de todo el intento acumulado por un individuo. Ya que dicha intersubjetividad no se obtiene con la ayuda de comandos o solicitaciones sintácticas.” (Rl, 1 #4, p. 3).

Existe una forma de consciencia llamada conocimiento silencioso , “un estado de conciencia humana en el que todo lo pertinente al hombre se revela instantáneamente, no a la mente o al intelecto, sino a todo el ser”. Este concepto está íntimamente relacionado con el silencio interior que requiere pasar por un un tipo especial de conocimiento en el que los pensamientos no se verbalizan” (Castaneda, 1996). “Cuando el diálogo interno se detiene, el mundo se derrumba y salen a la superficie facetas extraordinarias de nosotros mismos como si hubieran sido mantenidas fuertemente custodiadas por nuestras palabras.” (WOT, p. 128).

Esta experiencia a la que llaman metafóricamente llaman parar el mundo permite anular el sistema de interpretación. Castaneda (1996) siguiendo la convicción de los chamanes está convencido de que el silencio interno es la matriz necesaria para realizar un gigantesco salto evolutivo hacia el conocimiento silencioso que es,

un estado de la conciencia humana en el que el conocimiento se produce de forma automática e instantánea. En este estado, el conocimiento no es producto de cavilaciones o inducciones y deducciones lógicas, ni de generalizaciones basadas en similitudes o diferencias. En el conocimiento silencioso no hay nada a priori, nada que pueda constituir un cuerpo de conocimiento… todo sucede de forma inminente y ahora. Se pueden captar fragmentos complejos de información sin ningún preámbulo.

Como estamos tratando de poner de relieve el puente entre ambos conceptos de conciencia, he de añadir que “el puente unidireccional que va del conocimiento silencioso a la razón se llamaba interés comprometido (concern) , es decir, la preocupación que tenían los verdaderos hombres de conocimiento silencioso acerca de la fuente de lo que sabían. Y al otro puente unidireccional, que va de la razón al conocimiento silencioso, le llamaban entendimiento puro, es decir, el reconocimiento que le decía al hombre de razón que la razón era sólo una isla en un mar infinito de islas” (PS, p. 292).

Castaneda estaría de acuerdo con Nietzsche: en nuestra Tradición, nos hemos liberado de Dios, pero seguimos siendo esclavos de la gramática. Sin embargo, tengo que asumir plenamente la crítica de Derrida que expone las limitaciones y contradicciones encontradas en cualquier crítica de una disciplina basada en el lenguaje (como la filosofía y la psicología) en la medida en que las críticas dependen de conceptos que pertenecen a las mismas ideas que se critican. “[N]o podemos pronunciar una sola proposición crítica que no se haya deslizado ya hacia la forma, la lógica y las postulaciones implícitas de precisamente lo que busca cuestionar”.

También estoy de acuerdo con Silverman, D. (2019), “…nos sentimos atrapados en un círculo vicioso. Porque nuestra comprensión de otra forma de conocimiento solo puede darse desde dentro de nuestra forma de conocimiento. Nuestra interrogación de la otra forma ya está ubicada dentro de nuestra forma”.

El ensueño

“La mujer que enseñó a soñar podía mantener doscientos sueños” F. Donner ­Grau.

Una expresión radical de la absoluta extrañeza del sistema cognitivo chamánico, es la conceptualización y uso pragmático de los sueños. Mientras que para nuestra tradición los sueños son meros subproductos neurológicos (positivismo), mensajes del inconsciente (psicología profunda), o el alma hablándose a sí misma (PDI), para los chamanes, los sueños son áreas de experiencia tan reales como la realidad ordinaria, transforman sus sueños en áreas de acción, interacción, exploración y descubrimiento de mundos insondables más allá de nuestros parámetros cognitivos, “…los sueños ordinarios son los dispositivos de afinación utilizados para entrenar el punto de encaje para alcanzar la posición que crea esta condición generadora de energía que llamamos soñar” (AD, p. 338). Los antiguos brujos desarrollaron una serie de prácticas diseñadas para re-acondicionar nuestras capacidades energéticas de percepción. A esta serie de prácticas las denominaron el arte de ensoñar (AE, p. 6), “que es la capacidad de utilizar los sueños ordinarios y transformarlos en conciencia controlada en virtud de una forma especializada de atención llamada atención de ensueño” (WT, p. 187). Según Castaneda (1996), los chamanes del México antiguo descubrieron que existen dos tipos de sueños. Una clase son los sueños con los que estamos familiarizados, en los que hay elementos fantasmales, algo que podríamos categorizar como producto de nuestra mentalidad, nuestra psique; tal vez algo que está relacionado con nuestra estructura neurológica. El otro tipo de sueños son los que los chamanes llaman sueños generadores de energía. Don Juan decía que aquellos chamanes de la antigüedad tenían sueños que no eran sueños, sino verdaderas visitas, hechas en un estado onírico, a lugares genuinos que no estaban en este mundo.

El camino que va desde los sueños ordinarios a los sueños lúcidos para finalmente llegar al sueño, conduce a descubrimientos extraordinarios para los exploradores de la conciencia. El mundo de los sueños es una «trampilla de doble vía» entre nuestro mundo y otros mundos.

El alma occidental y sus Otros

Dos grandes ideas han presidido nuestra tradición cultural: una es la idea de que la mente humana puede comprender el universo; la otra es la idea de que la mente humana puede comprenderse a sí misma. Hassel (2014, p. 15) sugiere que estas ideas se alinean históricamente con perspectivas distintas sobre la relación entre la mente y el mundo. Los antiguos griegos nos legaron la visión de un universo estructurado racionalmente, una racionalidad inherente tanto a la mente como al cosmos. Descartes, en los albores de la modernidad, postuló el pensamiento como la base fundamental de la conciencia y la existencia.

Esta primacía de la conciencia, que se hace eco del idealismo de Platón, condujo más tarde a dualismos duraderos como mente/cuerpo y sujeto/objeto, que ocuparon a pensadores destacados de la filosofía y la ciencia. El advenimiento de la revolución científica y tecnológica desplazó el foco hacia el objeto, relegando al sujeto a la periferia de la investigación científica. Sin embargo, el interés por la conciencia resurgió, con figuras como Bertrand Russell lidiando con la relación entre mente y materia, haciéndose eco de las preocupaciones de Leibniz, Kant y Schopenhauer. Hoy, operamos dentro del marco de la PDI, asumiendo un diálogo auto-referencial del alma accesible a través de una interioridad absoluta que excluye cualquier influencia externa. Este enfoque, argumentamos, trasciende la división dicotómica sujeto/objeto del positivismo, situándose en un «reino» preexistente más allá de las consideraciones ontológicas. Se alinea con el principio hegeliano «lo real es lo racional». Una de las premisas fundadoras afirma que el pensamiento dialéctico, la consciencia psicológica, representa el pináculo, el apex de la consciencia contemporánea.

Giegerich (PIC, p. 93) afirma que «en psicología… las ideas metafísicas no pueden tener un lugar. La psicología puede estudiar ideas metafísicas, pero no aceptarlas como su propia teoría. La psicología no puede trascender los límites del mundo empírico o fenomenal». Giegerich dice: «Necesitamos tener en cuenta la diferencia esencial entre un estilo particular de pensamiento, una metodología… o forma de consciencia por un lado y un estado especial de conciencia por el otro» (PIC, 64) que es una realidad empírica y estamos en un pensamiento naturalista. Giegerich critica además la comparación de las dos tradiciones en el mismo nivel, argumentando que la metáfora espacial es irrelevante para el análisis, mientras que la metáfora histórica es crucial, “[e]l pensamiento occidental es una realidad temporal, histórica” (PIC, 13). Giegerich dice: “Pero la forma moderna de pensar como una realidad del alma (y no natural) no es propiedad de Occidente, donde se originó. Como las formas modernas de consciencia, es una realidad psicológica objetiva (suprapersonal) y como tal no pertenece a nadie y potencialmente a todos” (PIC, p. 13).

Estoy totalmente de acuerdo en que la psique occidental domina hoy el mundo como “una realidad psicológica objetiva (suprapersonal)”. Mi posición parte de un enfoque diferente: todos los diversos cambios y desarrollos que han tenido lugar históricamente en nuestra tradición y que Giegerich imagina y conceptualiza tan lúcidamente pertenecen al mismo “mundo” dominado por una única forma de conciencia que nos encierra en una “consciencia lingüística herméticamente cerrada” (PIC, 24), una limitación cuya problemática analizo a continuación.

Al comparar las dos tradiciones, he optado por evitar suposiciones geográficas o históricas. El tiempo (la historia) y el espacio (la geografía) son categorías que pertenecen a la misma forma de consciencia que limita nuestra comprensión. Mi postura es que Giegerich, en su uso de los argumentos de la historia, corre el riesgo de confundir ciertos artefactos culturales («documentos del alma») con el pináculo de la conciencia de esa era; el autor podría estar malinterpretando eras pasadas al suponer que sus documentos capturan plenamente el tipo de consciencia más avanzado de aquella época. Para entender sus contribuciones a la consciencia, necesitamos mirar más allá de las obtenidas por los historiadores. El significado de sus templos, documentos, edificios y acciones adolece de un defecto fundamental: son ejercicios especulativos a pesar de sus buenas intenciones teóricas. Castaneda (1991, p. 18) afirma que «[p]ara los indios americanos, tal vez durante miles de años, el fenómeno vago que llamamos brujería ha sido una práctica seria y genuina, comparable a la de nuestra ciencia. Nuestra dificultad para comprenderlo se debe, sin duda, a las unidades de significado ajenas con las que trata».

Giegerich contempla dos tipos de cultura: las culturas ritualistas versus las culturas religiosas, y centra su análisis en el concepto de sacrificio. El concepto y la descripción que desarrolla del modo ritualista y mitológico de ser-­en-­el-­mundo se basan en conjeturas muy alejadas de las complejidades de la conciencia, la percepción y la atención que dictaban la conducta y los logros de los seres humanos de aquellos tiempos. Estos logros han llegado hasta nosotros por diversos caminos. Aquí, destaco el que nos llega a través del testimonio de un linaje de practicantes modernos que han sabido mantenerse fieles a las enseñanzas acumuladas y a las experiencias vividas desde la antigüedad hasta nuestros días. A través de complejas maniobras de consciencia fruto de una disciplina rigurosa, fueron capaces de realizar viajes inimaginables (con sus cuerpos de ensueño y también, en ocasiones, con sus cuerpos físicos) a otros mundos y épocas históricas. Por tanto, sus conceptos del universo, de la vida y de la consciencia son de una sofisticación que hoy apenas podemos intuir.

Giegerich, basándose en relatos históricos académicos de aquellos tiempos, puede interpretar de manera reductiva la expresión del ápice de la conciencia de esa época en declaraciones como:
­
– “[e]l hombre estaba envuelto en vestimentas míticas, en narraciones e imágenes sobre un mundo animado por dioses,
espíritus, hadas y duendes, así como en conceptos (roles, cargos, status)” (WIS, p. 333).
­ – “Cuanto más nos remontamos en la historia, más duraron las fases de unidad primaria porque la vida se mantuvo muy cerca
de la naturaleza y los cambios no produjeron una diferencia fundamental” (THEI, p. 30, nota 7).
­ – “Vivían psicológicamente como partículas o partes integrantes de la sociedad, de la familia, de la tribu, así como en espíritu de grupo.” (THEI, p. 179).
­ – “No hay lugar en él para este tipo de ‘conciencia primitiva’ y ‘estado inferior de conciencia’” (THEI, p. 304).

Así como para Giegerich no podemos entender el proyecto cristiano observando la conducta de los cristianos, ni las interpretaciones de sus exégetas, ni las doctrinas de la Iglesia, el mismo criterio debe aplicarse cuando se trata de aprehender el sentido y la “verdad” de la obra de Carlos Castaneda, transmisor del testimonio de los videntes que saben de los tiempos antiguos porque lo ven directamente en sus viajes de conciencia. Según estos testimonios, las funciones sociales, materiales, sagradas, rituales, etc. de sus prácticas son malinterpretadas por los intentos hermenéuticos modernos. Las pirámides mexicanas y egipcias, estos monumentos funerarios en honor de dioses y faraones y reyes, intentaron efectos ajenos a las especulaciones modernas. Aludían a prácticas provistas de objetivos que implicaban maniobras muy sofisticadas de un tipo de consciencia que nada tiene que ver con la ingenuidad de los conceptos de los historiadores contemporáneos.

Hegel concibe la historia como un desarrollo progresivo, donde los pueblos y las épocas históricas se suceden como fases del proceso absoluto del espíritu hacia su meta. El modelo histórico hegeliano es adoptado por las teorías y especulaciones de Giegerich, ambas están profundamente arraigadas en la estructura del lenguaje que inherentemente implica conceptos de nacimiento, crecimiento, decadencia y fases de desarrollo. Tal linealidad parece inevitable ya que nuestros pensamientos y teorías están confinados dentro de la «burbuja perceptiva» de nuestro mundo, un mundo definido por paradigmas lineales que percibimos como la única realidad. Sin embargo, las ideas de Castaneda desafían esta noción de tiempo lineal y nos invitan a explorar la posibilidad de una temporalidad no lineal, lo que impulsa una re-evaluación de nuestra comprensión del tiempo y su conexión con la conciencia. Castaneda, por otro lado, nos advierte que

[o]tra unidad estupenda de ese extraño sistema cognitivo era la comprensión y el uso que los chamanes hacían de los conceptos de tiempo y espacio. Para ellos, el tiempo y el espacio no eran los mismos fenómenos que forman parte de nuestras vidas en virtud de ser parte integral de nuestro sistema cognitivo normal… “[e]l tiempo es la esencia de la atención. Las emanaciones del Águila están hechas de tiempo y, hablando con propiedad, cuando un guerrero entra en otros aspectos del yo, se está familiarizando con el tiempo” (WOT, 216).
“Los brujos del México antiguo no pensaban como nosotros en términos de espacio y tiempo. Pensaban exclusivamente en términos de conciencia… “La dificultad de enfrentarte a las cosas en términos de tiempo y espacio”, continuó, “es que sólo te das cuenta si algo ha caído en el espacio y tiempo a tu disposición, que es muy limitado. (ASI, pp. 269­-70)

Estas afirmaciones plantean algunas preguntas interesantes para las que no tengo una respuesta plena precisamente porque las estoy planteando desde dentro de nuestra burbuja perceptiva. ¿Podemos imaginar un tiempo fuera del tiempo lineal? ¿Un tiempo divergente que ni siquiera está implícito en el concepto tradicional de infinito (acumulación o sucesión sin fin de momentos lineales y sus permutaciones?). Incluso la racionalidad científica y positivista parece en crisis con los conceptos de tiempo y espacio, desde las ciencias más maduras hasta los fundamentos de la lógica formal (nociones tan fundamentales como las espaciales, la diferencia entre “aquí y allí”, “ahora” y “entonces” están en cuestión). Por su parte, los brujos proclaman que estas nociones no tienen la validez absoluta que aún mayoritariamente mantienen.

Hay una forma de conciencia que permite experiencias en las que el aquí y el allá desaparecen, lo que hace posible estar conscientemente en dos lugares diferentes al mismo tiempo,

Don Juan explicó que la percepción normal tenía un eje. “Aquí y allá” eran los perímetros de ese eje, y que nos gustaba la claridad del “aquí”. Dijo que en la percepción normal, sólo el “aquí” se percibía completa, instantánea y directamente. Su referente gemelo, el “allí”, carecía de inmediatez. Se infería, se deducía, se esperaba, incluso se suponía, pero no se aprehendía directamente con todos los sentidos. Cuando percibíamos dos lugares a la vez, se perdía la claridad total, pero se ganaba la percepción inmediata del “allí”. «El mundo de la vida cotidiana consta de dos puntos de referencia», afirmó. «Tenemos, por ejemplo, aquí y allí, dentro y fuera, arriba y abajo, bien y mal, etcétera. Por lo tanto, hablando con propiedad, nuestra percepción de nuestra vida es bidimensional. Nada de lo que percibimos que hacemos tiene profundidad».
«Un brujo percibe sus acciones con profundidad», dijo. «Para él, sus acciones son tridimensionales. “Tienen un tercer punto de referencia”. «Para llegar al tercer punto de referencia es necesario percibir dos lugares a la vez.»
“El tercer punto de referencia es la libertad de percepción; es la intención; es el espíritu; el salto mortal del pensamiento hacia lo milagroso; el acto de llegar más allá de nuestros límites y tocar lo inconcebible.” (POS).

Reflexiones finales

“Necesitamos este sentido de alteridad fundamental para que la psicología pueda volver a sí misma a un nivel mucho más elevado. grado que antes.” (CEP, III, p. 270)

En esta investigación he analizado y criticado nuestro concepto de consciencia. Esta crítica cuestiona la premisa, a veces explícita y a menudo implícita, de que nuestra comprensión occidental de la verdad y la consciencia abarca toda la realidad. Nuestra época ha producido dos florecimientos de este tema, son las obras de Giegerich y Castaneda. Ambas pretenden ser expresiones de las formas más sofisticadas de la conciencia. Las revelaciones de Castaneda sugieren que toda nuestra tradición occidental se encierra en una “burbuja de percepción” que limita las posibilidades de la consciencia humana. Nuestro sistema de interpretación en el que el lenguaje y el tipo de conocimiento inherente a él juegan un papel decisivo e iluminan un mundo también nos mantiene ciegos ante sus límites, aprisionándonos en una especie de caverna de Platón. En este sentido, el Opus Magnum del alma debe ser considerado a la vez un poder, un proceso constitutivo de la realidad cultural y psicológica de cada época histórica, y un “comando” de contención, de limitación, al “envolver” al ser humano en una estructura psicológica o forma de consciencia que limita, comprometiendo su potencial emancipador. La contradicción entre emancipación y sometimiento es, pues, el Mysterium Tremendum et Fascinans.

La consciencia, el alma, no sólo piensa y habla consigo misma sino que también, y quizás de manera más primordial, percibe y es un medio de “navegación”. Hay consciencia más allá del Logos, y no es una consciencia primitiva, arcaica u obsoleta, sino una forma con potencial para desplegarse dentro de nuestra civilización, quizás la única manera de emanciparnos y superar, según su visión, la actual condición humana de acuerdo a ls opiniones de los chamanes respecto al “egomaníaco suicida” que prevalece globalmente y que muy bien puede llevarnos a la extinción. Este potencial es actualmente un tema de interés para unos pocos, pero sus posibilidades emancipadoras son de vital importancia. Como dice Lauer (2010, p. 176): “Para evitar que un sistema de razón imponga sus límites, debemos permitir que la auto-certeza de la razón entre en tela de juicio a través de su confrontación con algo que genuinamente no puede abarcar”.
Hay postulados básicos comparables que encontramos tanto en PDI como en las afirmaciones de Castaneda, ambos apuntan a la existencia de una dimensión que no es ni empírica, ni metafísica ni positivista. Para el primero nos encontramos ante una lógica habitada por la preexistente lógica del proceso cultural y sus cambios dialécticos, para el segundo, se trata de la toma de conciencia de la percepción de la energía tal como fluye directamente en el universo desde un tipo de consciencia también irreductible a lo metafísico, a lo positivista.
El aforismo de Wittgenstein, “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”, encuentra resonancia en los planteamientos de Castaneda. Si la razón y el lenguaje no son más que un “centro de gravedad” entre muchos dentro del vasto paisaje de la conciencia, entonces el llamado al silencio, al desmantelamiento de los sistemas interpretativos, se convierte en una invitación a explorar todo nuestro potencial. No podemos olvidar que nuestra disciplina tiene que llegar a un acuerdo con “un principio más profundo”, “un tema más difícil…” (CEP, VI, p. 348).

La ciencia, la filosofía y la psicología positivistas están encerradas en tautologías que son a la vez su fortaleza y sus limitaciones. La física, con su lema fundacional (un fenómeno físico sólo puede explicarse por otro fenómeno físico), y nuestra disciplina, fundada en la interioridad absoluta, comparten la manera lingüístico-­racional de percibir e interpretar los fenómenos, una identidad inquebrantable con una forma de conciencia en una manera particular de ser-en-un mundo.

Las obras de Giegerich y Castaneda sobresalen, constituyen anomalías únicas son una especie de ­rara avis­ en el panorama de la cultura occidental contemporánea. La obra de Giegerich enfrenta un debate continuo sobre si la teoría psicológica defendida por éste, no es más que un mero pasatiempo (tesis que ha sido astutamente criticada por M. Barretto, 2021). De manera similar, la obra de Castaneda sigue siendo controvertida, provocando discusiones sobre su condición de ficción literaria o etnografía. Los críticos a menudo la descartan por estar dirigida a un público que busca neuróticamente un significado esotérico. Sin embargo, tanto Giegerich como Castaneda se desvían significativamente de las ideas dominantes y desafían las doctrinas y prácticas predominantes dentro de sus respectivos campos. Se destacan como pioneros, primus inter pares, en sus áreas, buscando iluminar la naturaleza, la experiencia y el significado de sus temas centrales: el alma y/o la mente o consciencia. En esencia, ambos son portadores de un pensamiento revolucionario. En la medida en que aprendemos de ellos, sentimos una necesidad urgente: la noción de conciencia necesita ser repensada a fondo.

Según Giegerich, la kenosis cristiana constituye un proyecto histórico del alma, aprehendido y destacado por PDI como metafóricamente relacionado con el eón Piscis, lo que implica una misión dada a todas las generaciones futuras para que su “mensaje” sea pensado y lentamente comprendido e integrado en la consciencia. Sostengo que esto puede aplicarse a la obra de Castaneda, sus revelaciones y verdades sobre la conciencia deben ser integradas por las generaciones futuras, por ello me permito equiparar la revolución cognitiva implícita en los textos y testimonios de Castaneda a la representada por los textos del Nuevo Testamento y el proyecto de la Encarnación y la kénosis que ha permitido el surgimiento histórico de la forma de la consciencia psicológica. “Una nueva etapa de la conciencia parece comenzar siempre, en su primera inmediatez, al apoderarse de sólo unas cuantas mentes aisladas seleccionadas y sólo en un área especial. En el transcurso de los siglos habrá penetrado profundamente en el mundo de la vida y se habrá apoderado del modo general de ser-­en-el-­mundo de las personas…” (THEI, p. 307). Estoy convencido de que el mensaje de Castaneda requiere un proceso igualmente largo y complicado al que aludimos metafóricamente como el eón de Acuario, el surgimiento de las aguas, en el que se nos invita a abandonar toda forma de contención, toda interioridad, para utilizar el agua (la consciencia) como un medio de navegación que pueda ser experimentado por el ser humano.

Los brujos tienen una visión inédita de la consciencia: “la esencia del universo se asemeja a hilos incandescentes estirados hasta el infinito en todas las direcciones concebibles; filamentos luminosos que son conscientes de sí mismos de maneras imposibles de comprender para la mente humana. (énfasis mío)” (AD, p. 21).

Ninguno de nuestros conceptos tradicionales puede caber en esta afirmación ya que implica un acto no ordinario de consciencia: cancelar el sistema de interpretación que significa romper las disposiciones y sesgos perceptivos que nos impiden entrar en otros mundos perceptibles y acceder a nuevas formas de consciencia a través del silencio interno. El trabajo de Castaneda propone una superación de la forma y tipo consciencia occidental a una nueva forma, accesible sólo después de integrar su Otro demasiado terrible, la negación del concepto de conciencia lingüística y racional. Esta negación «lógica» ya está en marcha en la crisis posmoderna de las metanarrativas y la ausencia de verdad en nuestra condición psicológica contemporánea. La conocida expresión ser­-en-­el-­mundo es, según el testimonio de Castaneda, un llamado a transformarlo revolucionariamente en un ser-­en-­un-­mundo… porque,

“[t]odos los seres humanos son viajeros del «oscuro mar de la conciencia», ya sea que sean conscientes de ello o no, y esta Tierra puede considerarse como una estación en su viaje. Y por razones ajenas… la mayoría de los viajeros han interrumpido su viaje. Dijo que los seres humanos estaban atrapados en una especie de remolino; una corriente que iba en círculos, dándoles la impresión de moverse mientras que, en esencia, estaban estacionarios. Sostuvo que los brujos eran los únicos oponentes de cualquier fuerza que mantuviera prisioneros a los seres humanos, y que… los brujos se liberaron de su control y continuaron su viaje de conciencia.” (ASI, p. 284).

Coincido con el pensamiento de Sibilia (2008) “[nuestra tradición], a pesar de toda la grandiosidad con que nos deslumbra…, tal vez ha tropezado con sus propios límites… Las artes, las ciencias y la filosofía tienen por delante una tarea esquiva: abrir grietas en la seguridad de lo ya pensado y atreverse a plantear nuevas preguntas”. Castaneda (RI, vol. 1 # 3 p. 3). escribe,

“[e]n el infinito, los brujos encuentran pocos puntos esenciales. Las permutaciones de esos puntos esenciales son infinitas, pero como espero que descubras algún día, esas permutaciones no son importantes. La energía es extremadamente precisa. Pero ¿cómo pueden los brujos diferenciar las permutaciones de los puntos esenciales, Don Juan?
‘Los brujos no se centran en las permutaciones. Cuando están listos para viajar al infinito, también están listos para percibir la energía tal como fluye en el universo y, lo que es más importante, son capaces de reinterpretar el flujo de energía sin la intervención de la mente.

Finalmente, espero que esta breve exploración de la consciencia occidental y sus “Otros” subraye la importancia de involucrarse con perspectivas alternativas para lograr una comprensión integral de la Consciencia en su Viaje al Infinito. Esta involucración podría contribuir también adesarrollar un horizonte  más amplio a nuestra Psicología, en su «necesaria apertura fundamental, que debería ser una apertura capaz de abrazar sin miedo todos los prejuicios. Nada debe ser excluido o evitado a priori.» (WIS, p. 17).»

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Referencias y Abreviaciones

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  • PIC: Giegerich, W. (2018). Pitfalls in Comparing Buddhist and Western Psychology. A Contribution to Psychology’s Self-clarification. The International Society for Psychology as a Discipline of Interiority. Monograph series, vol. 2.
  • PDI: Psychology as a Discipline of Interiority.
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    FW: The Fire from Within, (1984). New York: Simon and Schuster.
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Referencias

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Notas

(1) PDI, Psicología como Disciplina de la Interioridad.

(2) La mayor parte del debate en torno a la publicación de los primeros libros de Carlos Castaneda, por ejemplo véase Baron, L. (1983), De Mille, R. (1976 1979), se ha centrado en determinar si Castaneda era un antropólogo o un escritor de ficción que había inventado su personaje. Posteriormente, otros autores (Florinda Donner, Taisha Abelar) publicaron sus obras en las que relataban experiencias que estaban en plena línea y eran congruentes con las descritas por Castaneda. Esto conduce a una situación altamente compleja: o todos mienten y se trata de una conspiración organizada de un grupo o secta malévola, un grupo de aprovechados que se aprovechan al máximo de las mentiras del autor, o los autores mencionados confirman la veracidad del testimonio de Castaneda. Obviamente, al presentar este trabajo, creo que las obras de estos autores son verdaderas y transmiten realidades que son difíciles de aceptar. Por ello, y haciendo honor a nuestro principio metodológico de la diferencia psicológica, que nos obliga a dejar de lado los argumentos ad hominem sobre las supuestas motivaciones del autor y centrarnos en lo que el alma dice a través de su obra, presento mis propias reflexiones.

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